La fría noche comenzaba a templar mi cuerpo. Mi caminar era apresurado, mi búsqueda de calor la provocó. Ya quería llegar... a tomar un buen café.
¿Será que está cerrado?
Pensé. No quería que estuviera cerrado. Quería ir. Necesitaba ir. Verla, hablarle.
No sé por qué razón, pero esa rubia se había metido en mi mente. Su ruda personalidad me había dejado sorprendido, al igual que su carácter fuerte pero al mismo tiempo dulce.
Era un dilema.
Todos estos días estuve ocupado con la empresa. Ni siquiera pude tener la oportunidad de volver a visitar esa cafetería que pocas veces frecuenté. No sé muy bien la razón, pero quería ir.
Tal vez sea por la duda de saber el nombre de aquella chica de cabellera dorada. Desde el primer momento en que la vi, algo me decía que ella era diferente de las demás Maids, de las demás chicas, de todos los demás.
Ya faltaba poco para llegar. No sabía si podía estar cerrado, lo único que sé es que es nocturno. Curioso para un café de Maids.
Crucé el último callejón que faltaba y llegué.
Estaba cerrado.
Maldije para mis adentros por creer que estaría abierto a estas horas de la noche.
Vaya suerte la mía.
Decidí retirarme del lugar, pero un sonido interrumpió mi camino. Al parecer era un grito. Me detuve a escuchar mejor.
-N-no. ¡Suéltame! ¡¡SUÉLTAME AHORA!! AYUDA. ALGUIEN AYÚDEME POR FAVOR.
Esa voz me parecía conocida. Luego escuché otra. Al parecer habían dos personas allí.
-... Quédate quietecita y no te lastimaré, gatita.
¿Pero qué? Estaban haciéndole algo malo a alguien allí dentro. La voz de ese hombre sonaba tan psicópata. Rápidamente decidí interferir antes de que esa persona resultara lastimada.
Antes de dar la patada que la abriría, escuché un débil susurro que me partió el corazón.
-Ayúdenme... por favor... Que...alguien... me...
La puerta abrirse provocó un gran estruendo, haciendo que sobresaltara a las dos personas allí presentes.
La escena que vi era horrible.
Un hombre adulto, de unos 40 y algo, estaba sujetando con una mano a una Maid, mientras que con la otra exploraba su cuerpo. Ella tenía sus ojos cerrados, y su expresión estaba afligida. Al ver mejor pude darme cuenta de que esa era la Maid de cabellera rubia de la cual no sé el nombre.
El coraje invadió cada centímetro de mi cuerpo, mientras que la ira comenzaba a nublar mi vista. Rápido y sin pensarlo dos veces, le propiné un golpe en la cara a aquel hombre. Él cayó, dejando a la chica en el suelo.
Me acerqué a ella, y al parecer estaba inconsciente. Seguramente se desmayó por la agónica situación en la que estaba. Las lágrimas aún rodaban por su pálida piel, dejando un rastro seco que desaparecía. Se veía tan vulnerable.
Alcé mi vista al tipo, y vi que se acercaba a mí, con intenciones de todo menos buenas. Rápidamente reaccioné y dejando a la rubia en el suelo, también me acerqué a él.
Lanzó un golpe en mi dirección, el cual yo detuve sin problemas con mi mano derecha. Sus movimientos eran torpes, se notaba que no sabía pelear. Pero para su mal, yo sí.
-Por qué no te metes con alguien de tu tamaño. ¿O es que acaso eres tan débil que te metes sólo con chicas? –Le dije. Su cobardía me resultaba demasiado inquietante. Sólo quería que pagara por sus actos—
Con mi mano izquierda golpeé nuevamente su cara. Y soltándole el puño, ahora con la derecha le di otro golpe certero, el cual provocó que cayera al suelo.
Me hinqué hacia donde estaba y pude ver que lo dejé inconsciente.
Decidí terminar con esto de una vez por todas y llamar a la policía. No sin antes darle una patada al tipo inconsciente en el suelo.
¿Qué? Se lo merecía.
...
Unos minutos después llegaron los oficiales y se llevaron a aquel depravado, con cargos por intento de abuso. Detestaba a personas como él. Me producían asco.
Un oficial, aparentemente médico la revisó superficialmente. Dijo que no tenía nada grave, sólo que se desvaneció por cansancio. Se ofrecieron a llevarla a su casa, pero yo les dije que me encargaría. No sé por qué lo hice, sólo sé que cuando menos me di cuenta, ya estaba en mi auto acostada en el asiento trasero.
Sólo espero que de verdad esté bien.
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Todo es negro. La helada brisa pega contra mí causándome frío. Creo que mis parpados pesan toneladas, porque me es difícil abrirlos. Siento unos brazos cargándome delicadamente al tiempo que camina. Escucho retumbar unos latidos que van a ritmo calmado. Abro levemente mis ojos y logro ver una fachada con un gran jardín antes de volver a quedarme dormido.
...
Un buen rato después me despierto. La superficie sobre la que estoy acostado se siente muy suave. Me remuevo entre las sábanas aterciopeladas para conciliar nuevamente el sueño, pero al ver que no logré nada, decidí levantarme.
Editado: 12.05.2018