Your True Self

Capítulo IV

El trabajo se me hizo sumamente pesado y una vez terminó mi jornada, mis músculos dolían y me sentía enfermo.

El recuerdo de Asriel con aquel chico aún rondaba mi cabeza, y eso me estaba poniendo de mal humor, sólo había salido con él dos veces, nos habíamos acostado si, y había sido bueno, pero no podía permitirme estar deprimido sólo porque el chico había decidido que ya había sido suficiente y se había buscado otra persona.

Llegué a casa y Ángel aún no llegaba, me dispuse a hacer la cena, algo sencillo porque no estaba de ánimos.

Entonces el timbre sonó.

Extrañado, ya que no esperaba visitas, fui a abrir y mi sorpresa fue grande al mirar a esas dos personas empapadas... no sabía que estaba lloviendo.

Pero eso no era lo más importante.

Una de esas personas era la que me había mantenido de mal humor durante todo el día.

— ¿Qué demonios pasó? ¿Y por qué estás con él?

—Primero déjanos pasar, búscanos una toalla y prepara algo caliente de beber —me respondió Ángel rápidamente mientras me hacía a un lado para entrar.

Aún confundido hice lo que me pidió y me senté en el sofá frente a ellos, esperando una explicación para la situación.

—Intentaron robarme

— ¿Te hicieron daño? —pregunté de inmediato con los nervios a flor de piel mientras buscaba alguna señal de que estuviera herida.

—Gracias a Asriel no. Por supuesto me resistí porque trabajo muy duro para ganar el dinero suficiente para sobrevivir, como para que vengan unos idiotas a querer quitármelo

—Pudieron hacerte daño Ángel —dije molesto mientras ella bebía su té con tranquilidad.

—Pero no lo hicieron, él estaba cerca por casualidad —contó mientras señalaba al mencionado, quien no había dicho una palabra —. Me ayudó con los ladrones y se ofreció a acompañarme, de camino nos agarró la lluvia, así que lo invité a entrar

—Entiendo

Miré de reojo al pelirrojo, ya estaba un poco más seco y bebía en silencio.

—Gracias —Asriel levantó la vista y me observó curioso —, por ayudarla, ella es como mi hermana, así que... gracias

—No es nada

Ángel nos miró extrañada, la tensión se podía palpar en el ambiente, soltó un suspiro y se levantó.

—Estaré en mi habitación, pueden hablar con tranquilidad —cerró la puerta dejándonos solos.

Pasamos unos minutos en completo silencio, hasta que decidí que era una estupidez, él y yo no éramos pareja, no nos debíamos explicaciones, así que no había nada de lo que hablar.

—No creo que haya realmente nada de lo que hablar. Aún así... espero que podamos ser amigos —empecé.

—Lo siento —lo miré sorprendido.

— ¿Por qué?

—No pienso decir que lo que viste fue un malentendido, porque no lo fue

Al menos es sincero.

—Yo... no mantengo relaciones sexuales con una persona más de dos veces, es una regla y tiene sus buenas razones, tampoco estoy en posición de tener una relación, créeme cuando te digo que es por tu bien. Podemos ser amigos, realmente me gustaría, porque me agradas, es... todo lo que puedo ofrecerte

Lo miré perplejo. Eso no me lo esperaba.

—Entiendo, supongo que está bien, tus razones tendrás —me encogí de hombros sintiendo la decepción llenándome de a poco —. Entonces... ¿amigos? —extendí mi mano con una sonrisa.

Él me miró por unos instantes, observó mi mano como si estuviera dudando en tomarla y finalmente la estrechó.

A partir de entonces nuestra relación se baso en eso... amistad pura y casta, al menos de su parte.

Yo seguía comiéndomelo con la mirada cada vez que tenía oportunidad, parece que cuando te prohíben algo, se vuelve más deseado y apetitoso.

Se sentaba con nosotros de vez en cuando, charlábamos un poco de cualquier tema y luego nos separábamos. Uno de esos días me había presentado a los gemelos, quienes resultaron ser agradables y divertidos a pesar de la rara primera impresión. Sus nombres eran Leo y Lean, y al parecer conocían a Asriel desde que estaban en pañales.

El pelirrojo iba de vez en cuando a mi trabajo, se sentaba en alguna mesa disponible, pedía un café, un dulce que tuviera fresas, y se quedaba allí durante horas. A veces estudiaba, otras pasaba el rato leyendo algún libro. Algunas veces lo pillaba observándome, cuando no podía fingir no haberme estado mirando, sonreía un poco y regresaba la vista rápidamente a lo que estuviera haciendo.

Un mes pasó de esta manera.

La época de los parciales se acercaba y yo estaba agotado, el trabajo había incrementado, cada vez llegaba un poco más tarde a casa, porque la propina era buena por esas fechas. Ángel estaba igual, ambos nos dividíamos las tareas como podíamos y estudiábamos de madrugada.

Asriel seguía pasándose por la cafetería, pero cada vez de manera menos frecuente, imagino que el también tenía mucho que estudiar, pero igual siempre lo veía en la universidad, fuera en los pasillos o a la hora de almuerzo.

Johan había tenido una fuerte discusión con sus padres y se había ido a vivir con una tía, que al parecer vivía sola y no le molestaba en absoluto la compañía de mi amigo. Para mi sorpresa quien se encargó de animarlo fue Ángel, mi amiga lo abrazó por un rato mientras le decía que contara con nosotros para lo que fuera.

Pasé a tener sexo sólo un día a la semana, y las sesiones no terminaban siendo satisfactorias, cada vez que estábamos en pleno acto no podía evitar imaginarme al pelirrojo en lugar de la persona que estaba conmigo. Eso me estaba asustando un poco.

Diciembre llegó finalmente.

Asriel, los gemelos, mis amigos y yo nos reunimos en un bar para celebrar que los parciales habían terminado.

— ¡Barman!, sírvanos tequila, necesito olvidar mi nombre esta noche —le dijo con una sonrisa Ángel al chico, quien la miró divertido por un momento.

Pronto los shots fueron dejados frente a nosotros, junto al limón y la sal. Empezamos a beber entre risas y anécdotas. Jugamos diversos juegos, que incluían algunos retos y verdades.



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En el texto hay: erótica, drama, gay

Editado: 09.11.2020

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