Zed de Zoe

CAPÍTULO IV

Hemos regresado a clases, estoy un poco distraída, sumergida entre mis pensamientos, me siento un poco incomoda sabiendo que, a pocos metros de mí, se encuentra Zed, vuelvo mi mirada hacia él, está concentrado en la clase, me concentro, empiezo a estudiar sus gestos inconscientemente.

  • Zoe. – Escucho a lo lejos. – Zoe, despierta. – Zed vuelve su mirada hacia mí y yo reacciono de una manera muy torpe.
  • ¿Por qué me miras? – Le pregunto en un tono nervioso y aparentando estar enfadada.

Zed suspira y desvía su mirada hacia el frente ignorándome completamente.

  • Deberías estar más atenta a la clase. – Responde Dorian con un todo burlesco.

Y antes de poder iniciar una discusión, la maestra me pide salir del salón, el estrés empieza a envolverme, no puedo creer hasta donde he llegado, no soy capaz de contenerme a mí misma.

  • ¿Sucede algo? Te noto bastante agotada, además, ¿Qué te ha sucedido? – Pregunta la maestra tomándome con cuidado de la mano.
  • Estoy bien, no ha sido nada grave. – Retiro mi mano de sobre las de ella.
  • Espera aquí un momento.

La maestra regresa al aula y yo pego mi frente contra la pared, mi cabello anaranjado cubre mi rostro.

  • Zoe, el presidente de la clase te llevará a la enfermería, él te acompañará el resto del día, procuren no asesinarse el uno al otro, tienen mucho trabajo. – Dice la maestra.
  • No lo hagas más difícil, no quiero involucrarme sentimentalmente contigo. – Dice Zed.

Mi estómago se contrae.

En mi mente, no puedo creer lo cruel que es el destino, gracias a él, me encuentro tal y como estoy, no soportaría un día entero junto a él.

  • Maestra, creo que estoy bien, permítame regresar al aula. – Le suplico, desviando mi mirada de odio hacia Zed.

No hayo respuesta, pues la maestra se escabulle dentro del aula, cerrando la puerta frente a nosotros.

Me siento miserable.

  • Todo es tu maldita culpa, de no haber sido por tu culpa, me encontraría cumpliendo mi sueño.

Zed empieza a caminar con dirección a la enfermería, tal parece que le desagrada la manera en que me dirijo hacia él.

  • Eres un maldito mal educado, acaso, ¿No te enseñaron a respetar? – Zed clava una mirada helada en mí, la cual provoca inmediatamente que me contenga, logra dejarme en silencio.
  • No lo hagas más difícil, si cooperamos, este, tu infierno, pronto terminará. – Sus palabras son cálidas, no hielan como lo hace su mirada.

En silencio, empiezo a caminar tras de él, pronto llegamos a la enfermería, Zed abre la puerta, sin importar que, sigue siento atento y muy amable.

  • Espera, hay un lugar que sé, me tranquilizará, no quiero estar en este lugar, no estoy enferma o algo así. – Ahora que le veo de frente, es bastante atractivo, se muestra comprensible.
  • ¿Qué sugieres? – Pregunta.
  • Vamos al lago, de seguro, estaremos mejor allá.

Zed da media vuelta, y empieza a caminar hacia el lago.

Quizá no este del todo mal el que tengamos un día libre, no puedo acomodar mis ideas, por un momento le odio, y al otro, no siento nada hacia él.

Llegando a la zona verde, que está frente al lago, Zed me pregunta.

  • ¿Dónde quieres estar? – Sin responderle, avanzo tomando la delantera.

Zed me sigue el paso, pronto llegamos a una mesa que está bajo la sombra de un inmenso árbol, muy parecida a la mesa en donde Isaac cruzó sus palabras conmigo.

Zed se tumba sobre un costado de la mesa, y yo hago lo mismo, el estar en jean me facilita estar más cómoda.

Hay silencio.

Es incómodo.

Las hojas de los arboles bailan con la fresca brisa, es relajante.

  • Tenemos mucho trabajo por hacer. –  Le digo.
  • Ya me he encargado de todo. – Responde.

Asombrada y sintiéndome inútil, me levanto de mi lugar para verle, parece estar agotado.

  • A que te refieres con “Me he encargado de todo” – Tiene sus ojos cerrados, su cabello también baila con la suave brisa.

No responde. Veo como se desvanece, hasta caer en un profundo sueño.




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