Quise soportarlo, de verdad lo intenté, pero era demasiado.
El dolor punzante en el brazo se extendía como fuego líquido, ardiendo en cada terminación nerviosa. La pierna apenas la sentía, más que por los espasmos involuntarios que sacudían mi cuerpo cada vez que intentaba moverme. La pérdida de sangre me envolvía en un letargo pesado, como si el mundo a mi alrededor se desdibujara en un eco distante, lejano e inalcanzable.
Lo último que escuché fue la voz de una mujer. No era Alma. Era una voz más madura, firme y autoritaria, pero con una extraña calidez oculta en su tono.
—¡Ayúdenlos! —exigió, con una mezcla de desesperación y orden incuestionable.
Mi vista nublada trató de enfocarse en Alma, en esos ojos cafés llenos de lágrimas, en su rostro desfigurado por el miedo. Quería decirle algo, cualquier cosa, pero la negrura me arrastró antes de que pudiera formar siquiera una palabra.
Y entonces, nada.
Negro.
Oscuridad absoluta.
Lo que vino después fue... extraño.
Soñé. Pero no fue un sueño normal.
No era como esos recuerdos vagos y sin forma que se desvanecen apenas abres los ojos. No. Era algo más real, más tangible, como si estuviera sumergido en una realidad alterna, diferente a la mierda en la que se había convertido mi mundo.
El lugar era hermoso de una forma surrealista. Fantasía pura.
El suelo era de piedra y madera, con texturas que parecían sacadas de un videojuego de rol, de esos que solía ver en YouTube antes de que todo se fuera al carajo. Las casas eran pequeñas, rústicas pero acogedoras, iluminadas por una luz cálida que contrastaba con el aire frío que sentía en mi piel.
¿Frío?
Joder, sí, lo sentía.
Podía notar la brisa helada acariciando mi rostro, filtrándose entre mis ropas. Podía oler el aroma a madera vieja y humedad, mezclado con un leve toque a comida recién hecha.
Esto no era un simple sueño.
Caminé, o floté, no lo sé. Solo me desplacé siguiendo a un joven de cabello blanco.
Su expresión era seria, ensimismada, como si estuviera sumido en pensamientos profundos, calculando, resolviendo problemas que parecían mucho más grandes que él.
Entonces apareció ella.
Era pequeña. No en el sentido de baja estatura, sino realmente pequeña. De espaldas, cualquiera diría que era una niña de unos doce o trece años, pero cuando la vi de frente...
Joder.
Su rostro tenía la madurez de alguien que había vivido demasiado, ojos grandes y cafés que transmitían un cansancio antiguo, como si cargaran siglos de historia en su mirada. Su nariz achatada y sus facciones suaves le daban un aire infantil, pero su piel era diferente, con una hermosura extraña, casi etérea.
Y su cuerpo…
Era delgada, sí, con una complexión que rozaba lo frágil, pero su silueta estaba lejos de ser infantil. Tenía curvas en los lugares exactos para volverte loco, un contraste perturbador entre su apariencia juvenil y la sensualidad inherente de su forma, su figura era frágil, desnutrida incluso, pero con una elegancia natural. Sus pechos eran pequeños, pero en su diminuto cuerpo parecían perfectamente proporcionados. No era como Evelyn, con su figura voluptuosa y provocativa, ni como Alma, con su esbelta fragilidad inocente. Esta mujer era otra cosa. Algo difícil de describir, pero imposible de ignorar. . Era el tipo de belleza que no se veía a simple vista, sino que se iba revelando poco a poco.
La observé con atención, notando el leve parecido con el joven de cabello blanco. ¿Su madre?
No podía ser.
O tal vez sí.
El color de su cabello no coincidía, pero quién sabe, quizás era mi cerebro rellenando los vacíos con los clichés de fantasía que conocía.
La casa en la que estaban tenía una atmósfera cálida, pero cargada de tensión. Podía sentirlo en el aire, como electricidad antes de una tormenta.
Me acerqué, sin poder evitarlo, y escuché.
Discutían.
—No puedes simplemente ignorarlo —dijo ella, su voz firme pero con un matiz de preocupación.
—No estoy ignorándolo —respondió el joven, con un tono seco, casi molesto—. Solo… no sé qué hacer con eso.
—No tienes opción —replicó ella, con un suspiro cansado—. Eres el Renacido.
El Renacido.
Un ser poderoso.
Un título sacado de una de esas historias otakus que antes llenaban internet junto con los K-dramas y la música pop coreana.
Genial.
Estaba atrapado en un sueño que parecía un anime isekai genérico.
Si no fuera porque mi propia historia también parecía una maldita película de zombis, me habría reído.
Pero no lo hice.
Porque, aunque todo esto no tenía sentido…
Se sentía real.
Demasiado real.
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Editado: 10.04.2025