Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

2. Me han salvado la vida

Siento miedo, preocupación y mucho terror. Toda mi vida he estado bajo entrenamientos donde me preparan para momentos como este y aun así siento mucho miedo.

—¿Señor Kiharu? —Aún tengo activa esta llamada en el sistema de transmisión.

—Ok, escúchame y comunícale esto al resto de la élite: ¡enseguida regresen a sus casas!

—¡Entendido, señor!

La transmisión se corta con el caos aumentando significativamente, los ciudadanos se escuchan muy alterados, sus gritos resuenan en los cristales de los altos edificios, les vemos correr por las callen sin rumbo fijo, haciendo que el orden sea más difícil de alcanzar para la fuerza armada. Aquellas unidades de la fuerza armada, que ya se encontraban por el área, buscan despejar a los civiles de esta zona y al parecer no lo están logrando.

—Quizás este no es el caos que te prometí, este es mucho más grande —dice Ashtaria mientras me acompaña a hacer cortos estiramientos de piernas.

—Genial, a por ellos.

Aún no termino de salir de los jardines del Palacio cuando nuevamente me entra la notificación de otra llamada, se trata de mi hermano Handul, líder de la fuerza armada de Mikadea. Sí, lo sé... demasiadas llamadas en tan poco tiempo.

—¡Kiharu, dime que estás con Ashtaria!

—Sí, estamos aquí, bajo una enorme y desconocida nave.

—Chicos, de la nave nodriza está empezando a salir una flotilla y les aseguro que son muchas navecitas —nos informa Ashtaria, quien se encuentra observado la nave que flota en el cielo.

Vuelvo a subir la mirada al cielo nocturno... Esto no pinta bien. Estoy esperando que Handul dé una orden.

—Ya contacté al resto de la élite, por ahora ustedes dos son lo únicos que está en medio del siniestro. Mientras todos llegamos, traten de mantener a los ciudadanos a salvo —ordena Handul—. Ashtaria, ten cuidado por favor.

—Y yo hermano... Preocúpate por mí, por favor.

—Tú cállate, bastardo —fue sus últimas palabras antes de cortar la transmisión.

Mi hermano siempre se ha preocupado por Ashtaria, desde niños los tres siempre hemos estados juntos y ambos la hemos protegido hasta de lo insignificante. Es algo de familia, la necesidad de tener algo que proteger.

Handul creció con rencor y nuestra relación no es de las mejores, él vive irritado, es violento hasta cuando no tiene que serlo y si te vas a meter con él tiene que ser por algo realmente serio, ya que él es el heredero al trono que ocupa mi padre y su orgullo rasca los cielos. Aun cuando yo soy el hijo mayor, no puedo llegar al trono por no ser hijo de la reina.

Ambos corremos hacia la calle para iniciar con nuestro primero objetivo: movilizar a todos los ciudadanos para que se mantengan en un lugar seguro, siendo los bunkers subterráneos los mejores lugares para permanecer hasta que nos deshagamos del invasor. Todas las edificaciones que se construyen en Mikadea mantienen bunkers bajo ellas, ya que nuestro un planeta a veces suele recibir intensas llamaradas de nuestra estrella, lo cual podría afectar nuestra salud, y por tal razón, cuando se nos informa de tal evento, debemos protegernos bajo tierra y dentro de una estructura a prueba de prácticamente todo.

Nuestros plateados nanotrajes resalta entre los ciudadanos y llama la atención de los que están cerca, esto lo aprovechamos para levantar nuestras voces y así dar las indicaciones. Muchos de ellos conocen el protocolo frente a las invasiones, pero hay otros que se asustan y olvidan lo que deben hacer.

El enemigo lanza sus primeros disparos y golpea sobre los cristales de varios de los edificios de la ciudad, son disparos de energía fotónica, muy efectivos. El grito y el llanto son los primeros en apoderarse de la ciudad, el terror predomina por todas pardes. Todo el caos empeora cuando los próximos disparos son lanzados contra los ciudadanos y frente a mis ojos varios son asesinados.

—¡Esos disparos se ven letales, de ser alcanzados ni el modo defensa nos salvaría! —me grita Ashtaria, quien está a poca distancia de mí.

—¡Tranquila!, ¡no es para tanto, no creo que llegue a matarnos! Nuestros nanotrajes podrán resistirlo —le grito mientras voy trasladando un grupo de civiles.

Otro disparo cae muy cerca y me ciega al instante, y al recupera la visión veo a algunos ciudadanos muertos frente a mí.

«Los ciudadanos siguen muriendo… ¡Maldición!».

Podría llamar a una nave de la fuerza armada para pilotearla e ir a atacar a todas estas naves, pero son muchos enemigos, y yo solo no puedo enfrentarlos. Lo mejor que puedo hacer es salvar a la mayor cantidad de ciudadanos que me sea posible.

Algunos ciudadanos siguen muriendo frente a mis ojos, pero tengo que ser fuerte y continuar con el objetivo principal.

Fui entrenado para soportar toda clases de tristezas que puedan surgir de una guerra, pero aun así sigue siendo difícil para mí. No hay ser vivo que pueda ser tan frío e indiferente frente a los cuerpos sin vida de padres de familia e hijos, lo doliente que puede resultar el encontrar el cuerpo sin vida de amigos que uno siempre solía saludar al salir a las calles, porque sí... aquí está muerto, es el señor que me saludaba al salir del palacio todas las tardes, él solía esperar frente al portón del palacio por la salida de su esposa, pobre mujer que justo ahora está regada en el suelo, llora desconsoladamente sobre el cuerpo sin vida de su esposo.

—Señora... venga con nosotros, es peligroso quedarse aquí —le extiendo la mano, pero está muy devastada como para hacerme caso.

Al principio fue difícil separarla de su amado, pero con ayuda de Ashtaria logramos levantarla y convencerla para que entrara al edificio más cercano.

—Veo que reconoces al señor y también a la señora —la respiración de Ashtaria es agitada—, no te preocupes por ella, estará fuera de peligro dentro de los bunkers.

—Sí...

Ashtaria y yo continuamos movilizando al resto de las personas que aún siguen con vida; mientras lo hacemos vuelvo a sentir esa preocupación que siempre me atormenta, no dejo de vigilarla, de vez en cuando la busco con la mirada para asegurarme que ella esté bien y que no sea golpeada por alguno de esos disparos.




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