Yuri se encontraba en el lugar que podía llamar casa, ya que había dejado de ser un hogar desde hace mucho, quedando sólo como otro departamento cualquiera de Japón.
Estaba preparando unos huevos con tocino de cerdo <<Jaja, cerdo>> para desayunar, cuando el timbre de su puerta sonó, haciéndole colocar los huevos medio cocidos de la sartén al plato para ir a atender a su visitante, que tocaba insistentemente.
-¡Ya voy! –Gritó mientras se deshacía del delantal para ir a atender a la puerta. Abriéndola se encontró con un hombre uniformado de color azul mezclilla— ¿Sí, diga?
-Entrega para el señor Plisetsky Yuri ¿Se encuentra?
-Sí, soy el mismo.
-Bien. Firme aquí, aquí y aquí. –Dijo extendiéndole un papel e indicándole los lugares a firmar. Luego de marcar el dichoso papel el hombre le hizo entrega de una pequeña caja con un llamativo listón azul— Aquí tiene.
-¿De parte de quién?
-Lo siento, no puedo decirle. –Sin más, se retiró del domicilio del rubio—
-¡Sí, que tenga un buen día también! –Exclamó desde la entrada al hombre que ni se despidió como se debía, como que lo grosero se pega—
Chasqueó su lengua antes de volverse a adentrar a su casa.
...
Yuri estaba con el mentón en la mesa, viendo fijamente el empaque que minutos atrás le había sido entregado.
¿Debía abrirlo? ¿Y si era una clase de bomba, un gas venenoso o trampa mortal que le saltaría en la cara?
No se ve peligroso... desde fuera.
Acercó su mano para tocar con el dedo índice un par de veces antes de apartarlo rápidamente. Parpadeó un poco sin observar cambios en el objeto.
-¿Qué será esto? ¡Dime qué eres! –Exigió al objeto inanimado, sin recibir respuesta alguna. Qué bien, ahora estaba hablando con cosas que no le pueden responder— ¡Ay, ya no puedo más! ¡Qué me explote en la cara entonces!
Dicho eso, abrió la caja con cuidado, encogiéndose al levantar la tapa como si fuera a explotar, cosa que no pasó. Abrió un ojo, y al ver que estaba ileso, decidió ver qué era lo que contenía.
En su interior albergaba una caja de celular de... ¡¿Último modelo?!
Pestañeó un par de veces para cerciorarse que lo que veía era real, siéndolo.
Agarró la caja con sus manos temblorosas y con sumo cuidado de que no cayera. Quitando la etiqueta levantó la solapa, dejando ver una monstruosidad de aparato.
-¡¿QUÉ?! ¿Acaso es una Tablet? –Leyó la portada y cerciorándose de que era un celular, lo extrajo de forma delicada, viendo debajo de éste una línea activa extranjera con unas cuantas -muchas- tarjetas de recarga— ¿Quién me mandó esto? –Vio al teléfono como si fuera una maravilla que no debería estar allí, y es cierto, no debería—
Era de gran tamaño, casi asemejando a una tableta, y su grosor era tan delgado que no parecía que tuviera batería o cosa alguna adentro. Su color resaltaba, yendo desde lo elegante de lo dorado hasta lo básico opaco del mismo. Era simplemente hermoso. Pero lo que casi le corta el aire es la funda que visualizó en el fondo de la caja, un hermoso estampado de Animal Print adornaba ese bello complemento telefónico.
Quién sea que fuera la persona que le envió ese celular, le conocía muy bien.
Demasiado.
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Cámara exterior, cámara frontal, táctil de rápida reacción, aplicaciones que hasta te toman el pulso. Todo eso y más es lo que le revisaba Yuri al semejante avance tecnológico que tenía en manos, como si fuera creación extraterrestre.
-Yura-san, ¿Y eso? –Se acercó Sala con un aire sorprendido por el aparato que tenía el chico en manos— A poco tienes para comprarte algo así.
-No sé. Me lo trajo un repartidor ayer a mi casa.
-¿Y quién te lo mandó? ¡Wow, es un IPhone 9! ¡Ni siquiera han salido a la venta! –Dijo la morena tomando el teléfono en manos, admirándolo con tal emoción, como si no fuera real—
-Agh, yo que sé, el malnacido grosero no me quiso decir. ¡Y no lo toques que lo rompes! –Dijo intentando quitárselo a su compañera—
-¡Déjamelo un rato más! –Insistía sin querer entregarle el celular—
-¡No, dame mi teléfono!
-¡No quiero~!
Así se enfrascaron en una pelea por el objeto de gran valor. Siguieron así un rato jaloneando y gritando insultos en sus idiomas natales cuando llegó Yuko, propinándoles un par de golpes en la cabeza que los dejaron quietos.
Editado: 12.05.2018