Yurio Wa Maid Desu Ka?

Capítulo 3: ¿Maid Personal? Triplemente Idiota

 

 

Tuve que explicarle a mi amigo Pichit lo que había sucedido. Obviando la parte de lo que pasó en el café, claramente.

Sólo le dije que se había sentido mal y la traje a mi casa hasta que despertara.

-Ah, ya veo. ¿Entonces no eres su Maid? –Preguntó Pichit a Yura—

-No. –Ella lo miraba como si lo fuera a matar. Creo que le cayó un poco mal el comentario de mi amigo—

El ambiente se tornó tenso. Esto me hizo sentir verdaderamente incómodo.

-¿No serías mi Maid personal? –Dijo mí no muy inteligente amigo Pichit—

-¡¿Ah?! ¡¿Tengo cara de p*** barata?! –Su lenguaje usado para expresarse me sorprendía. Vaya chica—

-Lo siento, lo siento. Es que eres tan mona. Además de que cocinas. Yo necesito a alguien así, soy un desastre como cocinero. –Quedó cabizbajo un momento y luego levantó su vista hacia mí— Te envidio Yuuri~

-Pero que mie... Espera, ¿Cocina?... ¡¡¡Mi Pirozhki!!! –Gritó alterada antes de salir corriendo a la cocina. Creo que está cocinando algo. Esta chica. Ni siquiera me pidió permiso—

Pichit y yo nos miramos extrañados, para luego soltar una risa.

 

Rato después, llegó Yuri con una bandeja y una especie de pan.

Suspiró aliviada. –Por suerte no se quemaron—

-¿Qué es esto? –Pregunté tomando uno de los humeantes bocados. Mala idea— ¡Ay!

-¡Idiota, están calientes, todavía no los tomes! –Me regañó con mala cara apartando la bandeja— Estos es Pirozhki. Es un plato de mi país natal.

-Se ven deliciosos. Y huelen muy bien. –Dijo Pichit olfateando—

-Pues claro. Los hice yo. –Yuri formuló una sonrisa victoriosa, agitando la cabeza de lado a lado—

-¿Podemos comerlos?

-Hay que esperar a que se enfríen.

Dejó la bandeja encima de la mesa. Realmente se veían deliciosos.

-Esto ¿Yura-chan?-

-Sí ¿Qué pasa?

-¿Quién te enseñó a cocinar? –Preguntó Pichit con curiosidad—

Yuri bajó la mirada. Diablos ¿Ahora que habrá dicho Pichit? Le miré de mala manera, recibiendo una negativa confundida de éste.

-¿Yura? ¿Pasa algo? –Le toqué el hombro derecho al ver que no respondía—

-No... no pasa nada. –Levantó la mirada. Sus ojos estaban algo tristes, no me gustó para nada verla así— Fue mi abuelo. Siempre se tomaba el tiempo de enseñarme. Él era una gran persona. –Una media sonrisa triste adornó sus labios—

Nos quedamos en silencio un rato.

-Bueno. Creo que ya se enfriaron los Pirozhki. Tomen uno.

-¿Yo también puedo, Yura-chan?

-Sí, como sea. No me importa. –Se encogió de hombros al tiempo que mordía el pan—

-Gracias. –Dijo el piel de canela para agarrar uno de la bandeja—

...

 

Terminando de comer el Pirozhki de Yura, Pichit se fue, dijo que después hablaríamos de algo relacionado a la empresa. Yo subí a mi cuarto y me di un baño para arreglar mi descuido mañanero. Cuando estuve listo me dispuse a llevar a Yura a su casa. Ella dijo que mejor y la dejara de una vez en el trabajo, pero unas cuadras antes para que no malpensaran.

Pasando un rato ya estábamos llegando, íbamos en silencio, ninguno hablaba.

-Oye, Katsuki.

-¿Mmm? –Dije sin apartar mi vista del camino—

-N-no creas que te voy a tratar diferente ni nada por el estilo. Tú me salvaste, estoy muy agradecida por eso, pero hasta ahí. –Espetó con seriedad—

-Mmmm, está bien. Tampoco es que esperara algo. –Suspiré algo pesado. No sé la razón del suspiro, aunque nadie sabe que los provoca ¿No?—

-Eso sí. Te debo una. Si necesitas algo no dudes en pedírmelo.

-¿En serio? –Volteé a verla sorprendido—

-Claro. Lo que tú hiciste no lo haría cualquiera. –Pude ver que en su rostro formó ¿Una sonrisa? Volví mi vista a la carretera levemente sonrojado. Se ve muy linda sonriendo— Yo devuelvo mis favores. Soy hom... mujer de palabra.

-S-sí.

De ahí no hablamos más hasta llegar.

-Llegamos. Dos cuadras antes. ¿Así está bien?

-Sí. Gracias por traerme, cerdo.

-De nada, rubia gruñona. –Dije haciendo un saludo militar—

-Idiota. Rió un poco, bajando del auto—

Me despedí con la mano antes de dar marcha al trabajo.

-Esa chica es un caso. –Negué un par de veces por su peculiar forma de ser—

.

.

.

 

Bajé del carro y le devolví su despedida con un ademán.

El día estaba soleado. La cálida brisa movía mis dorados mechones suavemente por el aire. Hacía calor, pero no mucho, era una tarde perfecta para salir al parque. Lástima que tenía trabajo.



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En el texto hay: comedia, yurionice, yuyuu

Editado: 12.05.2018

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