Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

19. Un extraño restaurante

Al abrir la puerta de madera, entramos en un santuario de tranquilidad y nostalgia. El aire está impregnado con el aroma cálido de madera envejecida y especias antiguas. La luz filtrada a través de las ventanas emite un resplandor rosáceo que baña cada rincón del espacio, creando una atmósfera acogedora y serena.

Las paredes de piedra, marcadas por el paso del tiempo, están adornadas con tapices tejidos de algas secas y macetas que albergan plantas propias del desierto. A pesar de la antigüedad del lugar, todo está impecablemente limpio, sin rastro alguno de insalubridad, irradiando una sensación de cuidado y atención al detalle. En las sombrías esquinas, las antiguas lámparas de aceite y las velas titilantes añaden una atmósfera de misterio y encanto, como si el tiempo mismo se hubiese detenido en este lugar.

En el centro del salón se encuentra una mesa de madera maciza, rodeada de sillas desgastadas pero cómodas, invitándonos a sentarnos y disfrutar de la atmósfera tranquila y apacible del lugar.

Es en este escenario de calma y nostalgia donde nos recibe un anciano cuyos cabellos largos y alborotados fluyen como arroyos de plata. Su barba, exuberante y majestuosa, le confiere una apariencia de sabio ancestral. Envuelto en una túnica ajada y gastada por el tiempo, sus pliegues se arrastran con elegancia por el suelo, como las hojas caídas de un árbol antiguo.

Neefar se me acerca y me susurra:

—No sé por qué, pero tengo la sensación de que están a punto de darme a beber una pócima.

—¡Muy cierto! —le confirmo entre risas y en voz baja—. Iré a hablar con él. Espérame ahí sentada. —Señalo una de las sillas de la mesa central.

El anciano, al verme acercar, me sonríe amablemente. Sus ojos, llenos de sabiduría, parecen escrutar cada rincón de mi ser.

—Es un honor tener a tan importantes personas en mi humilde restaurante… Y no, no lo digo por su grandioso poder, señor. Ambos reflejan un futuro con mucho esplendor —dice con voz serena, sus palabras cargadas de una verdad que parece trascender el tiempo.

—Señor, disculpe, ¿usted es vidente? —le pregunto, la curiosidad y la emoción dibujándome una sonrisa.

—No, solo tengo un nivel espiritual más elevado que muchos de los Mikadeano que ustedes conocen. Mi mente y mi alma pueden llegar a ver pequeñas distorsiones del tiempo —responde, su tono es el de alguien que ha vivido mil vidas.

—¿Entonces, usted puede decirme qué hay en mi futuro? —pregunto, sintiendo cómo la emoción crece en mi pecho.

—Solo puedo decirte que ustedes dos, junto con tres seres más, van a ser muy importantes para nuestro universo. Si te confío esto, es porque en ti reside el poder de la vida.

¡Qué emoción! Incluso supo de mi poder.

—Es usted un sabio, señor.

—Supongo que has venido por algo de beber. Tu amiga se ve algo nerviosa, te sugiero darle de este jugo de butelfa de agua dulce —dice, ofreciéndome una solución a un problema que ni siquiera había verbalizado.

—Es increíble. ¿Hay algo que usted no sepa? —pregunto con admiración.

El anciano sonríe, da media vuelta y cruza la puerta que divide la cocina del recibidor. Regresa con un par de vasos hechos de barro cocido, algo poco común en estos tiempos.

—Dáselo a tu amiga, esto va a aliviar sus nervios —dice entregándome ambos vasos, su mirada serena y confiada.

Después de pagar por los jugos, me dirijo hacia la mesa donde está esperándome Neefar. Me siento frente a ella, acerco mi rostro al suyo y le hablo en voz baja:

—Neefar, dice el anciano que este jugo te va a ayudar.

—No sé, Kiharu... Ese anciano da miedo.

—Déjame beberlo primero y luego lo haces tú.

—Uhmm… Ok —asiente con una mezcla de duda y esperanza.

Tomo un trago del jugo. Sigo sintiéndome normal, sin notar ningún sabor extraño.

—Mírame, sigo vivo —digo con una sonrisa, intentando aliviar su inquietud.

—¿Será que también eres inmortal?

—No lo sé…

La noto pensativa, está observando el vaso como si eso le ayudara a tomar una decisión. Con su dedo índice recorre el borde de la taza y, mientras lo hace, sube la mirada fijando sus ojos sobre los míos.

—Kiharu, si yo llegara a morir..., ¿qué harías?

—Mataría al viejo barbudo, no lo dudes —respondo con una seriedad que busca tranquilizarla, aunque sé que no sería tan simple.

Neefar se sonríe y luego vuelve a fijar su mirada en el vaso.

—¿Y después de eso? —insiste, su voz cargada de una preocupación que pocas veces muestra.

—Neefar, después de lo que pasó con Ashtaria... Pues… me es difícil saber qué es lo correcto. Yo... no sé —confieso, el recuerdo de Ashtaria aún pesa en mi corazón.

—Comprendo, disculp...

—¿Tú me das permiso?

—¿Permiso para revivirme?

—Sí.

—Creo que podríamos crear algún tipo de acuerdo en caso de muertes —propone divertida, intentando aligerar la atmósfera.

—A ver… Dime, ¿cuál sería ese acuerdo?

—Si llego a morir en algún momento, vas a revivirme y nadie deberá enterarse, ni la élite, ni el gran Halu, ese será nuestro secreto. No quie...

«Neefar, ya hace un rato que diste el primer sorbo de tu té y creo que lo hiciste de manera inconsciente. Te veo más relajada y eso también me tranquiliza... Tú sigues hablándome sin tan siquiera darte cuenta que ya me he perdido en lo bien que se ve aquella sonrisa que se forma en tus labios mientras me hablas... ¡No Kiharu, no la veas de esa forma!».

—¿Entonces qué dices? ¿Aceptas? —me pregunta animada.

—¿Eh? Ah, sí. Me parece bien —respondo sonriendo, pero sin recordar qué es lo que estoy aceptando.

—¡Deberíamos hacer un acuerdo adicional para que me des la juventud eterna! —dice entre risas, su alegría es contagiosa, iluminando todo a su alrededor.

Verla y escucharla reír es una de las cosas más gratificantes para mí.

—Claro, no hay problema en eso —respondo con una sonrisa, sintiendo que mi propia alegría se refleja en sus ojos.




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