Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

42. El Tiakamita

Este es un planeta increíble, su diversidad es tanta que produce miedo, temo que no me alcanzará el tiempo para poder conocer lo necesario; creo que este planeta siempre me va a estar sorprendiendo con algún nuevo peligro. 

—Podría jurar que este Tiakamita aún tiene un nivel evolutivo bajo, casi llegando al nivel medio —dice Brawn desde el sistema de transmisión. 

—Kimku y Brawn, vayan a sobrevolar el planeta en busca de civilizaciones, el resto nos quedamos aquí. Bien, es hora de bajar y conocer al Tiakamita —es la decisión de Handul. 

—Entendido —responden y ambos se van en sus naves, desapareciendo de nuestras vistas en un único parpadeo. 

Mientras las naves siguen flotando en el aire, nosotros nos equipamos antes de ir a pisar por primera vez el suelo de Tiakam. Colocamos en nuestras espaldas las reservas de oxígeno y luego lo conectamos al casco que acabamos de crear con nanopartículas. Para cuidar nuestros ojos usamos unas gafas oscuras que de igual manera van conectadas con el casco.  

—¡Vamos!, que estoy muy emocionado y ansioso —poco a poco voy transformando este miedo en pura curiosidad, quiero conocer más de estos seres y saber si hay más de ellos cerca—. ¿Será que intentarán comernos cuando nos vean? 

—Tan irresistible te sientes —es un fuerte comentario de Ashtaria que Lanzó con picardía y ojos de odio. 

—Ashtaria, pero si Kiharu es un bombón —Klea dice eso y luego de un corto silencio todos sueltan sus carcajadas haciéndome sentir un poco avergonzado. 

Salimos por la zona de evacuación; al pisar la grama lo primero que hago es saltar sobre ella, la gravedad es tan parecida a la de Mikadea que se me hace difícil encontrar alguna variación en mi peso. Moverme aquí resulta de lo más normal. 

Ahora que vuelvo a poner mi atención sobre el Tiakamita, lo veo aún con una absurda valentía. Para él todo esto debe ser algo inexplicable, todo ese miedo que reflejan sus ojos es por lo desconocido frente a él, digo, iluminadas naves levitando, seres con cuerpos metálicos y rostros abominables. Su mente primitiva no podría entender nada de esto, incluso si se le intentase explicar usando su lenguaje, él no entendería. 

—Espero y pueda entender nuestras señas, debemos encontrar una forma de comunicarnos —dice Handul. 

El ser ha dicho sus primeras palabras y como era de esperar, no entendimos nada. Handul da un paso al frente y poco a poco lo vemos avanzar con las palmas de sus manos abiertas, avanza con mucho sigilo tratando de conseguir un ambiente seguro entre ambas razas, claramente quiere darle a entender que no es peligroso y que no quiere hacerle daño. Handul voltea a vernos y nos hace señas para que hagamos lo mismo, y así lo hacemos, vamos acercándonos con pasos lentos.  

Es un silencio extraño, es el sonido del planeta, es como si el viento intentase susurrarme algo entre todos esos sonidos que provienen de las junglas cercanas; incluso, sobre el cielo, algunos seres vivos vuelan en manadas, parecen estar cantando para producir una única y relajante melodía. 

—Puedo ver que la punta de su lanza tiene manchas de sangre —dice Polh. 

—Tienes razón, será que estaban cazando…, o tal vez en medio de alguna guerra, quien sabe —le responde Ashtaria. 

Handul da un paso más y enseguida el Tiakamita se espanta y sale corriendo. 

—¡Sigámosle! 

Corriendo tras de mí va Handul, Klea, Neefar, Polh y Ashtaria. Todos vamos tras el asustado ser peludo quien ya se ha adentrado en la jungla para hacer nuestra persecución más difícil. Es increíble la capacidad que tiene para avanzar por encima de cualquier obstáculo que se atraviese en su camino, la habilidad del Tiakamita es sencillamente extraordinaria; salta entre raíces, ramas y entre los troncos que se encuentran tirados en el suelo.  

