La noticia de la destrucción de Moscú recorrió el mundo como un viento helado, helando los corazones de aquellos que aún se aferraban a la esperanza. Las imágenes transmitidas por los pocos satélites que aún orbitaban la Tierra mostraban una ciudad en ruinas, una metrópolis reducida a escombros humeantes. No quedaba nada de la majestuosidad del Kremlin ni de la belleza de la Plaza Roja. Los Zýlon habían desatado su furia y, con la ayuda de sus monstruos Berserkers, habían convertido a Moscú en un páramo desolado.
En cada rincón del planeta, la moral de la humanidad menguaba. La resistencia, antaño valiente y decidida, ahora se tambaleaba bajo el peso de la desesperación. Las fuerzas humanas estaban siendo diezmadas, y cada batalla perdida era un golpe más a su ya frágil espíritu. Los Zýlon, seres de una crueldad inimaginable, dirigían a sus Berserkers con precisión letal. Estas abominaciones, una mezcla de biotecnología y ferocidad animal, arrasaban todo a su paso, dejando un rastro de muerte y destrucción.
Los relatos de los supervivientes eran desgarradores. Los Berserkers, con su fuerza sobrehumana y su sed insaciable de sangre, eran implacables. Los ejércitos humanos, a pesar de su valentía, caían como moscas ante su poderío. Las ciudades fortificadas se convertían en trampas mortales, y los refugios subterráneos eran descubiertos y destruidos sin piedad. La humanidad se encontraba al borde del abismo, y la caída parecía inevitable.
En medio de esta desesperación, los Zýlon emitieron un nuevo comunicado. Sus palabras resonaron en todas las frecuencias de radio y televisión, imponiéndose sobre cualquier otra transmisión. La voz del líder Zýlon, fría y desprovista de emoción, llenó el aire con un ultimátum que heló la sangre de los oyentes.
"Humanos, oponer resistencia es inútil. La destrucción de Moscú es solo un ejemplo de nuestro poder. Les ofrecemos una última oportunidad para salvarse. Ríndanse y serán esclavos, pero vivirán. Rechacen nuestra benevolente y misericordiosa oferta, y aniquilaremos al 90% de su especie inferior. Los pocos que queden serán utilizados como nos plazca. No hay escape, no hay esperanza. Decidan ahora, o enfrentaran el exterminio total."
La oferta de los Zýlon era clara y brutal. La supervivencia a cambio de la servidumbre, o la aniquilación casi total. Los líderes humanos, agotados y desesperados, se enfrentaban a una decisión imposible. ¿Podían entregar a su pueblo a la esclavitud para salvarlo, o debían luchar hasta el final, sabiendo que la derrota significaría la casi extinción de la humanidad?
Mientras los debates se desarrollaban en búnkeres subterráneos y refugios secretos, la realidad en la superficie era sombría. Las ciudades caían una tras otra, y los gritos de los heridos y moribundos llenaban el aire. La invasión de los Zýlon se volvía cada vez más letal, y la resistencia humana se desmoronaba.
En un último intento por unificar a la humanidad, un grupo de líderes se dirigió a la población mundial a través de una transmisión clandestina. Sus palabras, cargadas de desesperación y determinación, resonaron en los corazones de los que aún escuchaban.
"¡No podemos rendirnos! ¡No podemos entregarnos a la esclavitud! Lucharemos hasta el último aliento, hasta la última bala. No por nosotros, sino, por el futuro de la humanidad. ¡Resistid, hermanos y hermanas! ¡Resistid por los que ya no pueden, por los que vendrán después de nosotros!"
Pero incluso mientras estas palabras inspiraban a algunos, la realidad era ineludible. La humanidad estaba perdiendo la lucha. Las hordas de Berserkers seguían avanzando, y los Zýlon observaban desde sus naves, impasibles y seguros de su victoria. La resistencia estaba en su último aliento, y el crepúsculo de la humanidad se cernía sobre ellos como una sombra ineludible.