Zehra. Un nuevo comienzo

Capítulo 2 - Tejiendo lazos en la Mansión Hassad. (Editado)

Zehra siguió a la señora hasta la sala, donde se encontraban Hilda y el señor Amir. La niña, no parecía tener más de diez años y exhibía una inteligencia palpable, lo que hizo que Zehra pensara, que Hilda en solo ver a las niñeras, podía de alguna manera intuir las intenciones de sus niñeras anteriores. Además de eso, la pequeña parecía frágil, pálida y delgada lo que hizo sospechar a Zehra que últimamente la salud de la niña no había sido la mejor.

 

– Hilda, saluda a Zehra. Ella es tu nueva niñera. – dijo su padre, empujándola suavemente hacia adelante.

 

– Hola, mi nombre es Hilda Hassad. Me alegra mucho conocerte. – expresó la niña, sonriendo con dulzura a Zehra.

 

– Yo igual, Hilda. Mi nombre es Zehra Mesut.

 

– Creo que se llevarán muy bien. – comentó la abuela con una sonrisa.

 

En ese momento, la niña se acerca a la joven sin timidez alguna, la toma de la mano y le dice:

 

– Zehra, ¿puedes hacerme unas trenzas?

 

– Por supuesto, vamos. – respondió la joven.

 

La niña la llevó a su habitación, decorada con delicados tonos pasteles y juguetes bien ordenados. Al sentarse en la cama, Zehra comenzó a tejer sus trenzas con dedos hábiles y cuidadosos, sintiendo la suavidad del mismo entre sus manos.

 

– ¿Sabes como hacer trenzas? – preguntó la niña, un tanto indecisa, como si temiera haber hecho una petición imprudente.

 

– Sí, sé hacerlas. – respondió Zehra, con una sonrisa tranquilizadora.

 

Luego de una breve pausa, la niña siguió conversando con ella.

 

– Zehra, ¿eres de aquí?

 

Hilda, parecía ser una niña muy extrovertida según la primera impresión de la joven, lo que desmentía los rumores sobre su supuesta caprichosidad.

 

– No, soy de una ciudad lejana.

 

– ¿Eres de Estambul?

 

– Sí, soy de allí.

 

– ¿Y por qué has venido aquí después de vivir en una ciudad tan bella?

 

– ¿Cómo sabes que es bella? ¿Conoces Estambul? – preguntó, intrigada la joven.

 

– Fui una vez con mi padre y mi abuela. Tenemos una casa allí.

 

– Oh, que bueno. Pero dime, Hilda, ¿vas a la escuela?

 

Respondió Zehra, cambiando de tema, para no abrumarla con sus razones de porqué decidió mudarse.

 

– Sí, mañana empiezo nuevamente. Hoy no fui porque no me sentía bien.

 

– ¿Estabas enferma?

 

– Sí, hoy recién me recuperé.

 

– Entiendo. ¿Tienes alguna tarea por hacer? – preguntó, queriendo asegurarse de que la pequeña estuviera al día con sus estudios.

 

– Sí, pero solo poca cosa. – respondió Hilda, restándole importancia.

 

– ¿Quieres que te ayudes luego de merendar?

 

– Claro, gracias.

 

Ante su respuesta, Zehra continuó tejiendo las trenzas, sintiendo que estaba empezando a contruir un vínculo especial con Hilda. Ahora para la joven, la casa con todos sus rumores y secretos, parecía menos intimidante al conocer a la dulce y conversadora niña.

 



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En el texto hay: historia, romance, drama

Editado: 02.06.2024

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