Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

44. Analizando el planeta

Esta es la belleza que cualquier otro planeta podría envidiar, todo es cubierto por un pasto que es adornado por pequeñas flores de vibrantes colores, arboles que danzan al son del viento, pequeñas criaturas que aletean a mi alrededor como si trataran de convencerme de que formo parte de todo..., y en especial, aquella hermosa mujer que contempla con mucho asombro las aguas de un relajante riachuelo. 

—¡Kiharu, ven a ver esto! —en su llamado agrega señas. 

—¿Qué encontraste? —le pregunto mientras voy caminando hacia ella. 

Al llegar a la orilla del riachuelo, agacho la mirada para ver qué es lo que la tiene tan entretenida; y lo que encuentro es algo fascinante, son seres vivos que pueden desplazarse a través del agua. 

—Este planeta me sorprende cada vez más —lo dice muy impresionada. 

En Mikadea ya no hay seres vivos que puedan  vivir en el mar o en los ríos, hace cientos de órbitas que todo ellos se extinguieron. Por tal razón, encontrar algo así en este planeta es asombroso.  

—Veamos de que está compuesta el agua. 

Neefar ha sacado de su mochila un kit de laboratorios y ha guardado muestras del agua dentro de una pequeña placa  

—Es agua muy cristalina, lo más seguro es que sea potable. 

—Esperemos que sí. 

Ha sacado de su mochila un pequeño dispositivo e inserta la plaquita en el agua, enseguida se muestra el holograma de una pantalla llena de datos. 

—Oh, interesante —está revisando los datos arrojados en la pantalla. 

—Y bien, ¿qué encontraste? 

—Calma, calma —está agregando comando y formulas desde la pantalla holográfica—. Deberías iniciar con tu investigación, Kiharu. 

—Esas solo fueron excusas. 

—¿Excusas? —detiene sus tareas. 

—Quería descubrir nuevas cosas contigo, tu presencia irradió luz en el momento que descubriste esos seres entre el agua. ¿Cómo podría perderme eso? 

De seguro se ha sonrojado y no puedo verla, culpo al casco que trae puesto por no permitirme contemplar tan hermoso suceso.   

—Déjame terminar mis análisis y te acompaño para explorar la zona. 

—¡Genial! —lo digo mientras me siento en el pasto. 

—Ok... —voltea a verme—. Va a ser algo incomodo si te me quedas viendo de esa manera. 

—No, no. Tú tranquila, haz como si yo no estuviera aquí. 

—Para mí es imposible ocultar t-tu presencia —se escucha algo nerviosa—. Lo sabes, ¿verdad? 

—¿Qué puedo hacer?, si te adueñaste de toda mi atención. 

Ha dado un gran suspiro y ahora ha retomado sus análisis, creo que la he desconcentrado un poco, la veo algo distraída. 

Está tardando en sacar los resultados del análisis, no comenta nada de lo que va encontrando, así que no tengo idea de cómo van las cosas.  

Ha apagado el dispositivo y ahora va caminando directo al riachuelo, se ha arrodillado en la orilla… Espera... ¿qué está haciendo? 

—¡¡¿Neefar, qué haces?!! —con brevedad me levanto del suelo y salgo corriendo hacia ella —¡¿Por qué desintegras los guantes?! ¡Puede ser peligroso! 

Está tan confiada que pasa por alto mis preocupaciones, y ahora veo como se sumerge por completo la mano izquierda, luego la saca del agua, la inspecciona y vuelve a meterla. 

—Los resultados son favorables para los Mikadeanos. El aire también ha dado buenos resultados. 

—Entonces también analizaste el aire… 

—Así es —Neefar ha desintegrado su casco y de forma inerte su ondulado cabello cae sobre sus hombros, da un gran respiro, aprieta sus ojos y sonríe de forma gratificante; con esa misma alegría extiende sus manos hacia el cielo y empieza a dar vueltas con el rostro levantado, como si le diera las gracias al planeta—. ¡¿Qué esperas?!... Respira y siente el aroma de este planeta —me anima a hacerlo regalándome una gran sonrisa. 

Confío en los resultados de Neefar, incluso, si supiera que esos resultados son erróneos, no importaría, yo seguiría confiando.  

—No se diga más —Inmediatamente desintegro mi casco y doy mi primer gran respiro. 

Así que este es el aroma de este lugar, el fuerte olor a clorofila, la diversidad del polen y el olor húmedo del suelo hace que todo sea aún más refrescante. Vuelvo a sentarme sobre el pasto y decido reposar por completo. Mis ojos son encandilados por la claridad del cielo y poco a poco van acoplándose a todo ese brillo. Nube tras nube parecen arrastrarse lentamente sobre el cielo, son tan blancas que provocan querer abrazarlas. 

—¿Crees que los Tiakamitas nos permitan vivir junto a ellos en este planeta? —me pregunta Neefar mientras se va acostado a mi lado. 

