Zafiro se puso pálida de repente que el hombre al darse cuenta la toma por un brazo y la sienta en un sillón, de la tienda. Mientras ella piensa que todo aquello que le había dicho era algo imposible.
— ¿Se encuentra bien? ¿Quiere un vaso de agua?
— No, no, estoy bien. Es que todo esto es una sorpresa para mí. No lo creo, pero estoy dispuesta a escuchar.
— Creo que deberíamos dejarlo para mañana. Parece usted cansada.
Lo estaba. Era como si aquella conversación le hubiese robado toda la energía. Además, tenía muchas cosas que hacer en su casa, para estar allí perdiendo el tiempo. Con aquel hombre que ya le tenía nerviosa con todas aquellas cosas que le decía.
— ¿Puede volver mañana por la mañana? Con las pruebas de las que hemos hablado.
— Por supuesto. ¿Por qué no me deja que la lleve a casa?. —Pregunto él, señalando la limusina que estaba aparcada en la puerta.
— No, gracias. Vivo muy cerca de aquí y, francamente, me apetece dar un paseo.
— Está nevando. Y está haciendo mucho frío señorita.
— No importa. Vuelva mañana, a partir de las diez.
— Lo haré. Y espero que esté dispuesta a ir a Kadar... si las pruebas le parecen concluyentes.
— Yo...
— Al menos, escúcheme señorita Zafiro.
— Muy bien, lo intentaré. Pero no le garantizo nada.
— Hasta mañana entonces.
¿Qué había pasado? ¿Era un sueño todo aquello? Pero, ¿cómo podía ella ser una reina? Si le hubiera dicho simplemente que habían encontrado a sus padres biológicos, estaría encantada. Pero que era una reina… Sin embargo, ¿y si era verdad? Y su pasado era eso que ella tanto quería saber, pero una reina por Dios…
Ella paso el resto de la noche buscando toda la información que pudo sobre Kadar. Como era un país muy pequeño, pero recordaba haber visto al en una revista sobre ese país. Por fin, encontró uno con un capítulo entero dedicado al pequeño país. En ello se mencionaba el golpe de Estado, y algunos detalles de la familia real.
Zafiro leyó y releyó las páginas de aquella revista, sin dejar de leer una y otra vez lo que decían de la familia real. Las preguntas le daban vueltas en su cabeza como los copos de nieve en el aire hasta que empezaron a pesarle los párpados y las letras de la revista volvieron borrosas. Se quedó dormida sin darse cuenta hasta que la luz de la mañana empezó a entrar por los cristales de la ventana de su cuarto.
Se levanto y fue al baño se arreglo y fue a la cocina por un poco de café y tostada. Luego se vistió para ir a la tienda, salió de su casa, ya que la tienda quedaba a unas cuadras de allí. Cuando llego y habría la tienda, Se dio cuenta de que él había vuelto. Justo cuando ella estaba entrado llego él y se le acerco.
— Buenos días, señorita.
— No me diga que me estaba esperando. —Ella fingió con sorpresa.
— Llevo aquí una hora esperándola.
— Ya veo, como que no fue a dormir a su hotel.
— ¿Qué?
— Olvídelo, pase está nevando y hace frío. —Zafiro abrió la puerta y paso primero y luego él.
— Dígame trajo lo que me dijo.
— La verdad es que sí. —Dijo él, mostrándole un maletín de piel.
— Aquí traído la documentación que me ha llevado hasta usted.
Zafar Nejem dejó el maletín sobre el escritorio y se quitó los guantes de piel, que guardó en los bolsillos del abrigo de cachemir.
— ¿Quiere enseñarme los documentos ahora?.
— Claro si le parece bien...
— ¿Por qué no los tenía ayer?
— Primero tenía que comprobar que era usted de verdad. Espero que lo que llevo aquí la convenza.
— Ya veremos. —murmuró Zafiro.
— Esta es la ruta que la Reina Katya y su marido, ellos tomaron un viaje de Kadar a Estados Unidos con identidades falsa. Como ve escondían su identidad, de modo que todo lo que le estoy diciendo es cierto, esta documentación está comprobada, mi querida Zafiro.
Aquello que le decía aquel hombre era verdad, como que todo su mundo se derrumbaría por tener la vida que tenía, pero seguían incrédula con lo de ser reina.