A pesar de que Alex Thompson y su grupo de resistencia lucharon valientemente durante varios meses, al final perecieron a manos de los Zýlon. Los invasores, que ya conocían los movimientos de los rebeldes, habían permitido que creyeran en una esperanza, solo para jugar con ellos y aplastar cualquier atisbo de libertad. La dura realidad se impuso con brutalidad cuando los Zýlon aniquilaron a los rebeldes de las formas más crueles y despiadadas, dejando un precedente y borrando cualquier vestigio de esperanza.
Varias décadas después, la Tierra, ahora un territorio completamente transformado por la tecnología alienígena, se convirtió en una fortaleza impenetrable. Los invasores establecieron su dominio absoluto, utilizando a los humanos como esclavos y recursos biológicos. Las ciudades fueron reconstruidas según sus diseños, y la historia de la humanidad se reescribió bajo su perspectiva.
Los invasores, satisfechos con su conquista, se aseguraron de que la humanidad nunca más pudiera levantarse. Los niños crecieron sin conocer la libertad, y las generaciones futuras solo supieron de un mundo gobernado por seres superiores. Los recuerdos de resistencia se desvanecieron, reemplazados por una aceptación resignada de su destino.
La sociedad humana, tal como se conocía, quedó destruida. Las antiguas civilizaciones y sus logros fueron enterrados bajo nuevas estructuras y monumentos que glorificaban a los Zýlon. Los humanos eran utilizados para labores agotadoras, con sus fuerzas y habilidades explotadas hasta el límite. La vida bajo el dominio Zýlon era dura, y cualquier atisbo de rebelión era aplastado sin piedad.
En las áreas rurales, ahora desprovistas de la flora y fauna nativa, los humanos trabajaban interminables horas en campos agrícolas diseñados para alimentar a la población Zýlon. Los esclavos eran vigilados constantemente por drones y guardias Zýlon, que no toleraban ninguna insubordinación. En las ciudades, los humanos eran sometidos a experimentos genéticos, diseñados para crear una raza de esclavos aún más eficiente y sumisa.
La tecnología alienígena dominaba todos los aspectos de la vida diaria. Implantes y dispositivos de control mantenían a los humanos bajo constante vigilancia, y cualquier intento de comunicación secreta era rápidamente detectado y castigado. Las máquinas de terraformación continuaban operando, alterando el clima y la geografía del planeta para hacerlo más adecuado para los Zýlon.
En este nuevo mundo, los cuentos de la antigua resistencia se convirtieron en mitos olvidados. Los sacrificios de Alex Thompson y su grupo, así como de otros valientes que habían luchado contra los invasores, se desvanecieron en el tiempo. Las historias de valentía y lucha fueron reemplazadas por relatos de sumisión y obediencia.
Los niños nacidos en esta era no conocían otra realidad que la del yugo Zýlon. Crecieron creyendo que su lugar en el universo era servir a sus amos alienígenas. Las escuelas, controladas por los Zýlon, inculcaban una ideología de inferioridad y servidumbre. La libertad, un concepto abstracto y sin significado, dejó de ser una aspiración.
Bajo un cielo eterno, la historia de la humanidad se convirtió en un recordatorio sombrío de su caída. La lucha y el sacrificio de aquellos que resistieron se perdieron en el tiempo, y el mundo que una vez conocieron quedó sepultado bajo la sombra de sus conquistadores. La esperanza, extinguida, dio paso a una oscuridad perpetua, donde la humanidad vivió y murió como los sirvientes de sus amos alienígenas.
En un rincón oscuro del universo, la Tierra se mantuvo como un ejemplo de dominación absoluta, una advertencia silenciosa para cualquier otra especie que osara desafiar la supremacía de los invasores. Y la luz de la esperanza, que una vez brilló intensamente, se apagó, dejando tras de sí un legado de sumisión y olvido.
El planeta azul, ahora un bastión de poder Zýlon, reflejaba la total victoria de los invasores. La resistencia humana había sido completamente erradicada, y el espíritu indomable de la humanidad, que una vez había luchado contra todas las adversidades, se desvaneció en el olvido. Los Zýlon, en su cruel conquista, habían logrado no solo someter a la humanidad, sino borrar su esencia misma. La Tierra, bajo su dominio, era un testamento de la oscuridad que podía consumir incluso la luz más brillante de la esperanza.