Hemos regresado a clases, estoy un poco distraída, sumergida entre mis pensamientos, me siento un poco incomoda sabiendo que, a pocos metros de mí, se encuentra Zed, vuelvo mi mirada hacia él, está concentrado en la clase, me concentro, empiezo a estudiar sus gestos inconscientemente.
Zed suspira y desvía su mirada hacia el frente ignorándome completamente.
Y antes de poder iniciar una discusión, la maestra me pide salir del salón, el estrés empieza a envolverme, no puedo creer hasta donde he llegado, no soy capaz de contenerme a mí misma.
La maestra regresa al aula y yo pego mi frente contra la pared, mi cabello anaranjado cubre mi rostro.
Mi estómago se contrae.
En mi mente, no puedo creer lo cruel que es el destino, gracias a él, me encuentro tal y como estoy, no soportaría un día entero junto a él.
No hayo respuesta, pues la maestra se escabulle dentro del aula, cerrando la puerta frente a nosotros.
Me siento miserable.
Zed empieza a caminar con dirección a la enfermería, tal parece que le desagrada la manera en que me dirijo hacia él.
En silencio, empiezo a caminar tras de él, pronto llegamos a la enfermería, Zed abre la puerta, sin importar que, sigue siento atento y muy amable.
Zed da media vuelta, y empieza a caminar hacia el lago.
Quizá no este del todo mal el que tengamos un día libre, no puedo acomodar mis ideas, por un momento le odio, y al otro, no siento nada hacia él.
Llegando a la zona verde, que está frente al lago, Zed me pregunta.
Zed me sigue el paso, pronto llegamos a una mesa que está bajo la sombra de un inmenso árbol, muy parecida a la mesa en donde Isaac cruzó sus palabras conmigo.
Zed se tumba sobre un costado de la mesa, y yo hago lo mismo, el estar en jean me facilita estar más cómoda.
Hay silencio.
Es incómodo.
Las hojas de los arboles bailan con la fresca brisa, es relajante.
Asombrada y sintiéndome inútil, me levanto de mi lugar para verle, parece estar agotado.
No responde. Veo como se desvanece, hasta caer en un profundo sueño.