Después de un gran salto, Ashtaria cae al suelo sobre una rodilla, con su nanotraje en modo de ataque y un silencio que parece aprisionarla. El guardia de la cúpula, alertado por el estruendo, llega apresurado. Al ver a Ashtaria viva, su asombro es tal que termina desmayándose, una situación que quizás sea lo mejor para todos.
En mi mente, las palabras se agolpan, deseando expresar todo lo que he sentido desde su partida, el anhelo de confesar mis sentimientos y la angustia por no haber tenido la oportunidad. Ahora que está de vuelta, necesito decirle todo. Pero antes, necesito saber si...
—¿Estás bien? —pregunto con cierto temor, observando su silencio.
Ashtaria aún no responde, lo que aumenta mi preocupación. Me acerco a ella, inquieto.
—¿Sucede algo, Ashtaria?
Justo cuando me inclino para tocar su hombro, noto que sus lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas. La veo temblar, está en estado de shock.
—Ashtaria... ¡Oh! —mi sorpresa se torna en alarma al ver que su nanotraje comienza a formar armas punzantes, apuntando hacia mí, sobre mi cuello.
Ella sigue sin levantar la mirada, sus ojos perdidos en otro mundo.
—¿Cómo es que estoy viva? Lo último que recuerdo es haber sido atravesada por el arma de un Crooler. —Sus palabras brotan entre la confusión y la demencia, reflejando su terror.
—Cálmate, por favor... Déjame explicarte —imploro, retirando lentamente el punzón de mi garganta.
Ashtaria deshace sus armas, pero su mirada aún refleja desorientación.
—¿Qué me ha pasado? Es cierto, ¿verdad? Estaba muerta —cuestiona, sin hacer contacto visual conmigo, su voz denota nerviosismo—. Recuerdo ver esa luz que dicen ver las personas al borde de la muerte, recuerdo ver pasar toda mi vida en un destello. Después de eso...
Percibo su agitada respiración y la angustia que la envuelve.
—Ven, levántate; primero necesitas calmarte —ofrezco, intentando ayudarla.
Pero al intentar levantarla, Ashtaria se aparta bruscamente, retrocediendo unos pasos.
—¡Dime!, ¿qué ha pasado conmigo? ¿Cómo es que no tengo un agujero en el pecho? —exclama, examinando su cuerpo. Luego fija sus ojos en los mío y se espanta aún más—. Tus ojos… ¿Qué ha pasado? ¿He perdido la razón? ¿Todo esto es una alucinación? ¿Cuándo perdí la cordura?
—No estás loca... Despúes te explico lo de mis ojos, no te preocupes. Y a mí también me sorprende cómo has sanado, te ves indemne..., pero estás llorando, y eso me dice que no estás del todo bien.
Con pasos firmes, me acerco, consciente del latir acelerado de mi corazón ante su angustia. Ante mí, su rostro marcado por el rastro de lágrimas, sus ojos revelando una fragilidad que despierta en mí el deseo de envolverla en protección, de permanecer a su lado para siempre. Con suavidad, mis dedos se deslizan sobre sus mejillas, borrando las huellas saladas de su dolor. Bajo mis caricias, el calor de su piel comienza a retornar, una tímida tonalidad rojiza brota en sus mejillas, testigo mudo de su agitación interna. En ese momento, en ese gesto de consuelo, sé que estoy donde debo estar, listo para ser su apoyo.
De repente, me veo envuelto en un abrazo fuerte y tembloroso, sorprendido por la intensidad de su necesidad.
—Por favor... ¡Sácame de aquí! —susurra con urgencia, su voz cargada de angustia.
—Vayamos a otro lugar —respondo, consciente de la opresión que debe sentir al despertar en ese lugar tan sombrío.
Como Ashtaria no tiene su brazalete para activar los portales, utilizo el mío para agregar las coordenadas que dan a su casa y acompañarla. Luego tomo a Ashtaria del brazo para salir de la cúpula de vidrio, pasando junto al cuerpo desmayado del guardia de seguridad.
—¿Está bien? —pregunta Ashtaria, preocupada, mientras observa al guardia tendido en el suelo.
—Sí, solo se desmayó. Y no te preocupes, me encargaré de que guarde silencio sobre lo ocurrido —respondo mientras la conduzco fuera de la cúpula.
Bajo la lluvia intensa, nos dirigimos hacia el portal que está a un lado del enorme recinto ovalado. Ashtaria es la primera en atravesar el portal, y luego le sigo yo.
Al llegar a su casa, Ashtaria abre la puerta y enciende las luces. Observa el salón del recibidor, lleno de polvo, y una expresión de sorpresa cruza su rostro cuando se fija en el calendario digital que cuelga en su pared.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Ashtaria realiza un breve cálculo mental—. Treinta días.
—Sí —confirmo, compartiendo su asombro.
—Todo Mikadea debe creer que aún sigo muerta.
—Todos en Mikadea creen que estás viva, de viaje. Todos piensan eso, excepto la élite. Ellos sí saben lo que pasó contigo.
Ella traga con dificultad, incómoda con la idea de que la élite sepa de su muerte.
—Pero ningún miembro de la élite estaba ahí, en la cúpula, esperando por mi regreso de la muerte, solo tú —sus ojos buscan los míos, anhelando respuestas.
—Sí, soy el único que sabía que ibas a regresar justo hoy.
—¿Cómo es eso posible?
Me acerco a ella, le tomo ambas manos y le respondo: |
—Porque yo fui quien te ha revivido.
Ashtaria suelta bruscamente mis manos.
—¿Por qué intentas engañarme con algo tan absurdo? ¿No ves por lo que estoy pasando? —Reacciona muy enojada, sollozando.
—¡No, todo esto es cierto! Después de que moriste, un ser de luz apareció de la nada y me dio sus poderes. Ahora puedo revivir a las personas, también puedo rejuvenecerlas y hacerlas envejecer —al decir esto, me doy cuenta de lo disparatado que suena.
—¡¿Escuchas las barrabasadas que estás diciéndome?! ¿No pudiste inventarte algo mejor? —se exalta, frunce el ceño y muestra su molestia.
—No tengo razón para engañarte. Mira mis ojos, es por el superpoder... Puedo demostrarte mi poder, solo dame tu mano.
—¡Déjate de estupideces y vete de mi casa! —ordena, señalando la puerta.
—¡No, solo déjame mostrarte!
A la mayor brevedad posible, desvanezco mis guantes y poso mi mano derecha sobre su mejilla, aun cuando no me lo está permitiendo, solo necesito que vea lo que puedo hacer.