Una fuerte luz me trae de regreso. Intento abrir los ojos, pero el brillo me lo impide. Puedo escuchar claramente las voces de Klea y Neefar; ¿estoy vivo? Lo último que recuerdo es que iba a ser tragado por Vezto. Para mí, todo estaba perdido, pero algo pasó y ahora me encuentro aquí. Hay algo diferente en el ambiente, una energía poderosa que siento en mi cabeza, como una presencia.
—Me alegra que estés bien —dice Klea.
—Ambas lo estamos, estaremos bien —responde Neefar, con su característico tono suave y placentero.
Logro abrir mis ojos y me encuentro frente a una enorme lámpara incandescente. Estoy acostado sobre una camilla, con vendajes y gasas cubriendo las cortadas de mi cuerpo. Presiento que Neefar me ha salvado la vida nuevamente. La veo de espaldas, despidiéndose de Klea, y noto que aún lleva el lazo negro que le regalé, amarrado a su cabello como de costumbre.
Me levanto de la camilla y camino hacia ella. Los médicos gritan para que regrese, pero es demasiado tarde; ya estoy frente a Neefar, sorprendiéndola.
«Neefar, tus ojos son iguales a los míos…, pero en otro color. Toda esa energía que siento viene de ti, me atrae todo ese poder que llevas contigo».
—Neefar, eres igual que yo, lo puedo sentir. Te siento intensamente dentro de mi cabeza —digo, acercándome a ella de una forma que me resulta irresistible.
—Tienes razón, Kiharu. Yo me siento igual —Neefar no retrocede ante mi cercanía, algo raro en ella.
—¡Salgan todos y déjenme a solas con Neefar! —ordeno con un tono severo. Los médicos demoran un poco en reaccionar, pero finalmente obedecen.
Y cuando finalmente estamos solos, ella pregunta con una mezcla de preocupación y alivio en su voz:
—Kiharu, ¿estás bien?
—Sí —respondo, fijando mis ojos en los suyos, sin perder la severidad de mi voz—. Ahora dime, ¿qué pasó contigo? Explícame por qué tus ojos están así, y por qué sigo con vida.
—Soy igual que tú —responde, su voz temblando ligeramente.
—¿Tienes un poder igual que yo? —pregunto, sorprendido.
—Sí, tengo el poder de una singularidad, específicamente el de la materia oscura... Puedo crear puntos gravitatorios usando mi mano derecha. Así logré atraerte a mí. —Se ha sonrojado.
—¿Cómo fue posible? ¿Por qué?
—¿Por qué? —repite, quedándose en silencio por un momento. Puedo ver que está luchando por encontrar las palabras—. Porque no quería perderte, po-porque tenía que alcanzarte; eres mi gran am... amigo —dice finalmente, y sus palabras me hace sonreír al sentir todo ese aprecio que nace de ella.
—Gracias, me has vuelto a salvar la vida, Neefar —digo, y me permito abrazarla. Ambos nos aferramos el uno al otro como si tratáramos de mezclar nuestra piel. Siento que no quiero desprenderme de ella—. Estabas muy asustada, ¿verdad? —le pregunto, todavía abrazándola.
—Sí, pero algo dentro de mí me decía que aún había una forma de traerte de regreso. Por eso mantuve la fe, y Ran escuchó mis súplicas.
—Así que su nombre es Ran —digo, soltando el abrazo para tomar sus manos entre las mías.
—Sí, Ran.
—Cuando Zen me otorgó su poder, me dijo que me había elegido no solo por mi gran fe, sino también por mi nivel intelectual. Mencionó que era el segundo mikadeano con una capacidad intelectual excepcional...
—Es cierto —interviene Neefar—. Recuerdo que, después de aquel rayo fotónico, tu capacidad cerebral se incrementó notablemente.
—Así es. Aun con ese cambio, no he podido alcanzarte. Estoy convencido de que tú eres la número uno, Neefar. Te eligieron no solo por tu increíble inteligencia, sino también por la inmensidad de tu corazón. No me alcanzará la vida para agradecerte por haberme salvado, Neefar.
—Estás vivo, y con eso me basta —responde, y me cautiva con una cálida sonrisa.
—¡Espera un momento! —exclamo, recordando de repente. Esta chica tenía una enorme cortada en su mejilla, pero ahora no la encuentro.
—¡Ja!, ¡no tengo la cortada! —dice, desbordando felicidad.
—¡Es increíble, no se ve nada!
—Sí, supongo que fue el poder de Ran.
—No —digo, pensativo.
—¿Eh?
—Recuerda que cuando yo obtuve el poder de Zen aún tenía una cortada en mi costado. Incluso tú misma me llevaste a la enfermería esa misma noche.
—Tienes razón, recuerdo eso. Tú no sanaste.
—No, aún tengo la cicatriz —digo, mostrándole mi cicatriz—. ¿Será que tiene que ver con el Zenfrex que te di?
Sin pensarlo dos veces, Neefar toma una cuchilla de su equipo quirúrgico y se hace una pequeña cortada en la palma de su mano.
—Tal como pensaba... El Zenfrex se maduró instantáneamente con el poder de la singularidad. Mira, estoy sanando —Neefar levanta la palma de su mano, y ambos observamos cómo la herida empieza a regenerarse como por arte de magia.
—Neefar, el Zenfrex te ha dado poderes regenerativos. Es increíble, esto podría hacerte inmortal —digo, asombrado por lo que estoy presenciando.
—Esto es a lo que se refiere Zen con «aumentar la etapa evolutiva». Te da poderes extraordinarios... ¿Sabes lo que significa esto, Kiharu? —Su voz reflejando tanto asombro como preocupación.
—Sí, en manos equivocadas, un Zenfrex puede ser muy peligroso —respondo, comprendiendo la magnitud de lo que hemos descubierto.
Neefar me pide que me siente al borde de la camilla para tratar mis heridas, y mientras prepara los instrumentos que va a utilizar, me doy cuenta de lo mucho que ha cambiado los sentimientos entre nosotros. Hay un magnetismo en el aire, una energía que parece intensificarse cada vez que estamos cerca. Observarla mientras atiende mis heridas es casi hipnótico; sus movimientos son precisos y llenos de cuidado, y no puedo evitar sentir admiración al ver su dedicación.
Cuando nuestros ojos se encuentran, es como si una corriente eléctrica pasara entre nosotros. Veo el brillo cian neón reflejado en sus pómulos, y me pregunto si el motivo de su inmensa fe fue el mismo que yo tuve al obtener mi poder: amor. Es como si algo hubiera crecido en nuestra relación, un entendimiento más profundo que antes. Me doy cuenta de que ya no es solo compañerismo o amistad; es algo más, algo que no puedo definir del todo, pero que está ahí, fuerte y claro.