Rubén estaba terminando de colocarme las gasas limpias cuando mis padres entraron a la habitación, mi madre casi pega un grito al cielo al ver las gasas en mi espalda, hombros y pie, me coloqué una camisa rápidamente y procedí a tranquilizarla.
Le expliqué que el ladrón me había lastimado antes de huir, ella pareció relajarse un poco, pero volvió a insistir en que debía ir a la policía y denunciar mi caso, le repetí por enésima vez que no era necesario, estaba bien, y en un par de días estaría como nuevo.
Finalmente mi padre y Rubén la convencieron, este último asegurándole que tenía conocimientos de enfermería y que mis heridas estaban casi curadas.
Ambos me comunicaron que tendrían que partir esta noche, por el negocio que estaban comenzando. Me disculpé por no haber podido salir con ellos a algún lado, para pasar tiempo en familia y eso.
Mi madre negó con una sonrisa, y se ofreció a preparar el almuerzo, Raquel fue con ella para ayudar.
Llamé al trabajo para informar que faltaría de nuevo por una emergencia médica, agradecía todo el tiempo que llevaba trabajando con ellos, gracias a eso no me habían despedido ya. Además, siempre reponía todas mis horas.
Aprovechando que mi madre estaba preparando la comida y que mi padre había salido a comprar bebidas para todos, Rubén entró en la habitación, cerró con seguro y empezó a retirar las gasas de Asriel, que por suerte mis padres no habían visto.
Ahogué un jadeo al ver tres líneas rojas que recorrían el abdomen de el pelirrojo de un extremo a otro. También le quedaban rastros de lo que podría haber sido un enorme hematoma en un costado.
—Créeme, ayer estaban peor —comentó su tío, aquello solo hizo que me preocupara aún más.
—Dios... yo lo tuve fácil
—No es eso, mandaron al más fuerte con el más fuerte, hubiera sido peor si Asriel tenía la pulsera, lo hubieran atacado ambos demonios
—Supongo que fue bueno que yo la tuviera entonces
—¡No! Esto no debía pasar —dijo Asriel mirándome con el ceño fruncido.
Solté un suspiro y me senté en la cama para ver como Rubén terminaba de colocar una pomada extraña en las heridas y le colocaba gasas nuevas y encima unas vendas.
—Pero pasó —me encogí de hombros, el pelirrojo fue a hablar, pero lo interrumpí señalándolo con el dedo —. No vayas a decir de nuevo que es tu culpa, sé lo que significa estar contigo y lo acepto, tu padre creyó que estaba loco o que quería morir, pero no es así, solo... te quiero Asriel y no voy a aceptar que te alejes de nuevo
El pelirrojo suspiró resignado para después sonreír tímidamente en mi dirección.
—Wow, ser brujo es genial —comenté al ver como Rubén, con un movimiento de manos, desplazaba los utensilios que había estado utilizando a un estante.
Rubén sonrió y se encogió de hombros.
—Trato de no acostumbrarme demasiado a la magia. Iré a ver qué tal va la comida —dicho esto salió de la habitación.
Asriel se sentó a mi lado y entrelazó nuestras manos para después besar mis dedos.
—Entonces a pesar de todo el peligro por el que has pasado, ¿aún quieres seguir conmigo?
Asentí con una sonrisa.
—Ya dije que sí, tu padre me aprobó y los míos también te quieren así que... —me encogí de hombros —, ya no te puedes echar para atrás
Se acercó para dejar un beso en mi frente y me devolvió la sonrisa.
—Gracias
—He estado pensando... Ángel y Johan tendrán que enterarse en algún momento —Asriel me observó sin entender —, de lo que eres
—Oh, tienes razón, pero tenemos que planear como decírselos, no es cualquier cosa
—Lo sé, pero es mejor decírselos nosotros a que se enteren de alguna otra manera y se asusten
—Tienes razón —dijo sonriendo para después besar mis mejillas, pasé un dedo con delicadeza por el hematoma y me acerqué, para que esta vez, besara mi boca.
Nos separamos, el pelirrojo se colocó la camisa y salimos de la habitación.
El almuerzo transcurrió tranquilo, Rubén alagó la comida de mi madre, ella contestó que era su forma de agradecerles por haber cuidado de mí, me sonrojé un poco al escucharla.
Asriel, quien estaba sentado a mi lado, lucía más relajado y comía con una imperceptible sonrisa en su rostro. Cuando acabamos de comer y todos los platos estuvieron limpios al igual que la mesa, mis padres se despidieron, ya que tenían que acomodar todo para partir esa noche.
Los abracé fuerte, ignorando las lágrimas que querían salir, odiaba vivir tan lejos de ellos, pero lo hacían por mi bien, para que yo pudiera tener un futuro. Les dije que me llamaran cuando estuvieran por partir y también cuando llegaran a casa. Me dieron su bendición y besaron mis mejillas.
Se despidieron de todos los presentes con un abrazo, agradeciendo nuevamente por cuidarme. Por último, le pidieron a Asriel que siguiera haciéndome feliz, a lo que él respondió que sería un placer para él, y que también yo lo hacía feliz.
Demasiado cursi todo.
Suspiré agotado y me dejé caer en el sofá, las heridas habían comenzado a dolerme un poco por tanto movimiento.
Ángel me llamó para preguntar si iría a casa esta noche, no podía dejar que me viera con las vendas así que le dije que me quedaría una noche más, ya que Rubén me aseguró que para mañana podría retirarme todo.
Ella aceptó y de fondo pude escuchar la voz de Johan, así que me quede tranquilo al saber que no estaría sola.
Mañana podría ir a la universidad, pero tendría que tener cuidado de no hacer movimientos bruscos.
Cenamos temprano esa noche y Asriel y yo volvimos a dormir juntos. Me desperté un par de veces de forma brusca, con la imagen del monstruo aún en mi cabeza, el chico a mi lado me meció como a un niño todas las veces, hasta que pude dormirme.
Rubén cambió mis gasas antes de irme y me sorprendí al ver que apenas quedarían un par de cicatrices, me dio indicaciones de lo que tenía que hacer al llegar a casa con ellas. También me prestó un celular que ya no usaba para que pudiera comunicarme, le agradecí enormemente el gesto.