Mi hermano quiere hablar conmigo, no encuentro otro motivo que no sea Ashtaria... ¿Será que ella le ha contado mis sentimientos?
Al entrar a mi habitación, Handul me suelta del cuello de la túnica y de inmediato examina el lugar con un gesto claro de desdén.
—Demasiadas plantas para mi gusto —murmura, mientras acaricia las hojas de una planta que sobresale de un soporte en la pared. Su expresión es enigmática, como si estuviera inmerso en profundos pensamientos, analizando el contexto de nuestra conversación.
—Dime, ¿de qué quieres hablar? —le pregunto con seriedad.
—Ya debes saberlo..., de Ashtaria.
—Sí, ya lo sospechaba —concedo.
—Sé que ella te ha contado sobre nuestra relación, solo quiero dejar algunas cosas claras —explica.
—Está bien, te escucho.
Handul se dirige hacia la sala de estar antes de comenzar a hablar. Se acomoda en la esquina de un sofá, y yo me siento en el sillón que está a su lado, preparado para escuchar lo que tiene que decir.
—Lo que siento por ella no es algo nuevo..., viene desde la infancia, desde hace dos mil trescientos eclipses atrás. Me enamoré de cada expresión suya, de su sonrisa, sus rabietas y hasta de su llanto. Ella me envolvía en sus travesuras e ingenuamente me arrastraba a sus problemas, y al final, mi padre terminaba castigándonos a ambos, pero sabes... No me importaba, porque compartir esos castigos con ella era una experiencia única, algo que nos unía de una manera especial, aunque suene algo cruel, para mí siempre fue placentero.
»A medida que pasaban los eclipses, su cuerpo iba cambiando, su voz y lo femenina que se veía al peinar su cabello, eso me enloquecía. Entramos al centro de aprendizaje... No podía dejar de mirarla en clase, su belleza simplemente cautivaba a todos a su alrededor.
—Sí..., recuerdo eso —asiento, recordando aquellos días.
—Todos querían conocerla, hacerse su amigo, pero yo siempre estaba ahí para mantenerlos a raya. No podía permitir que alguien me reemplazara como su mejor amigo; era uno de mis mayores temores. Ella era mía, y no iba a compartir su amistad con nadie más.
»Los días pasaban y ella se volvía más popular entre los chicos. Ya no podía mantenerla alejada de todos. Dondequiera que fuera, la rodeaban personas que querían acercarse a ella. Pronto, tenía muchos amigos y un grupo de amigas en particular que me resultaban muy molestas; esas mujeres no la dejaban sola. A pesar de eso, yo seguía siendo su mejor amigo.
—Incluso intentaste mantenerla alejada de mí, pero nuestra amistad era mucho más fuerte que cualquier intento tuyo —comento, recordando esos momentos con amargura.
—Sí, tienes razón, lo acepté..., acepté muchas cosas. Por ejemplo, la vida que ella escogió... Fue la más popular del centro de aprendizaje, mas no acepté que ningún otro se le acercara con intenciones románticas. Recuerdo al primer chico que dejó una carta romántica en su casillero. No me costó conseguir el ID de acceso del casillero de Ashtaria, así que la siguiente carta nunca llegó a sus manos. Al día siguiente, me encargué personalmente de ese tonto que intentó arrebatármela, lo golpeé hasta que le quedó claro que no debía volver a intentarlo. Cada carta de amor que llegaba a su casillero fue quemada o tirada a la basura por mí.
—Hermano..., eres un enfermo... —digo con desprecio, y él suelta una risa irónica.
—Es que todo iba tan bien..., Ashtaria ni se enteraba de que yo irrumpía en su casillero y que ya había dejado claro a todos los chicos que ella estaba fuera de límites; ese fue mi gran error, dejarles saber eso. Kiharu, pero de repente ella comenzó a mostrarse diferente, sus ojos adquirieron una ternura que envolvía su aura, suspiraba y se perdía en sus pensamientos. Sentí la necesidad de investigar qué estaba pasando con ella, de descubrir quién había provocado ese cambio tan hermoso en ella.
»Un día pasé cerca de los vestuarios de las chicas y escuché la voz de Ashtaria, estaba hablando con una de sus amigas. Sin dudarlo, entré a los vestuarios y las espié… Vi cómo una de esas estúpidas le entregaba una carta a mi chica. Ashtaria tenía la carta entre sus manos y mientras la leía, se sonrojaba y sonreía de una manera que nunca lo había hecho conmigo. En ese momento, sentí cómo la llama de la furia se encendía en mi interior, los celos me consumían. Hacía tiempo que Ashtaria no se mostraba tan enamorada; seguramente estaba recibiendo las cartas de esa persona a través de sus amigas. Ese día vi que Ashtaria tiró la carta en el basurero del vestuario, muy astuta, pero no tanto como para evitar que yo tomara esa carta. La carta decía que iban a conocerse por primera vez, que el chico la esperaría en la cabaña de jardinería cerca del bosque, seguro estaría allí antes de la hora.
»Fui a esa cabaña una hora antes y lo encontré a él, el chico más popular del centro de aprendizaje superior, un chico mayor que nosotros, un auténtico mujeriego que solo se fijaba en las chicas más hermosas, y ahora Ashtaria era su objetivo. El muy cínico me preguntó quién era yo..., como si no lo supiera: ¡Yo soy el heredero del trono!
»Él se dio cuenta de que estaba en peligro y, tratando de disimular, agarró unas tijeras que había en la cabaña. El tonto ya estaba armado, yo no podía ir solo con golpes. Tomé una paleta de metal y sin pensarlo, fui hacia él y lo empujé. El chico cayó al suelo y cuando me disponía a golpear su bello rostro, él se defendió cortando mis nudillos... El dolor fue tan intenso que, sin pensarlo, me lancé hacia él empuñando la paleta de metal y, mientras forcejeábamos, logré apuñalarlo en la garganta.
—Espera, ¡¿lo mataste?! Ese fue el chico que fue dado por desaparecido… ¡Tú!, ¡tú lo mataste! —exclamo, sorprendido y horrorizado por lo que acabo de escuchar.
—Jamás olvidaré ese día —continúa Handul, con una gran sonrisa en el rostro—. Arrastré su cuerpo hasta el bosque y, utilizando las herramientas de jardinería, lo sepulté.