No tengo idea de a dónde me llevarán estos encuentros, pero lo que tengo claro es que esta mujer, con su sensual mirada, aún tiene el poder de transportarme a un mundo donde solo hay espacio para ambos, donde no nos importan las consecuencias de nuestros actos y solo respondemos a los impulsos y deseos del momento.
Ashtaria se acerca a mi cama, se sube de rodillas al colchón y se acuesta a mi lado, sorprendiéndome con un cálido y delicado abrazo. Por lo que presiento, ella no pretende soltarme. De igual forma, termino rodeando su cintura con mis brazos, dejándome llevar por sus caricias. Comienza con un frágil y suave beso, seguido de caricias tras mi oreja y bajo mi nuca, desenredando mi cabello con sus dedos en un intento de relajarme. Todo hubiera sido perfectamente hermoso si no fuera porque la necesidad de estar con Neefar sigue surcando mi mente, ensombreciendo el momento.
Necesito sacarme a Neefar de mis pensamientos, así que decido ponerme juguetón con Ashtaria. Mis manos intentan librarla de su nanotraje, pero estoy descontrolado. Mis manos están temblorosas y se me dificulta encontrar los cierres.
—Tranquilo, fiera —sonríe de forma coqueta, su nariz rozando la mía—. No es el momento para esto, necesitas descansar.
—Necesito hacerte el amor.
—No, necesitas descansar. Ya después llegarán más momentos.
Respiro hondo, intentando tranquilizarme. Cierro los ojos y me dejo cautivar por la suavidad de su piel. Sus muslos rozan mis piernas, y sus manos acarician mis pectorales. Sus dedos deslizándose sobre mi abdomen me recuerdan el tacto de Neefar mientras trataba mis heridas, y detesto que sea así. No quiero estar pensando en Neefar cuando tengo a la mujer que realmente amo conmigo. Empiezo a luchar contra mi mente, intentando mantener la concentración para pensar solo en la chica que tengo entre mis brazos.
«¡Neefar, sal de mi cabeza!».
Tan intensa es la lucha con mi mente, que al final termino exhausto y dormido. Cuando me despierto, noto que Ashtaria ya no está conmigo. Podría creer que fue solo un sueño, pero su aroma permanece impregnado en una de mis almohadas. Quiero que despertemos juntos, quiero verla dormir sobre mis brazos. Tan solo imaginarlo hace que se me erice la piel. Pero no, ella tiene que regresar a su habitación, o tal vez a la de Handul.
Los días pasan y mi necesidad de tener cerca a Neefar no disminuye. Cada vez que la veo, mi cuerpo entero tiembla, y por eso no me permito quedarme conversando mucho tiempo con ella. Al final, resulta agotador resistir tantos deseos. Pienso mucho en ella y en lo que puedo estar sintiendo. ¿Es amor o una repentina obsesión? Definitivamente, ya no la veo como una amiga, sino como una necesidad para ser feliz.
En cuanto a Ashtaria, nuestros encuentros continúan. Nos vemos en mi habitación o terminamos adueñándonos del jacuzzi que está en el mirador de la nave. Ahí, nadie podría entrar e interrumpirnos; me aseguré de eso haciendo que Brawn añadiera un nuevo sistema de seguridad. Ese se ha convertido en nuestro lugar favorito, donde enloquecemos juntos varias veces.
El calendario de la nave nos indica que llevamos siete días de viaje. Mi amistad con Neefar parece esfumarse; nos hemos distanciado. Todos estos días me he visto envuelto en una batalla constante contra mi deseo por ella. Vivo anhelando tenerla conmigo, creyendo que cuando la tenga frente a mí, no le permitiré alejarse. Sin embargo, solo la veo a lo lejos y siempre busco la manera de evitarla.
No soy el único que se comporta así; Neefar también ha comenzado a distanciarse. Eso me tranquiliza y, a la vez, me preocupa. Lo más seguro es que esté malinterpretando la situación y pensando que ya no la quiero como amiga.
«Neefar, ya no es como antes; no almorzamos juntos, no reímos juntos… Extraño esas largas pláticas apartados de todos, deleitarme con la armonía de tu voz y la serenidad de tus ojos. Me salvaste la vida y, aun así, siento que muero por dentro. Me es difícil tolerar que en las reuniones con la élite solo nos limitemos a un saludo acompañado de una nostálgica sonrisa. Desearía poder confesarte que odio esta situación, que creo que me estoy enamorando de ti, pero no puedo. No estoy seguro si tú también sientes algo por mí».
Llevamos trece días en el espacio y mis encuentros con Ashtaria han disminuido. Creo que Handul ha notado sus frecuentes ausencias y ahora la busca más seguido. Eso me tranquiliza un poco, porque necesito un tiempo sin mujeres cerca, solo yo y la galaxia. Por eso, me encuentro en mi habitación, analizando datos de Tiakam y la posible evolución de sus seres vivos.
Un par de horas después, Ashtaria aparece en mi habitación. Se las ha arreglado para tener otro encuentro conmigo, me dice que fue muy difícil encontrar el momento; justo ahora Handul está en una reunión con la fuerza armada.
Me arrincona contra la pared y, con sus manos, busca el cierre de mi nanotraje para librarme de él, pero yo la detengo.
—Ashtaria, ya no puedo seguir con esto.
Mis palabras la sorprenden y se aparta, mirándome con perplejidad, su rostro reflejando una mezcla de dolor y confusión.
—¿Qué pasa? —me pregunta, su voz temblorosa.
—Necesito un tiempo.
—¿Tiempo?... ¿He hecho algo mal? —sus ojos buscan desesperadamente una respuesta en los míos.
—Desde un principio, tú y yo hemos estado haciendo las cosas mal. Tú estás con Handul, y últimamente me encuentro muy confundido.
—¿Confundido de qué? —pregunta, su tono más agudo, reflejando su angustia.
—De mis sentimientos, Ashtaria. Bien sabes que te amo —digo, acariciando sus mejillas con ternura, tratando de consolarla—, pero presiento que también me he enamorado de otra persona, y necesito aclarar mis sentimientos. Pensar en qué es lo mejor para ambos.
—¿Quién es? —pregunta, su voz cargada de rabia y curiosidad.
—No pienso decírtelo, Ashtaria.
—Es alguna de las chicas de la élite, ¿verdad? —insiste, sus ojos clavándose en los míos con una intensidad que me hace temblar.