Your face

Capítulo 16

Jamás guarden rencor hacia un compañero de clases. O correrán el riesgo de sentir la misma ira que yo en este preciso momento. “Enojarse tanto hace daño al hígado", decía mi abuelita.

Voy a morir en pocos días por culpa de este pedazo de mierda.

—Eres un infeliz —siseé al aparato antes de que él pudiera hablar.

—Buenos días para ti también, hermosa.

Apreté los puños, sintiendo una ola de calor subir desde mi estómago hasta la cabeza. La habilidad de Kristopher Cipriano para alterar a las personas merecía una condecoración. ¿Un solo ser humano podía ser tan insoportable?

—Cállate. Me las vas a pagar, ¿oíste?

Una risita ronca viajó desde el otro lado de la línea hasta mis oídos, rozándolos como una caricia. Suficiente para caer en cuenta de que él recién se había despertado. De manera instantánea, contuve la respiración un segundo, solo para disfrutar el sonido.

—Seguro que sí —ronroneó.

Carraspeé, atribuyendo el calor de mi rostro a la rabia que sentía.

Kristopher le dijo a Angie que los asuntos de nuestro equipo debían hablarse entre los miembros y se negó a recibir mi mensaje.

Ni siquiera pude acabar de desayunar por culpa suya. No podía ser posible que me arruinara el día desde las siete de la mañana.

—Hoy a las cinco. En la Biblioteca Helena. Si faltas, te mato.

Sin decir más, corté la llamada, tirando el celular a la silla vacía junto a mí.

—Desgraciado. Narcisista. Ególatra. Inmaduro. Maldito egoísta. ¡Pedazo de...! —

—¡BlúBlú!

Mimi, quien se encontraba “sacudiendo el polvo” del mismo estante desde que comencé la llamada, me observaba con reprobación.

—¿Qué? —repliqué.

—¡Cálmate, mijita! ¡A este paso echarás humo por las orejas! ¡Qué es ese vocabulario! —su voz, cargada de preocupación, salió en un susurro gritado. Quise decirle que no se preocupara tanto; mi madre no poseía súper oído, así que era imposible que lo supiera.

Fruncí las cejas con fuerza, acomodándome en el asiento para abrazar mis piernas.

Las tostadas, el tocino a medio comer y el cereal ahora aguado sobre la mesa hicieron hervir todavía más mi sangre.

Apreté los dientes.

~ Qué desperdicio. ~

En un intento por calmarme, me levanté de la mesa. No obstante, sin previo aviso, un latido doloroso retumbó en mis sienes.

~ ¿Me habré levantado muy deprisa? ~

—Gracias por la comida, Mimi —articulé, desconcertada por el dolor de cabeza repentino. Me dirigí escalera arriba.

—¿Qué? ¡Pero no comiste nada, BlúBlú! —protestó la mayor a mis espaldas. Me volví apenas, a punto de decirle que lo haría más tarde. No obstante, el dolor punzante en mi ojo se incrementó, un pitido insoportable y repentino sacudiendo mi cabeza. Aterrorizada, busqué con mis manos algo de lo que sostenerme antes de perder el equilibrio.

Y entonces todo se volvió negro.

°°

—Si alguien te molesta, dímelo y lo pondré en su lugar.

—Pfff. ¿Qué podrías hacer tú con esos brazos de espagueti?

—Cierra la boca, enana. Ya verás, entrenaré y me haré tan musculoso que no podrás siquiera contar los músculos de mi espalda.

—¿Y qué pasa si ese alguien eres tú?

—Golpéame. Golpéame muy fuerte, justo aquí.

Tomó mi mano y la llevó hasta su pecho, sobre el corazón.

Alcé la mirada; su rostro estaba cubierto por una bruma.

—Lo permitiré sólo porque eres tú. Más vale que aprendas a dar un buen puñetazo.

Sin poder evitarlo, una risa se escapó de mi garganta. Cubrí mi boca con la mano libre, en un tardío e inútil intento de que él no se diera cuenta.

—¿De qué te ríes? Estoy hablando en serio.

—Como digas, chico malo —carcajeé, liberándome de su agarre.

—Deja de reírte —advirtió él, en un gruñido amenazante que sólo lo hizo lucir más gracioso.

—¿O si no qué? —provoqué, dando un paso atrás. Un momento después, eché a correr entre estruendosas carcajadas.

—¡Mogüel! —vociferó él tras de mí —¡Deja que te atrape, Pitufina! ¡Ey!

¡Blues!

°°

—¡BlúBlú!

Abrí los ojos, la oscuridad fue retrocediendo poco a poco y, cuando la luz volvió, lo hizo como un puñetazo. Parpadeé, confundida, intentando ordenar mis pensamientos.

—¡BlúBlú!

Mimi estaba inclinada sobre mí, los ojos enormes.

—¿Estás bien, BlúBlú? Ay Dios. Voy a llamar a la señora. No. ¡A una ambulancia!

—¿Mimi…?

Entrecerré los ojos, obligándolos a acostumbrarse al resplandor. Sentía como si hubiera dormido un siglo. Intenté incorporarme, pero un dolor agudo me atravesó por la espalda.

—¿Qué fue lo que...?

—¡Te desmayaste! Dios mío, ¿qué hago? ¿Te duele algo, BlúBlú? ¡No pude llegar a tiempo y te golpeaste la cabeza! A ver... no estás sangrando, ¿o sí?

La mayor comenzó a revolver mi cabello, desesperada. Algo inútil, puesto que estoy segura de que el verdadero golpe está en mi espalda baja.

—¿Qué me desmayé...? Pero, ¿por qué? Si estaba bien hace un momento...

—¡Te pusiste pálida como papel y cuando me di cuenta ya estabas en el suelo! Ay, BlúBlú. ¡Te dije que enojarse tanto no hace bien! ¡Mira lo que pasó por alterarte de esa manera, mi niña!

~ ¿Por alterarme? ~

Eso es absurdo. Si sufriera desmayos cada vez que me enojo, viviría mi día a día con la jeta en el piso.

Hice el ademán de levantarme; sin embargo, Mimi se me adelantó, sujetando mis hombros mientras me alzaba despacio, como si temiera que volviese a desplomarme.

—Tuve un sueño...

~ Un sueño muy vívido. Aún podía oler el pasto mojado y las rosas. Sentir la luz del día. Lo feliz que era... ~



#6044 en Novela romántica
#2561 en Otros
#710 en Humor

En el texto hay: romance drama, humor comedia

Editado: 30.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.