En ese momento, todo lo que había estado tratando de ignorar, minimizar o simplemente justificar como una suerte absurda o coincidencia genética... encajó. Como si un rompecabezas retorcido, hecho con pedazos de mí mismo, finalmente hubiera encajado de golpe en mi cabeza. Aquella vez que casi me desangro por el disparo de Guillermo, y cómo, apenas unas semanas después, ya podía mover mi brazo sin ayuda, sin dolor, como si nada hubiera pasado. O mi pierna, atrapada en esa trampa oxidada en medio del bosque, sanó con una rapidez que no tenía ningún sentido. No era casualidad. No era suerte. Y mucho menos era "fuerza de voluntad". Había algo más. Algo oscuro. Algo metido en mis células, en mi sangre. Algo... inducido. Y ahora lo sabía.
—Además —intervino el Dr. Meléndez desde el video, con esa voz suya que siempre me pareció ajena, como si hablara para sí mismo más que para los demás—, los patrones de memoria en ambos sujetos están comenzando a... actualizarse. Observamos una creciente coherencia en los recuerdos recuperados, aunque aún persisten ciertas lagunas que, desde el punto de vista metodológico, consideramos necesarias para garantizar la estabilidad emocional y la continuidad del proyecto.
"¿Actualizarse?", pensé, tragando saliva. Una palabra que, fuera del contexto de una computadora, se sentía monstruosa. No estaban simplemente observando nuestros recuerdos, los estaban… manipulando. Reescribiendo. Jugando a ser dioses de carne y bata blanca. Me sentí enfermo. Como si cada momento que había compartido con Evelyn, cada caricia, cada mirada nerviosa, incluso esa vez que lloramos en silencio uno junto al otro en la oscuridad, pudiera haber sido… una fabricación. Una historia metida a la fuerza en mi cerebro como si fuera un maldito archivo de video descargado de internet.
"¿Y si ni siquiera la conocí realmente? ¿Y si todo eso que sentí... no era mío?"
Mi pecho se apretó. Había tanto dolor metido en ese pensamiento que me costaba respirar. Me llevé una mano al rostro, como si pudiera esconderme de esa posibilidad, como si taparme los ojos pudiera borrar la verdad que ya estaba ardiendo dentro de mí.
—Por lo tanto —continuó el Dr. Salazar, que hablaba más rápido, con una voz aguda y tensa, como si la urgencia lo estuviera consumiendo por dentro—, hemos decidido que la siguiente fase requiere un manejo más cercano, más... integrado, de los sujetos. El Dr. Meléndez tomará la responsabilidad directa. Los trasladará a un entorno semicontrolado y establecerá una narrativa establecida que justifique tanto su presencia como su relación emocional.
La palabra “narrativa” me golpeó en la cara como una cachetada. ¿Nuestra relación era parte de un guion? ¿Un libreto? ¿Una obra de teatro macabra montada para que nosotros jugáramos a ser humanos, sin saber que solo éramos... actores? ¿Marionetas?
Meléndez, el mismo que me había sonreído como si de verdad le importáramos, volvió a hablar. Su rostro, proyectado en la pantalla, era más frío de lo que lo recordaba. Vacío. Calculador. Como si ya no quedara nada humano en él, solo la sombra de un propósito que lo había devorado desde dentro.
—Se les hará creer que soy el abuelo de Evelyn —explicó con una calma escalofriante—. La figura familiar facilitará la integración emocional de ambos sujetos dentro de una comunidad cerrada. Además, reducirá las posibilidades de sospecha sobre el origen de su vínculo y su comportamiento anómalo.
Cerré los puños. Los nudillos me crujieron. La insistencia de Evelyn con que su "abuelo" sabía manejar armas, que la había criado, que la protegía. Todo eso que me dijo una y otra vez, con esa voz temblorosa, con lágrimas en los ojos, ¿era una mentira implantada? ¿Hasta sus miedos eran artificiales?
Me sentí como un idiota. Como un tonto al que le vendieron una historia y se la tragó completa, sin masticar.
—Es crucial enfatizar —añadió el Dr. Salazar, volviendo a tomar la palabra con un tono más agitado— la aceleración celular que ocurre cuando los sujetos Z-R y Z-E entran en contacto físico prolongado. La energía vital de ambos se multiplica exponencialmente. Sin embargo, este fenómeno conlleva un alto riesgo de inestabilidad genética. De ocurrir una concepción, las posibilidades de mutación son impredecibles, y el resultado podría ser... catastrófico.
La cámara hizo un primer plano al rostro de Salazar. Sus ojos estaban abiertos como platos, y su mirada no era científica. No era clínica. Era la de alguien al borde de un colapso emocional. Estaba desesperado.
—Bajo ninguna circunstancia —dijo con una pausa dramática que casi pareció ensayada— debe permitirse que Evelyn quede embarazada. El virus latente en sus organismos podría reconfigurarse en una nueva cepa, posiblemente incontrolable, que mezcle lo peor de ambas estructuras genéticas. El resultado sería una mutación biológica que podríamos no ser capaces de contener. Por ello, debe limitarse cualquier contacto sexual entre ellos. Incluso el contacto físico no reproductivo debe ser monitoreado cuidadosamente. Cada roce, cada impulso, cada deseo podría alterar la composición celular de forma irreversible.
Tragué aire... y no pude evitarlo. Me reí. Una risa seca, amarga, casi cínica, que salió sola, sin permiso. Como si mi cuerpo ya estuviera tan harto que necesitara reír para no gritar.
—Demasiado tarde, cabrones —solté, apenas en un susurro, pero con los dientes apretados—. Ya lo hicimos. Como conejos. Varias veces. Y ahora ella está embarazada. Perdida. Y yo ni siquiera sé dónde demonios está...
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Editado: 13.04.2025