Una hora antes.
Dragón sólido de ojos azules ya no estará con él. Kael hunde su rostro entre sus brazos, ahoga sus gruñidos agobiantes. Había regresado a América hace quince minutos.
Su baraja reposa a su lado, con todas las cartas boca abajo. Está decepcionado, su baraja es un fraude. Él es un fraude. Así como el camino recorrido desde su primer día en la Academia de duelos pasa a ser hilos, deshaciéndose en llamas angustiosas.
No tiene sentido para Kael. Confiaba en su baraja, creía en sus habilidades. Joey Wheeler fue el segundo mejor duelista del Reino de los duelistas, ¡siendo un novato! ¿Por qué él no avanza? Han sido duelos complicados, sí, pero su baraja no tuvo ni un solo momento para brillar, y él no ha demostrado ampliamente sus habilidades y conocimientos.
Una persona toma una de sus cartas. Kael oye un «mmm». Gira su cabeza y observa a un hombre, de rostro como piedra, tiene dos cicatrices a los lados de su nariz que finalizan hasta la comisura de sus labios, y cabello oscuro tan corto que no se puede peinar y superior en altura a Kael.
Su maestro se encontraba ahí mismo, analizando su baraja, carta por carta. Ellos no se comunicaban desde que Kael aprobó el examen para ir a la academia.
Su maestro es un duelista nómada, su baraja es del arquetipo «Kaiju», y la carta que encabeza esa baraja es Gameciel, el kaiju tortuga marina, ha ganado uno que otro torneo. Es todo lo que conoce Kael sobre él.
—Creí haberte enseñado bien, Kael. —Coloca cada carta boca arriba en la mesa en orden: monstruos normales, monstruos de efecto, cartas mágicas, cartas de trampa, cartas de fusión y las recientes cartas blancas—. Tu baraja no está equilibrada. Posees más de treinta monstruos, cerca de quince cartas mágicas y diez cartas trampa, no tomaré en cuenta la baraja extra.
—Antes de continuar con la crítica a mi baraja, ¿por qué estás aquí? ¿Cómo me encontraste?
—Vine a este lugar para tener un duelo con un viejo amigo. Y da la casualidad que el chico al que le enseñé este juego está deprimido aquí, frente a un restaurante, sin comida en su mesa, cuando normalmente es un glotón. Ya no me interrumpas. Tu baraja es un desastre.
Kael observa cada carta, y resume a su maestro Kester sus últimos duelos, con aspereza en su voz. Kester asentía mientras leía cada carta de Kael, enarcando la cena con la mayoría de estas. Mala señal.
—Claramente, tu malacostumbrado ego te hizo olvidar la mayoría de mis enseñanzas. —Señala las cartas, Dragón divino ragnarok, Señor de d y la Flauta convoca-dragones—. La fusión es más probable que obtener Señor de d y su flauta, en una baraja así, estorban más que aportar. —Kester señala a Saffira reina de los dragones e himno de luz—. Lo mismo sucede aquí, tu baraja no brinda soporte a cartas de ritual, solo provocarás que tomen el lugar de la carta que realmente te sería útil.
»Y no es necesario hablar de tus dragones cuyo efecto está relacionado con el revivir del cementerio. Solo posees tres cartas que apoyan ese estilo de juego. Y no hablaré demasiado de tu amado Dragón sólido de ojos azules, que prácticamente estaba solo en tu baraja. —Señala la baraja por completo, se abstuvo de hablar de las magias y trampas—. ¿Consideras esto una mejora?
Kael aguanta el aire en su pecho un par de segundos, piensa, pero no se le ocurren excusas. Es mejor evitar soltar palabras inútiles. Por un instante se quedó en blanco.
—Yo…, no sé qué hacer.
—¿A qué le temes, Kael?
—Temo perder. Que tras todo mi esfuerzo haciendo una baraja, fracase, que nunca consiga superar un duelo junto a ella. Es frustrante. Es odioso.
Kester toma asiento frente a kael. Chasquea tres veces la lengua.
—No importa qué tan buen duelista seas, podrás tener la mejor baraja, o poseer habilidades al nivel de Yugi Muto, aun así, llegará el momento en que sufrirás una derrota. Un duelista debe aceptarlo y aprender de los errores que cometió en ese enfrentamiento, tener en cuenta que sale mal con la baraja. Mantener la baraja sin modificar solo porque deseas que, tal como está, avance, no llegarás lejos.
»No, Kael, no serás un mejor duelista si te niegas a que tu baraja cambie, y si cada que te derrotan te pones a lloriquear. —Golpea la mesa con varias cartas que se esparcen formando una minúscula montaña de desorden—. Y empezarás mejorando tu baraja, esta vez lo harás realmente. Cambiarás.
Kael toma cada una de las cartas que le entregó su maestro. La mayoría forman parte de un arquetipo relacionado con un dragón.
—¿Cuánto tiempo llevas con todas esas cartas encima? —Kael observa un total de cinco monstruos tipo dragón que no poseía.
—Las tenía preparadas, por si sucedía nuestro reencuentro. Te soporté tres años, ¿qué esperabas? Deja las nimiedades y comienza a hacer tu nueva baraja. Esta vez con cabeza. Analiza, piensa y combina.
Kael coloca las cartas entregadas al lado de su actual baraja. Mira a su maestro, pero ladea su cabeza. Debe hacerlo solo. Cuando posa su mano en una carta, el hombre gruñe, lo que le indica que debe ignorarla. Cierra sus ojos. La baraja ideal es complicada.
—Recuerda mis lecciones —recalca Kester.
—Una baraja de estructura es un inicio temporal —recita Kael—, una baraja copiada no funciona si no la comprendes, no todos los arquetipos se acoplan a un duelista. Un duelista debe formar su propia baraja, debe sentirse a gusto con las cartas que elige, y mantener un equilibrio para no entorpecerse en un duelo. Esa baraja es tu compañero, y la carta as es tu campeón. Baraja y duelista deben ser una unidad.
Editado: 16.04.2025