Your face

Capítulo 6

—¿Eres un cavernícola? ¡Suéltame, animal! —exigí, golpeando su espalda con las palmas.

Guau. ¿Cuántos músculos tiene una espalda? Vaya que hace ejercicio… todo está bastante firme.

Pasaron unos minutos que se sintieron como una eternidad, colgando de sus brazos mientras mis pies flotaban lejos del suelo. No tenía idea de adónde me estaba llevando este subnormal. Golpearlo no había servido de nada, tampoco gritarle. Mi último recurso fue pensar en morderle el trasero, pero incluso yo reconocía que esa no era la mejor idea para salir de esto.

De pronto, el pelinegro se detuvo. Escuché el sonido metálico de una cerradura y luego la puerta abrió de golpe. Un segundo después, me soltó. El impacto del suelo fue mínimo, pero me costó recuperar el equilibrio. Toda la sangre se me había ido a la cabeza y sentía el mundo girar.

En cuanto logré estabilizarme, hice lo primero que se me ocurrió: le lancé un puñetazo al abdomen. Me habría encantado poder contar, por honor propio, que se dobló y cayó sin aire… pero la realidad fue mucho menos heroica. Mi mano emitió un crujido alarmante y el dolor me atravesó con tal intensidad que me dejó sin respiración.

Kristopher abrió los ojos con horror.

—¿Estás bien?

—No —logré articular, apretando la muñeca contra mi pecho.

••••

—En definitiva, eres una tonta. ¿Qué creíste que pasaría? —me reprochó, arrodillado frente a mí mientras sujetaba una bolsa de hielo contra mi muñeca —Tienes un esguince.

—Esto es culpa tuya —gruñí, lanzándole una mirada cargada de rencor.

—¿Mía? ¿Yo te dije “golpea mi abdomen, Mogüel”?

—¿Y quién te dio permiso de cargarme? —repuse, alzando el tono.

—Si hubieras venido por las buenas en primer lugar...

—¡Te dije que no! ¡Me hubieras dejado ahí, y ya! ¡Si tanto miedo tenías de la pelea!

—¡No tenía miedo de la pelea, estúpida! ¡No quería que terminaras con otro moretón!

—¿Cómo me llamaste? —grité, poniéndome de pie con brusquedad y halando mi mano. Mala decisión. Un gemido de dolor escapó de mis labios de inmediato.

Kristopher soltó una maldición, dejando el hielo a un lado para tomarme la mano hinchada, ya púrpura y casi el doble de su tamaño.

—Eres tonta… y de paso descuidada —masculló, frunciendo el ceño mientras examinaba mi muñeca.

El silencio que siguió me permitió volver a respirar. Y de golpe, la preocupación me cayó encima como un balde de agua helada.

—Dijiste que era peligroso afuera —murmuré con voz entrecortada — Mis amigas siguen ahí. Tal vez quedaron en medio de la pelea, o tus matones las lastimaron, o...

—Ya te lo dije, no son matones. Es la seguridad de—

—¿Dónde están los baños en esta casa? —gritó de pronto una voz conocida desde el pasillo.

—Amor, no es por ahí.

—Oh. ¿Tú sabes dónde está el baño, mi ardillita de algodón azucarado?

Ew.

Definitivamente eran ellos.

Sin perder tiempo, me lancé hacia la puerta y la abrí con tanta brusquedad que sentí hasta los huesos de mi hombro protestar. Dios… ¿cuántos músculos más me iba a lastimar esta noche?

Del otro lado, Angie estaba golpeando la pared con los puños, tambaleante y con la mirada vidriosa.

—¿Hay alguien ahí? ¿Este es el baño?

—Amor... —murmuró otra voz.

—¿Chicos?

—¿Blues? ¿Estabas aquí? —preguntó Louis, que apareció a su lado.

—Sí. Y tú también, por lo que veo —contesté, repasando su aspecto de arriba abajo. Pantalones de pijama, suéter al revés —Parece que saliste con prisa —añadí con sarcasmo.

—Ah, sí. Llegué hace poco. An me llamó.

Miré tras ellos, pero no vi rastro de la morena.

—¿Y M? ¿Dónde está?

—Ah… Ella…

—¡Fue a la comisaría con ese chico! —soltó Angie con una carcajada ebria.

—¿Qué? —mi voz salió como un chillido — ¿Cuál chico?

Louis se encogió de hombros. —Parece que conocía a uno de los que se estaban peleando. Hubo un gran alboroto. Hombres trajeados aparecieron dando órdenes, separaron a los chicos, pero uno se volvió loco y siguió peleando. Al final llamaron a la policía y todos salieron corriendo.

—¿Y dejaste que MJ se fuera con él? —lo recriminé, furiosa.

—Blues, no soy su papá. Ella decidió ir.

—Sí, porque está borracha, genio —escupí con obviedad, y regresé a la habitación en busca de mi chaqueta. Allí me esperaba un Kristopher perfectamente tranquilo, como si nada hubiera pasado. Casi tuve ganas de lanzarle algo a la cabeza.

—¿Adónde vas?

—A la comisaría.

—No. Quédate aquí, le pediré a Isaac que vaya por tu amiga y...

—¿Crees que voy a confiarle mi mejor amiga a uno de tus matones? —lo miré como si acabara de decir la cosa más absurda del mundo.

—No son matones. Son—

—Iré yo misma a buscar a MJ —decidí, caminando hacia la puerta.

Kristopher suspiró, resignado —Bien. Haz lo que quieras. Pero yo te llevo —ofreció… o más bien ordenó, levantándose de su sillón con una calma desesperante.

Estuve a punto de negarme, pero la imagen de MJ borracha en una comisaría llena de desconocidos me hizo tragarme el orgullo. No tenía auto, y un taxi tardaría demasiado… y costaba dinero, dinero con el que no cuento en este preciso momento.

—¡Oh! ¡Kristopher! —chilló Angie, irrumpiendo en la habitación como un vendaval —¿Viste que sí te traje tu regalo? Por cierto, ¿dónde está esa enana? Te dije que hoy no desaprovecharas las oportunidades que... ¡Ohhh! ¡B! ¡Ahí estás!

Dios Santo. ¿Cuánto había bebido?

Me acerqué a ella, y en cuestión de segundos me tenía atrapada en un abrazo que era más un intento de asfixia que un gesto de cariño.

—Angie —susurré, luchando por respirar — Hablaremos de que me trajiste aquí con toda la intención cuando estés sobria.

Ella solo sonrió de oreja a oreja y balbuceó un arrastrado “Okaay”, como si no le importara en lo más mínimo. Al parecer, el alcohol había terminado de anular su instinto de supervivencia.



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En el texto hay: romance drama, humor comedia

Editado: 25.09.2025

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