Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

16. Por favor, cuida de mí

—¡Ve por ellas, Kiharu! —Kimku me anima desde el palco, su voz resonando con fervor en el aire, el chico está cargado de emoción.

Con dificultad y aún sintiendo el dolor, me levanto del polvoriento suelo y me dirijo hacia las partículas de oro que aguardan dentro de la copa incrustada en el muro de la arena. A medida que me acerco, las partículas son atraídas hacia mí como si fuera un imán, adhiriéndose a mi nanotraje. Este será mi nuevo traje, engalanado con partículas de oro, similar al de mi padre.

«Padre, mírame, soy tan capaz como tú».

Mientras termino de adherir cada partícula dorada a mi nanotraje, en la parte superior del Coliseo se alzan numerosas banderas, representando no solo una región en particular, sino la unión de todo el planeta. Sobre el palco, una enorme placa compuesta de nanopartículas metálicas comienza a desvanecer el nombre del anterior ganador, mi padre, como si estuviera borrando el pasado para dar paso a un nuevo capítulo. Y en un destello luminoso, mi nombre se inscribe en su lugar, como un testimonio tangible de mi logro. El orgullo embriaga mis sentidos mientras contemplo el momento en que mi nombre queda grabado en la historia del coliseo.

Noto varias siluetas aproximándose desde el otro lado del portón de la arena. Mi corazón brinca de emoción al ver entrar a mi padre, seguido de cerca por Yazu y Kimu, Neefar y Klea. La multitud de espectadores, que llena las gradas, irradia emoción al presenciar el encuentro de la élite y el rey en la arena. Es un momento de jubilosa celebración y orgullo compartido por todos los presentes.

—Kiharu, dejaste el nombre de la élite muy en alto. ¡Felicidades! —dice Kimku, adelantándose a mi padre junto con Yazu. Ambos me muestran su respeto con unas fuertes palmadas en la espalda.

—Fue increíble cómo te enfrentaste a ese Phoenix, ¡tienes un valor impresionante, amigo! —Yazu me felicita con entusiasmo, estrechándome la mano. Se aleja un poco al notar la aproximación del gran Halu.

—Gracias, chicos.

Mi padre se detiene frente a mí, me regala una sonrisa que desborda orgullo y luego me da un abrazo fraternal, cálido y acogedor.

—Sabes que eres mi orgullo, solo me queda decirte: felicidades. —dice junto con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Luego, se vuelve hacia Neefar—. Neefar, cuida de mi hijo mientras se recupera. Confío en ti.

—No se preocupe, Gran Halu, estoy al tanto —Neefar responde con una sonrisa reconfortante.

—Descansa bien, Kiharu. Recuerda, en dos días nos vamos a Tiakam. Hoy demostraste tu valía en la arena y lo merecido de tu puesto dentro de la élite —Mi padre me dice antes de partir.

Después de una breve charla, Kimku, Yazu y mi padre se despiden. Las gradas comienzan a vaciarse mientras los espectadores se retiran, pero el bullicio persiste, y es comprensible dada la magnitud del evento. Mikadea ha hecho historia una vez más al derrotar al temible Phoenix, reforzando la teoría de que los miembros de la realeza llevan sangre de guerreros y solo ellos pueden enfrentarse a esa bestia. Además, dos hermosas élites están en la arena, lo cual solo incrementa la emoción de los espectadores.

En medio del murmullo, se entremezclan confesiones de amor dirigidas a las dos damas que tengo frente a mí, un espectáculo común entre los miembros de la élite. Cada uno de nosotros cuenta con una gran cantidad de admiradores, pero son las damas quienes atraen la mayor atención, alimentadas en parte por los rumores —falsos— de que la belleza es un requisito para ingresar a este selecto equipo. Y, ciertamente, hay que reconocerlo, las tres son verdaderamente hermosas.

Una vez que terminamos de saludar al público que aún permanece en las gradas, dirijo mi atención a Klea y Neefar. Ambas me sonríen, compartiendo mi alegría.

—Kiharu, casi me da un infarto al verte caer del palco, realmente eres resistente —Klea comienza a tocar los músculos de mi pecho con su dedo índice.

—Adelante, siéntete libre de explorar. Mi cuerpo está deliciosamente arañado y sudado.

Klea suelta una risa contagiosa y luego dice:

—Neefar, ¿por qué no aprovechamos que está débil y lo tocamos todo? —Sugiere, provocando más risas entre nosotros. Neefar sonríe tímidamente, sin dejar de mostrar su característico rubor.

De repente, Klea desvía su mirada hacia el Phoenix, cuyo imponente cuerpo ahora reposa inerte en el suelo. Pero en lugar de mostrar alivio por su derrota, su rostro refleja una leve inquietud. Puedo distinguir la sombra del miedo asomándose en su mirada y marcando su frente, aunque ella intenta disimularlo.

—Creo que es mejor que me vaya, ese Phoenix está demasiado cerca —comenta, mientras sus ojos se posan nuevamente en la criatura.

—Pero si ya está muerto —trato de tranquilizarla, señalando hacia el Phoenix caído.

—No me importa, sigue siendo aterrador — dice Klea con una expresión que parece intentar transmitir que lo dice en tono de broma, pero su miedo es evidente.

—Klea, espera un momento. Pronto renacerá como un adorable y salvaje pichón Phoenix —añade Neefar con un toque despiadado.

—No, gracias —responde con una sonrisa nerviosa.

Con eso, Klea se da media vuelta y, levantando las manos en un gesto de despedida, se aleja rápidamente hacia la salida del coliseo. A medida que los espectadores abandonan el recinto, Neefar y yo nos quedamos solos en la arena, observando a la bestia tirada a poca distancia nuestra.

—Creo que aún tengo tiempo de extraer el Zenfrex de ese Phoenix —le digo a Neefar mientras nos acercamos a la majestuosa bestia.

— Si lo haces... ¿crees que volverá a revivir de sus cenizas? —Neefar plantea una pregunta válida. El renacimiento del Phoenix es una posibilidad que no puedo descartar. ¿Qué tipo de Zenfrex podría extraer de una criatura capaz de renacer? Debe ser un poder extraordinario.

—Creo que es mejor dejar que el Phoenix renazca como siempre lo hace. Esa es parte de su magia —respondo después de reflexionar un momento.




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