En un día aparentemente ordinario, los satélites de la NASA, de SpaceX, de Rusia y del gobierno chino comenzaron a captar algo extraordinario. Un número incalculable de objetos masivos se acercaban a la Tierra, moviéndose en una trayectoria directa que desafiaba las leyes naturales de los cuerpos celestes. La alarmante precisión de su rumbo dejó en claro que no eran meros fragmentos de asteroides o cometas.
Los datos no dejaban lugar a dudas: en seis meses, estos enigmáticos visitantes llegarían a nuestro planeta. En un esfuerzo desesperado por evitar el pánico global, los gobiernos y agencias espaciales involucrados sellaron la información con el más alto nivel de secreto. Sólo los líderes más poderosos del mundo fueron informados, conscientes de que la amenaza podía ser devastadora.
A puertas cerradas, en reuniones secretas y videoconferencias cifradas, las naciones del mundo comenzaron a trabajar juntas en un plan de contingencia. La cooperación internacional se tornó indispensable, dejando de lado viejas rivalidades y desconfianzas. El objetivo era claro: preparar a la humanidad para lo desconocido y, si fuese necesario, defender la Tierra de una posible invasión.
¿Qué significaban estos objetos? ¿Quién o qué los controlaba? Y lo más inquietante, ¿qué ocurrirá cuando lleguen? El reloj ha comenzado su cuenta regresiva, y el destino del mundo pende de un hilo.