Yugo de las estrellas

Capítulo 20 - El Arma Definitiva.

La humanidad estaba al borde del abismo, pero no estaba dispuesta a caer sin luchar. Los líderes de China, Rusia y Estados Unidos, conscientes de la inminente derrota, se unieron en un último esfuerzo desesperado. Los mejores científicos y grupos de militares de estas naciones comenzaron a trabajar juntos en un proyecto ambicioso: el desarrollo de un arma definitiva que cambiaría el curso de la guerra. Esta arma, llamada Protón Destructor, se basaba en la tecnología de protones, con la esperanza de que su poder devastador pudiera eliminar a los monstruos Berserkers y las flotas de los Zýlon.

En un complejo subterráneo secreto ubicado en una región remota de Siberia, el trabajo avanzaba a un ritmo frenético. Las instalaciones, protegidas por capas de concreto y acero, eran un hervidero de actividad. Científicos y ingenieros de todas las disciplinas trabajaban sin descanso, enfrentándose a problemas técnicos complejos y a la presión de un tiempo que se agotaba rápidamente. La colaboración entre las tres potencias mundiales, aunque tensa en algunos momentos, era esencial para el éxito del proyecto.

El Dr. Li Wei, un físico de partículas de renombre de China, lideraba el equipo científico. A su lado, el Dr. Sergei Ivanov, un experto en tecnología militar de Rusia, y la Dra. Emily Carter, una ingeniera nuclear de Estados Unidos, combinaban sus conocimientos y experiencia para superar cada obstáculo. El ambiente estaba cargado de tensión, pero también de una determinación férrea. La humanidad dependía de ellos.

"Necesitamos aumentar la estabilidad del flujo de protones," decía la Dra. Carter mientras revisaba una serie de cálculos en una pizarra digital. "Si no logramos mantener la coherencia, el arma podría colapsar antes de disparar."

"Estamos trabajando en ello," respondió el Dr. Ivanov, ajustando un prototipo del Protón Destructor. "Los materiales que tenemos no son ideales, pero con algunos ajustes podríamos lograrlo."

Mientras los científicos continuaban su trabajo, los militares se preparaban para el gran contraataque. Generales y estrategas de los tres países coordinaban planes, diseñando una ofensiva que, con suerte, podría repeler a los invasores Zýlon. Los entrenamientos eran intensivos, y los soldados eran instruidos en el uso de la nueva arma. La esperanza era palpable, pero también lo era el miedo. Todos sabían que esta era la última oportunidad.

En una reunión de alto nivel, el General Zhang Wei de China, el General Aleksandre Petrov de Rusia, y el General Jonathan Hayes de Estados Unidos, discutían la estrategia final.

"El Protón Destructor estará listo en 72 horas," informó el General Petrov. "Debemos coordinar nuestras fuerzas para un ataque sincronizado."

"Nuestros pilotos están listos," afirmó el General Hayes. "Pero debemos asegurarnos de que los Berserkers sean neutralizados antes de lanzar el ataque principal."

El General Zhang asintió. "Nuestras fuerzas terrestres se encargarán de eso. Tenemos que confiar en nuestros científicos y en la valentía de nuestros soldados. No hay margen para el error."

Durante esos días finales, la colaboración entre las tres naciones se intensificó. Los recursos y las tecnologías fueron compartidos sin reservas. Las diferencias políticas y culturales se desvanecieron frente a la amenaza común. La humanidad estaba unida, al menos en esta última lucha desesperada.

Finalmente, el día llegó. El Protón Destructor, una imponente estructura de metal y cables, estaba listo para ser desplegado. Los científicos, exhaustos pero esperanzados, realizaron las últimas pruebas y ajustes. El Dr. Li Wei, con un destello de determinación en sus ojos, se dirigió a su equipo.

"Hemos hecho todo lo que hemos podido. Ahora es el turno de nuestros soldados. Que la suerte esté de nuestro lado."

El Protón Destructor fue transportado a un lugar estratégico, protegido por un contingente de soldados de élite. La batalla final estaba a punto de comenzar. En los cielos, los cazas y bombarderos de las tres naciones se preparaban para atacar las flotas Zýlon, mientras que en tierra, los tanques y la infantería se disponían a enfrentarse a los monstruos Berserker.

La primera ola del ataque fue devastadora. Los Berserkers, sorprendidos por la ferocidad y coordinación de la ofensiva humana, comenzaron a retroceder. El Protón Destructor, operado por un equipo de técnicos y militares, disparó su primer rayo de protones. La energía concentrada atravesó a los Berserkers, desintegrándolos en una explosión de luz y calor. La moral de los soldados humanos se elevó al ver la eficacia del arma.

"¡Funciona!" gritó uno de los técnicos, mientras una ovación estallaba en el centro de mando.

Pero la alegría fue breve. Los Zýlon, enfurecidos por la osadía humana, lanzaron una contraofensiva brutal. Triplicaron la potencia de su invasión, desplegando nuevas bestias de combate. Estas criaturas, conocidas como Xylosianas, eran feroces lobos bípedos sin pelo, ágiles y mortales. Luchaban junto a los Berserkers, creando una fuerza imparable.

El campo de batalla se convirtió en un infierno. Los soldados humanos, a pesar de su valentía y del poder del Proton Destructor, no podían contener la nueva oleada de enemigos. Los Xylosianas cazaban a sus presas con una precisión aterradora, y los Berserkers, ahora apoyados por estas bestias, redoblaron su brutalidad.

El General Hayes, observando la masacre desde el centro de mando, apretó los puños con frustración. "¡No podemos rendirnos! ¡Sigan luchando!"

Pero la situación era desesperada. El Proton Destructor, aunque poderoso, no podía hacer frente a la cantidad abrumadora de enemigos. Las líneas humanas se rompían, y el caos reinaba en el campo de batalla. Las comunicaciones eran fragmentadas, y los soldados se encontraban aislados, luchando por sus vidas.

En un intento final de cambiar el rumbo, el Dr. Li Wei y su equipo ajustaron el Proton Destructor para un disparo masivo, con la esperanza de eliminar una gran parte de las fuerzas Zýlon de una sola vez. La energía se acumuló en el núcleo del arma, creando una tensión palpable en el aire.




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