—Sería perfecto, pero ¿cómo se les podría hacer entender? 

—Ese es el problema —voltea a verme y con una sonrisa deja claro que se le desborda la felicidad.  

—Podría quedarme aquí todo el día, pero mi rostro ya me está reclamando por todos esos rayos ultravioletas. 

—Es cierto. Siento el rostro muy caliente —vuelve a abrir su mochila y saca un tubo que parece tener crema—. Veamos que tanto funciona este protector solar. 

Echa un poco de esa crema en sus manos y empieza a restregarlo por toda su cara, no se ven residuos de la crema ni tampoco tiene algún tipo de olor. 

—Ponte también —extiende su mano para entregarme el tubo de crema—, todos los Mikadeanos deberán usar de esto diariamente. 

—Listo. Es hora de ir a explorar la zona —lo digo y enseguida Neefar se acerca hacia mí y con sus manos acaricia mi rostro. 

—Aún tienes crema sin regar —lo dice con una leve sonrisa. Yo también aprovecho para acariciar su rostro. 

—También tenía la crema mal puesta. 

—Ja, ja, no es cierto... 

Dimos un último vistazo al lugar y acordé con Neefar para regresar en otro momento. Regresamos por el mismo sendero de flores, escuchamos con más claridad el sonido de los pequeños seres alados y fuimos encontrados nuevamente por un grupo de Tiakamitas; parecen estar correteando a una presa. 

—¡¿Qué opinas si le ayudamos a conseguir sus alimentos?! —le pregunto a Neefar. 

—¡Vamos! —sale corriendo a gran velocidad dejándome atrás. El viento juega entre sus cabellos y entre esa cinta negra que le regalé aquella vez; tiene una increíble destreza para saltar entre los arbustos y sobre esos arboles que están derribados. 

Ya los alcanzamos. Al unirnos al grupo de Tiakamitas corremos a la par de ellos, estos nos sonríen y enseguida dan esa peculiar bienvenida con gritos tan agudos que producen ecos que retumban entre los arboles y provoca que algunos seres alados salgan volando de entre las copas. 

—Neefar, esto será muy fácil —desde la palma de mi mano voy creando una mediana lanza, al terminar de crearla la empuño y me preparo para lanzarla—. No irás muy lejos, cuernitos —le digo al ser vivo quien ya está sentenciado a muerte. Al dar mi siguiente pisada lanzo el arma punzante hacia él, todos nos detenemos al ver cómo el lanzamiento va tan certero; en un segundo la víctima es atravesada por completo. 

—¡Mira, hay otro cerca! —Neefar captó la presencia de otro ser de la misma especie. También empieza a crear una lanza con nanopartículas y tan pronto como es creada es lanzada hacia la presa—. Amigos Tiakamitas, hoy van a comer bien —dice al ver la víctima tirada en el suelo. 

Levanto sobre mis hombros a las dos presas y parece que los Tiakamitas entienden que voy a llevar la cena a la aldea para ellos.  

Al llegar a la aldea nuevamente somos el centro de atención. Lanzo los dos cuerpos frente a mis pies y los Tiakamitas, al ver nuestro regalo, empiezan a saltar de alegría. Uno de ellos se nos acerca y se arrodilla frente a mí, luego empieza a gritas cosas que no logro comprender, pero los de su especie sí, se van sumando hasta formar nuevamente una gran cantidad de Tiakamitas arrodillados frente a nosotros. Comprendo que es su forma de agradecer, ¿o será que estoy equivocado? 

—¡Mira, Kiharu, ven a ver esto! —no me di cuenta del momento en que Neefar se distanció de mí, ella está en el otro extremo de la aldea, parece que los Tiakamitas solo se estaban arrodillando frente a mí. 

Camino hacia donde está Neefar y al llegar me encuentro con una gran roca que tiene varios dibujos, no estoy seguro si lo han pintado con sangre o con algún néctar de frutos. 

—Se dibujan a ellos mismos —dice mientras va señalando algunos de los dibujos—. Estos son ellos cuando salen a cazar, cuando cocinan y también cuando están cosechando. 

—Veo que también dibujan a otras especies.  

—Sí, pero lo que más me llama la atención es este dibujo —señala un dibujo que parece recién pintado—. Estos somos nosotros, Kiharu. Este que está aquí debes ser tú, te han dibujado con destellos a tu alrededor, deben creer que eres la deidad suprema de todos, debe ser por tu traje dorado.  

—Es cierto, yo estaba en esa posición cuando estuvimos aquí con toda la élite. 

—Ellos deben creer que somos sus Dioses. 

«Neefar, definitivamente me gusta descubrir cosas contigo, nuevamente vuelves a irradiar luz frente a todas estas primitivas pinturas. Quiero que sonrías de esa forma solo para mí». 

 




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