Zaphara

CAPITULO I

Carlota

Llevo varias horas, desde que sorprendí a mi hermano con mi novia, llorando. Mi vida no tenía ya sentido, mi propia familia me odiaba creo que lo mejor que hago es irme de esta mierda que llamo vida. Mis pies me llevan hasta las viejas murallas. Allí busco la más alta de todas, he dejado un mensaje para que todo el mundo vea la mierda de familia que me ha tocado, me empiezo a mover hasta que llegue al vacío. De pronto me veo tumbada y sobre mí los ojos más hermosos que nunca haya visto, y una dulce voz me reclama por haber intentado suicidarme.

Yo: "De mí no sabes nada..."

Hermosa: "Pues ya va siendo de qué me des la explicación que me merezco."

Yo: "Si eso quieres eso tendrás, y que sepas que no me hago responsable de las consecuencias. Hace unos pocos años descubrí que era lesbiana. Ver a una mujer exuberante me ponía a tono, pero ver a chicos igual de espléndidos no tenía ningún efecto sobre mi libido. Desde el momento en que mis padres lo supieron mi vida se convirtió en un infierno, ahora duermo en un cuchitril, todas mis pertenencias, el portátil, algunas joyas, y mi ropa están ocultas en cajones de madera, hechos con palés. Mi novia es ahora la novia del inútil de mi hermano mayor..."

Hermosa: "Quiero que confíes ciegamente en mí, sólo puedo prometerte que dedicaré hacerte feliz toda la eternidad, ¿confiarás en mí Carlota?"

Carlota: "Confiaría más si supiera el nombre de la persona a la que estoy contando mi vida..."

Hermosa: "Ups, se me olvidaba, me llamo Luna de Mendizábal y ahora te vendrás conmigo a mi humilde casa."

Vino una impresionante limusina, en dónde la Srta. Luna de Mendizábal me invitó a subir, dentro de la misma era entrar en un mundo donde el lujo y la lujuria compartían espacio. Cuando la Srta de Mendizábal se sentó a mi lado, noté sus suaves manos atraían mi rostro hacia el suyo, no tardamos en sentir como nuestros labios se acomodaban mutuamente.

Luna

Mientras daba un paseo nocturno, por la parte antigua, una agradable sensación inundó todo mi ser, era algo que mi mentora me había advertido. Había encontrado a mi Alma, cuando la vi subirse a lo alto de las murallas un miedo cerval me invadió, y sólo tuve la opción de mostrarme cómo lo que soy, una vampiresa, para impedir que me abandonase.

Cuando la tumbé sobre la vieja muralla impidiendo que se suicidase, una oleada de recuerdos, creo que suyos, entra en mi mente. Nadie de los que veo los conozco, mientras veo en mi cabeza esos recuerdos mi voz le recrimina lo que estuvo a punto de hacer. Me incorporo y, con cierta delicadeza, hice lo propio con Carlota, al tenerla frente a mi tuve que hacer ímprobos esfuerzos para no convertirla antes de tiempo, ya que solamente unos pocos conocen el secreto para que el Sol no te lastime, entre ellos estoy yo, llamé a mi chófer para que viniera con el coche pequeño.

Cuando se subió a mi "limusina" la dejé caer apoyada en mi, mientras lloraba sin consuelo. Al sentir como sus brazos me rodeaban me estremecí y tuve que, nuevamente, realizar un esfuerzo para no embriagarme con su dulce néctar rojo. Durante el viaje hasta mi hogar, estuve haciendo todo lo posible para tranquilizarla. Al llegar al mismo, ordené al servicio que la llevasen a la habitación de invitados, y que prepararse la otra habitación para ella, entretanto yo me personaría en su casa y sus padres "amablemente" me darían todas sus pertenencias aparte de que iniciarían "voluntariamente" el proceso de emancipación de mi pequeña Alma Gemela.

Cuando la dejé con mi gente, no había vampiros entre ellos, me fui con mi chófer, que también es un vampiro que ha servido en mi familia desde tiempos inmemoriales, en una vieja furgoneta hacia la casa de mi compañera eterna. En mi mente pasan las imágenes de cuando la transforme en una vampiresa, igual que yo y le revele el secreto. No tardé en llegar a la casa en dónde mi niña pasó su infancia y su adolescencia, cuando toqué el timbre pude escuchar unas maldiciones, supongo que no debe ser agradable que te molesten cuando te vas a descansar, así que me quito mis lentes de color azul para mostrar el verdadero color de mis ojos, un vino tinto.

Hombre: "¡¿Quién se atreve a molestar mi descanso?!"

Luna: "Tengo que hacerle una proposición. Y mi tiempo es oro, ¡Así que me abre urgentemente!"

El hombre me abrió y su rostro demostraba mucha molestia.




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