Yugo de las estrellas

Capítulo 9 - Entre las sombras del poder

El sol se alzaba una vez más sobre el desierto australiano, mientras el centro de control seguía siendo un hervidero de actividad y tensión. La Dra. Li Wei y el General Hayes trabajaban incansablemente para descifrar los últimos datos interceptados de los visitantes, conscientes de que cada minuto contaba.

"Nuestra prioridad es identificar el destino de estas transmisiones codificadas", dijo la Dra. Wei, ajustando sus gafas mientras escaneaba los códigos en la pantalla.

"Tenemos que adelantarnos a ellos", respondió el General Hayes, su voz firme pero llena de preocupación. "No podemos permitir que sigan utilizando nuestra infraestructura para sus propios fines."

En una suite de lujo en un rascacielos en Dubái, Mikhail Petrov contemplaba el horizonte desde el ventanal de su oficina. Con su cabello oscuro perfectamente peinado y su mirada fría y calculadora, Mikhail era el epítome del poder y la ambición. El teléfono en su escritorio sonó y él contestó de inmediato, reconociendo el número de su jefe y mentor, Ivan Petrov.

"Los mercados están en agitación, Mikhail", dijo Ivan desde Moscú. "Es hora de ajustar nuestras estrategias. Estas crisis siempre ofrecen oportunidades lucrativas para aquellos que saben aprovecharlas."

"Lo sé, Ivan", respondió Mikhail con una sonrisa apenas perceptible. "Ya he comenzado a mover nuestros activos y a preparar nuestras inversiones en las áreas más inestables. Los beneficios serán significativos."

Ivan asintió, complacido. "Sabía que podía contar contigo. Sigue con el buen trabajo y manténme informado."

Mientras la llamada terminaba, Mikhail se reclinó en su silla de cuero, recordando su camino hasta aquí. Nacido en las sombras de la antigua Unión Soviética, había aprendido desde joven a sobrevivir y prosperar en un mundo donde la lealtad y la moralidad eran meras ilusiones. Su ascenso al poder no fue accidental; fue meticulosamente planeado y ejecutado, con cada movimiento calculado para maximizar su influencia y riqueza.

Años antes, había comenzado su carrera en la inteligencia militar rusa, donde rápidamente destacó por su capacidad para manipular y explotar situaciones a su favor. Su talento no pasó desapercibido, y pronto fue reclutado por Ivan Petrov, un magnate de la industria armamentista con un apetito insaciable por el poder. Mikhail recordaba claramente el día en que conoció a Ivan. Fue en una opulenta mansión en las afueras de Moscú, donde Ivan lo invitó a unirse a su organización. "Tienes un talento natural para esto, Mikhail", le dijo Ivan, ofreciéndole un vaso de vodka. "Juntos, podemos alcanzar alturas inimaginables."

Desde entonces, Mikhail había trabajado incansablemente para consolidar su posición, utilizando su ingenio y falta de escrúpulos para superar a sus rivales. Ahora, mientras el mundo se tambaleaba ante la amenaza de los visitantes, veía una oportunidad de oro para expandir su imperio y asegurar su legado.

En Washington D.C., el Presidente Wilson recibía informes alarmantes de todo el mundo. La situación con los visitantes estaba alcanzando un punto crítico, y la necesidad de una respuesta coordinada era más urgente que nunca.

"Tenemos que actuar rápidamente", dijo el Secretario de Defensa Maxwell durante una reunión en la Sala de Situación. "Los datos que hemos interceptado indican que los visitantes están recopilando información sobre nuestras capacidades militares y económicas. No podemos permitir que esto continúe."

El Presidente Wilson asintió, su rostro serio. "Convoca una reunión con nuestros aliados más cercanos. Necesitamos un plan de acción conjunto."

En el campamento de refugiados en África, la Dra. Aisha N'Dour y el Dr. Amadou Diop seguían investigando las anomalías en los dispositivos médicos de los visitantes. La Dra. N'Dour, cada vez más preocupada, decidió tomar medidas.

"Tenemos que informar esto al CCT", dijo con determinación. "No podemos permitir que sigan utilizando a nuestros pacientes como conejillos de indias."

El Dr. Diop asintió. "Estoy de acuerdo. Pero debemos ser cautelosos. No sabemos hasta dónde llega su influencia."

En París, Sophie Dubois y su grupo "Libertad Digital" organizaban una gran manifestación frente a la embajada de los visitantes. La desconfianza y el miedo se habían apoderado del público, y Sophie estaba decidida a exponer la verdad.

"¡No podemos permitir que nos controlen con sus mentiras!", gritó a través del megáfono. "Exigimos transparencia y respuestas ahora."

La multitud coreaba su apoyo, y la tensión en las calles era palpable. Mientras tanto, en un edificio cercano, un hombre observaba con interés. Era un agente encubierto de Mikhail, encargado de monitorear la situación y reportar cualquier desarrollo significativo.

En Tokio, el Dr. Hiroshi Tanaka y su equipo trabajaban sin descanso en el firewall cuántico. Sabían que era su mejor defensa contra los intentos de los visitantes de infiltrarse en sus sistemas.

"Este es nuestro mayor desafío", dijo el Dr. Tanaka a su equipo. "Pero si logramos implementar este sistema, podremos proteger no solo a Japón, sino a toda la humanidad."

Mientras tanto, en el Vaticano, el Papa Francisco continuaba abogando por la unidad global. "En estos tiempos de incertidumbre, debemos recordar que somos más fuertes cuando estamos unidos", dijo durante una misa televisada. "Debemos enfrentarnos a esta amenaza con sabiduría y compasión."

En Dubái, Mikhail seguía moviendo sus piezas en el tablero global. Sabía que la situación con los visitantes podía desestabilizar aún más los mercados, y estaba decidido a aprovechar cada oportunidad. Su ambición no conocía límites, y veía en la crisis actual una chance única para consolidar su poder y riqueza.

Mikhail se levantó de su escritorio y se dirigió a la sala de reuniones, donde sus principales asesores ya lo esperaban. "Es hora de tomar decisiones importantes", dijo con una voz firme y autoritaria. "Tenemos que estar un paso adelante de todos los demás."




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