No saben cuánto odio cuando alguien interrumpe algo que realmente estoy disfrutando hacer. Es como cuando estás maravillado viendo una lluvia de meteoritos y de repente llega tu padre a regañarte por haber destrozado el juguete de tu hermano. ¡No todos los días se ve una lluvia de meteoritos!, ¡y no todos los días te armas de valor para invitar a la mujer que te gusta a cenar! Pero justo cuando estoy disfrutando de una cena en compañía de Ashtaria, los crooler aparecen para arruinarlo todo.
El caos en la ciudad vuelve a emerger por segundo día consecutivo. Los ciudadanos huyen hacia los bunkers, recordando la experiencia de ayer. Desafortunadamente, muchos no llegan a su destino y son asesinados por los crooler. Hay gente muriendo.
Cuatro crooler se aproximan corriendo hacia nosotros. Tienen un aspecto aberrante, una estatura promedio y sabemos que su escamosa piel es muy difícil de atravesar. Hace una órbita llegaron a Mikadea para robar una gran cantidad de materia prima, y si regresaron ayer a nuestro planeta, es porque saben que tenemos recursos valiosos, como nuestras escasas reservas de oro.
—Kiharu, hace tiempo que no tengo un duelo cuerpo a cuerpo, ¡estoy emocionada! —exclama Ashtaria, con los ojos brillantes de emoción... y de venganza.
—Entonces vamos, es hora de degollar croolers — respondo, sonriendo levemente y golpeando la palma de mi mano con mi puño.
Si queremos derrotar a un crooler, debemos cortarle la cabeza; la piel del cuello no es tan resistente como el resto de su cuerpo.
El primer crooler se acerca. Le doy una de mis mejores patadas en el pecho y luego le golpeo la cabeza. Otros crooler vienen hacia mí, logro saltar sobre él, caigo sobre sus hombros y le quiebro el cuello con un agresivo giro de cabeza.
Volteo para ver cómo le va a Ashtaria, y veo que ella no está teniendo problemas. Con gran soltura y precisión, tiene a su oponente prácticamente acabado. Tengo que admitir que es excelente en combate cuerpo a cuerpo.
El enemigo me sorprende con un ataque por la espalda justo cuando estaba distraído mirando a Ashtaria. El golpe es devastador, me lanza violentamente contra la pared de un edificio. El impacto es tan fuerte que me deja aturdido, y una oleada de dolor me atraviesa la cabeza, haciéndome tambalear.
«Maldición…, tengo que estar más atento», pienso mientras me levanto del suelo.
Entre el humo y los escombros, diviso la figura de Ashtaria luchando contra dos crooler en una batalla desigual. Sin dudarlo, me lanzo a toda velocidad, saltando entre los restos del caos que dejó mi colisión con la pared. Mi corazón late con fuerza al ver que la situación de Ashtaria se deteriora rápidamente; ahora son tres las siluetas que se suman para golpearla sin piedad. Mi determinación se intensifica mientras me acerco, decidido a intervenir y protegerla a toda costa.
—¡Ashtaria, resiste! —grito angustiado, corriendo hacia ella.
La urgencia de llegar junto a Ashtaria y derrotar a los cinco crooler me embarga. Cada segundo que pasa, más enemigos descienden de las naves, formando una amenaza abrumadora. Es evidente que no podemos enfrentar a todos por nuestra cuenta.
Antes de que pueda alcanzar a Ashtaria, dos crooler se interponen en mi camino, obstaculizando mi avance.
—¡Ashtaria, cambiaré a modo ataque! ¡Tú mantén el modo defensa, por favor! —mi voz resuena por encima del estruendo de las explosiones, pero no logro escuchar la respuesta de Ashtaria entre el caos que nos rodea.
Mi nanotraje cambia de color negro a grisáceo, formando una armadura metálica más delgada. Uso las nanopartículas restantes para crear armas afiladas y resistentes. En ambas manos, formo largas cuerdas metálicas que lanzo como si fueran látigos, enrollándolas alrededor de los cuellos de los crooler y degollándolos en un rápido movimiento.
Después de eliminar a los crooler, busco con la mirada a Ashtaria, pero no la veo. La preocupación se apodera de mí.
De repente, un grito escapa de mis labios al sentir una puñalada en mi costado. Otro crooler me ha atacado, y parece que lleva consigo una daga metamorfa que emerge de su brazo. Siento el filo de la daga perforando mis músculos, torturándome con cada movimiento. Antes de que pueda reaccionar, otro crooler se interpone frente a mí y descarga un poderoso puñetazo en mi rostro. El golpe es tan contundente que me hace caer al suelo de inmediato. Mientras estoy en el suelo, el crooler intenta atravesar mi pecho con sus enormes dagas, pero, antes de que lo logre, consigo crear dos extremidades metálicas tras mi espalda y rápidamente les vuelo las cabezas.
Tirado en el suelo, con el rostro apoyado en el pavimento, mi mente lucha por mantenerse clara. Cuando logro divisar el cuerpo de Ashtaria, veo una duplicación, una imagen borrosa y distorsionada. La sensación de que el suelo se mueve bajo mí solo aumenta mi confusión y mareo.
A pesar de la distorsión visual, percibo que un par de crooler están agrediendo a Ashtaria sin piedad. Otros crooler los rodean, deleitándose con el espectáculo de violencia. Aunque no entiendo su idioma, el desprecio y la burla en sus gestos son evidentes. Mi impotencia y rabia crecen con cada segundo que pasa.
—¡Vengan aquí, malditos! —mi grito resuena con fervor, logrando captar la atención de varios de ellos.
Los crooler se dirigen hacia mí, pero estoy indefenso en el suelo, incapaz de levantarme. Sé que mi situación es desesperada, que mi destino podría estar sellado. Creo que esta es mi última batalla, mi última resistencia.
Sorpresivamente, algo salpica sobre mi rostro. Es la amarga y verdosa sangre crooler. Un crooler acaba de caer muerto sobre mí, y detrás de él aparece Ashtaria en modo ataque.
—Agradéceme luego —dice con una sonrisa, aunque su rostro está marcado por los golpes y cubierto de una mezcla de sangre roja y verde.
—¡ASHTARIA, CUIDADO!
Me encuentro postrado en el suelo, incapaz de levantarme. Mi cuerpo tiembla incontrolablemente y ninguna parte de mí parece responder. Frente a mí, veo a Ashtaria usando su armadura en modo ataque, atravesada por un enorme punzón que se extiende desde su espalda hasta su pecho. La situación me está volviendo loco... Sí, definitivamente estoy perdiendo la razón.