Z

Cómo el mundo se fue a la mierda...

En este cuarto solo me acompaña el frío suelo y unas voces desesperadas junto con sus gemidos pidiendo que alguien los salve. A mi lado se haya una luz, un banco, una silla y un libro con pluma. Luz, irónicamente en el presente es un lujo tenerla... Me levanté de ese rincón y camine hacia este libro, siento que al sentarme algo me lleva a querer escribir mientras redacto mi maldita vida en este nuevo mundo que algunos llaman Z, donde contamos los días como ''Z-days'', y donde la mayoría habla el idioma de las balas; Disparan y luego preguntan. Un mundo donde evitamos pensar en aquellos que murieron y se convirtieron en zombies, en el que evitamos pensar en cómo podríamos llegar a morir. Empiezo a escribir y mi mente empieza a revivir momento por momento, como si de una película antigua se tratase.

Era una mañana como todas, pero todo iba a cambiar. —¡Amor! ¡¡Me voy!! — Grité — Extraño... No hay nadie. Ya se debió ir de seguro. — Dije.

No parecía un día diferente. Me subí al subte para ir a trabajar y antes de darme cuenta, el timbre sonó y bajé del tren. Me dirigí hacia mi trabajo. Una vez llegué fui a preguntarle a mi jefe, Pablo, donde se encontraba mi compañero de trabajo, pues no lo había visto y necesitaba de él para cierta nota en base a grandes pandemias de la antigüedad. —¡EU, PABLO! —Grité mientras entraba al edificio. —Primero se dice ''Hola'', pero... ¿Que pasa? —Me respondió entre risas.

—Si. Hmm, lo siento. ¿Tenes idea de donde está Germán? — Pregunté mientras miraba hacia mis alrededores. —Nah, ni idea... Yo voy a estar en mi oficina. Vos llámalo y si es necesario, anda hasta su casa. —Me dijo un tanto despreocupado.

—Sí, eso voy a hacer.—Dije.

Una vez llegué al subte... —Debería de ir a la casa de Germán a preguntar, pero, un día que me tome no está mal... —Pensé.

Cuando me subí al subte mi primera imagen fue una multitud ansiosa por bajar e irse a sus casas. De repente un sonido penetró mi oído... Un sonido que indicó que comenzaría el descontrol, un sonido anárquico. Unos soldados entraron de manera fugaz y empezaron a evacuar a todos los civiles. En ese momento mi cabeza se quedó en blanco — Que está pasando? Que hago? — Mi cabeza se llenó de preguntas que fueron detenidas por una voz.

—Salga de aquí civil. Salga ya o no nos haremos cargo de futuros riesgos. —Dijo un soldado.

—Emm.. ¿Que? —Pregunté sin comprender la situación.

—Sigame y no diga nada. Apresurese a subir. — Dijo mientras revisaba la escalera.

—¿¡Que mierda esta pasando!?

—No es un simulacro, pero tampoco se lo puedo revelar. — Dijo agitado —¡Cuidado! ¡Apártese! — Gritando. Se escuchó un golpe, un golpe hacia un humano que parecía tener la piel podrida. —¡¿Qué es eso?! ¿¡Por qué le pegaste a ese hombre!? ¡Responde! — Exclamé con miedo. —Hágame caso, y váyase a su casa lo antes posible. Aléjese de las personas que estén tosiendo o estornudando. — Dijo mientras se desvanecía entre la multitud de personas que corrían asustadas.

Mientras me dirigía al departamento mi mente deliraba, —¡Que carajos hago! ¿Qué está pasando? ¿Luciana estará bien? — pensé.

Una vez en el departamento, Luciana me besó la frente y me preguntó: ''¿Qué pasa?''. Procedí a contándole mi día. Ella prende la tele y me dijo: ''Estuvo pasando en todo el mundo por lo que se ve en las noticias, aconsejan no salir afuera''. Ví la televisión y comencé a pensar.

—Eso debe ser...

—''Debe ser...'' ¿Qué? — Me preguntó.

—Cuando venía, un hombre de extraño aspecto nos atacó a un gendarme y a mí.

Alguien golpeó fuertemente la puerta. Luciana se fijó en la mirilla de la puerta y vió a un vecino, Jorge. Para que ella no estuviera en riesgo, fui y le abrí. Él se abalanzó sobre mí y entré en shock, mientras veía su mandíbula castañeando, pensaba: ''Que me va a pasar?'' y lo único que vi fue sangre... Sangre humana, sangre de mi amada, Luciana. Un grito de parte de mi ser explotó en la sala y un golpe hacia el moribundo hizo cesar el grito convirtiéndose en un llanto que derramaria sobre la cara de Luciana. —Sant. Si es verdad lo de las películas, matame, o lo haré yo —Dijo con pocas fuerzas. —No puedo hacerlo... —El llanto se apoderó de la situación y el monstruo se levantó para dar batalla. Agarré un cuchillo de la cocina y maté a la bestia. Un ruido se dispersó en la sala. Por la furia y exaltación no me di cuenta que había pisado la caja torácica de mi amada agonizante. —Por un error, me ayudaste. Ahora, apuñalame Sant y acaba ya con esto. Hazlo por favor. — Dijo llorando. —¿Te veré de nuevo? — Dije acariciando su suave pelo. —En los sueños, en cada mujer que veas y cuando partas, te esperare en los brazos de dios. — Dijo con fé.




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