—¡¿Para dónde creen que vaya?! —pregunta Klea en un tono agitado. 

—Espero y no sea una especie de emboscada—le respondo entre jadeos. 

Si no fuese por nuestros entrenamientos hubiéramos perdido de vista al Tiakamita, este ser es un buen corredor.  

—¡Se ha detenido! —grita Polh. 

Se ha detenido tan repentinamente y nosotros igual nos detenemos a pocos metros de él, le vemos observar a sus alrededores como si esperara la llegada de algo aterrador. El Tiakamita se encuentra en posición de ataque, con oídos ariscos a cualquier ruido del bosque. 

—¡¿Qué le está pasando?... ¿Qué busca? —se pregunta Neefar. 

—¿O qué escuchó? Míralo, está a la defensiva, creo que algún sonido de la jungla le está alertando —le respondo. 

Voltea a vernos y con su lanza nos amenaza para que no nos acerquemos a él. Nosotros mantenemos la distancia, ahora también nos inquieta sus temores, solo queremos ver qué es eso que lo tiene tan aterrorizado,  o esperar a que retome su corrida para ver hasta dónde nos lleva. 

—¡Cuidado! —grita Neefar al ver cómo un ser feroz se lanza sobre el Tiakamita quien ahora está tratando de defenderse de las mordidas de su atacante. 

Es un ser vivo sumamente veloz y agresivo, lo vimos llegar corriendo en cuatro patas con una piel cubierta por un brillante, corto y abundante pelaje de color amarillento y manchas negras; sus orejas son pequeñas y puntiagudas, estas están situadas en la parte superior de la cabeza; tiene ojos grandes que brilla como el oro y sus largas pupilas se dilatan con cada rugido; y en su hocico, tiene unos colmillos tan largos que sobresalen de su rostro. 

—¡hay que salvarlo! —grito y enseguida veo como Handul entra en modo ataque para crear tres extremidades desde su espalda. 

Handul sale corriendo hacia el ser de largos colmillos y al hacerlo atraviesa con una extremidad su cabeza y con las otras dos atraviesa el lomo, no le dio tiempo para quejarse y ahora todos vemos como Handul alza el cuerpo con las extremidades aún clavadas en la fiera y finalmente lo lanza lejos del Tiakamita. 

Polh se acerca al cuerpo inmóvil y empieza a inspeccionarlo. 

—Está muerto. 

Todos nos acercamos al Tiakamita, yo me acerco un poco más para ayudarle a levantarse del suelo, le extiendo entonces mi dorada mano, este parece haber entendido mi gesto y entre nerviosismo y temblores ha tomado mi mano, enseguida le ayudo a levantarse. 

—¡Ja, ja!, está sonriéndonos —Klea se asombra mientras ve al Tiakamita saltar y aplaudirnos de forma muy animada. 

Está feliz y nosotros igual lo estamos ya que por fin ha entendido que no le haremos daño, que puede confiar en nosotros.  

Lo vemos sonreír y saltar de forma muy alegre alrededor nuestro, siento como si estuviera celebrando nuestra llegada. 

Se ha atrevido a tomarme de la mano y ahora me está jalando con él. 

—Veamos a donde quiere llevarnos —digo en un tono muy alegre. 

Todos vamos guiados por el Tiakamita, la jungla se deja apreciar entre varios destellos de luz que atraviesan los árboles donde hay más de esa diversidad de seres vivos indiferentes a nuestra llegada. Para nosotros son indefensos y mansos en su totalidad, están aquí como si solo les importara ser parte de la naturaleza que les rodea.  

Caminamos así unos dos kilómetros hasta que finalmente llegamos a un extraño y primitivo lugar. Estamos frente a una pequeña choza ovalada, sus paredes de ramas son rodeadas por varias rocas que ayudan a sostenerla, sus techos son de hojas y pajas secas. En los alrededores tienen pieles colgadas que parecen estar secándose con el calor del cielo... Esta parece ser su aldea, puedo contar unas veinticuatro chozas más. Pueden haber más de cincuenta Tiakamitas aquí, todos ellos tienen sus ojos sobre nosotros. 
 




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