Un punzante dolor en mi cabeza y mis caderas fue lo que me despertó. Mis párpados pesaban, abrí mis ojos con lentitud y me encontré con un techo blanco con algo de humedad, tanteé con mi mano para ver si mis sospechas eran correctas y las confirmé al sentir un brazo que no era mío.
Giré mi cabeza y miré a mi acompañante, un chico moreno de cabellos negros que dormía plácidamente bocabajo.
Me incorporé lentamente y solté un quejido de dolor.
Este chico me había destrozado.
Me levanté tratando de ser sigiloso para no despertarlo, tomé mi ropa que se encontraba desperdigada por la habitación y con dificultad me cambie, ya me ducharía en casa, salí de ese pequeño departamento y caminé por las calles calurosas a paso lento hasta llegar a mi departamento compartido.
—Por fin llegas
Di un respingo, me di la vuelta y me encontré con mi mejor amiga en la típica "pose" de madre enojada, con sus brazos cruzados sobre su pecho y su peso apoyado en su pierna derecha.
—Buenos días, Ángel —me acerqué y le di un beso en la mejilla —, lamento llegar a esta hora
—Da igual... ¿lo hiciste de nuevo cierto? —me reprochó, me encogí de hombros restándole importancia—, un día de estos te dará sida
—Siempre uso condón, tranquila. ¿Qué hay de desayunar? —pregunté mientras entraba a la cocina encontrándome un rico plato de panquecas servido.
Angélica o como yo la llamo "Ángel", y no por la abreviación de su nombre, es que ella en realidad era un ángel en persona. Somos mejores amigos desde la secundaria, me había acostado con ella un par de veces en momentos de calentura y en los que no sabíamos muy bien cuál era nuestra relación, pero hace tres años había conseguido un novio y desde entonces "sólo amigos".
Nos mudamos juntos al iniciar la universidad, para ahorrar y porque nos pareció una buena idea. Nos queríamos como hermanos y éramos felices de ese modo.
Me senté y empecé a comer rápidamente.
—Come despacio —Ángel se sentó frente a mi observándome.
—Estoy hambriento —ella rodó los ojos.
—Deberías exigir un desayuno al menos, si vas a acostarte con alguien
Rodé los ojos y asentí levemente. Terminé de comer y me dirigí al baño, me duché rápidamente sacándome los restos y el olor a sexo de anoche.
Cuando acabé Ángel ya no estaba, había dejado una nota que decía que saldría con Gabriel, su novio. Pasé el resto del día viendo televisión y vagueando por ahí, después de todo era sábado.
Mi vida se basaba en una rutina diaria de cumplir mis necesidades básicas como ser humano, trabajar y estudiar para sobrevivir y tener un mejor futuro, añadiéndole el sexo. No había nada más, mis padres vivían lejos, me mandaban dinero de vez en cuando, pero su situación económica no les permitía hacerlo tan a menudo. Los veía pocas veces, y la mayoría eran fechas festivas.
Amaba el sexo, tanto por el placer como por el escape que suponía para mí, mi infancia no había sido buena, la pobreza de mis padres me impidió disfrutarla, las críticas llovían a esa edad, hasta que descubrí que mi pene servía para algo más que orinar. Y así continúo hasta ahora, nada de compromisos, no importa el género, es sólo sexo. Y eso a Angelica no le gusta demasiado, aun así, respeta mi estilo de vida y me cuida.
Se hicieron las siete de la noche y Johan, mi mejor amigo de la universidad, me llamó para invitarme a un bar con otros compañeros de la facultad. A pesar de que la noche anterior había salido, no rechacé la oferta y me cambié rápidamente, le dejé una nota a Ángel y salí del departamento.
Llegué al sitio y los chicos me esperaban sonrientes y esperando pasar una buena noche, al igual que yo.