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51. Preparándose para iniciar los trabajos

Ha pasado otro día. Toda la élite está en la plataforma de despegue, siendo abducidos por las naves de la fuerza armada. Detrás de nosotros hay unas doscientas naves mineras llenas de obreros de Mikadea. Nos preparamos para regresar a Tiakam; hoy comienzan los trabajos para construir el asentamiento. Primero, tenemos que ensamblar las maquinarias, cuyas piezas están distribuidas en el almacén de cada nave minera.

—Señor Kiharu, estamos preparados para partir —dice un obrero a través del sistema de transmisión.

—Bien. Hora de ir a Tiakam, señores —respondo, y enseguida los obreros se animan. Puedo escuchar sus buenos deseos a través del sistema de transmisión.

Las naves están listas para iniciar el corto viaje, formadas y esperando que la escotilla de la nave nodriza se abra por completo.

—¡Listo, todos síganme! —ordena Handul, y cientos de naves comienzan a salir de la nave nodriza. En pocos segundos, atravesamos la atmósfera de Tiakam.

Al cruzar las nubes, se escuchan las voces animadas de los obreros a través del sistema de transmisión. Están fascinados, igual que nosotros cuando descubrimos las primeras maravillas de este planeta. No pueden creer lo que ven: los seres alados que vuelan por el cielo azul, la gran cantidad de agua y vegetación. La exuberancia del paisaje es un espectáculo completamente nuevo para ellos. Al sobrevolar suelo firme, algunos empiezan a comentar con asombro sobre los colores vibrantes de las flores y los árboles, mientras otros observan con incredulidad la fauna que se mueve libremente en el terreno.

—Señor Kiharu, ¿estos seres no son peligrosos? —me pregunta un obrero, su voz temblando ligeramente al ver seres alados volando alrededor de su nave minera.

—Tranquilo, para nada son peligrosos.

Llegamos a la zona donde se harán las construcciones. Todas las naves se detienen suspendidas en el aire, y desde arriba observamos como, desde la espesura del bosque cercano, empiezan a aparecer varios tiakamitas. Sus formas grotescas y movimientos primitivos captan inmediatamente la atención de los obreros.

—¡Señor Kiharu!, ¿y esos qué son? —el obrero suena preocupado.

—No teman, son aliados. Son los seres más evolucionados que he encontrado hasta ahora.

—No hay que temer, compañeros —otro obrero levanta la voz desde la transmisión de la nave—. Después de todo, el señor Kiharu y su equipo de élite estarán con nosotros.

No me esperaba ese comentario, y estoy seguro de que a Handul no le gustó.

—¡Dejen de ser tan cobardes ¿Acaso no corre por sus venas sangre mikadeana?! —Handul está furioso.

—S-Sí... ¡Sí, señor! —responden los obreros temerosos.

Handul activa la zona de evacuación de su nave y, de inmediato, un cilindro de luminiscencia cian desciende y toca el suelo de Tiakam. Todos nos disponemos a hacer lo mismo.

Al bajar de las naves, los obreros comienzan a explorar el terreno. Veo cómo sienten y disfrutan los olores que vienen junto con la brisa golpeando sus rostros. Se ven muy contentos, como si estuvieran en un sueño. Un grupo de ellos se arrodilla para tocar la tierra, dejando que los granos se deslicen entre sus dedos mientras murmuran sobre su fertilidad. Otros se acercan al borde del bosque, maravillados por los sonidos de los melodiosos cantos de los seres alados y el susurro de las hojas, los envuelven, creando una atmósfera de paz y asombro.

—Señor Kiharu —alguien me habla a mis espaldas. Al voltear, me sorprendo al encontrarme con un amigo que hice antes de salir de Mikadea.

—¡Tihám, estás aquí!

—¡Sí, no podía perderme esta aventura! —dice con una gran sonrisa—. Este lugar es asombroso.

—Estoy de acuerdo, Tihám —sonrío con amabilidad.

—Señor Kiharu, estamos listos para recibir sus órdenes.

Veo a todos los obreros, sus ojos fijos en mí, esperando mis instrucciones.

—¡Formados! —Handul les grita con excesiva fuerza, y los obreros obedecen inmediatamente. Luego dirige su mirada hacia nosotros, específicamente hacia Tihám—. ¡Ve a tu posición! —dice con el ceño fruncido.

—¡Sí, señor, disculpe! —Tihám trota hacia la fila.

Mientras el asombro inicial se desvanece, Handul hace sonar su voz una vez más para apurar la formación, marcando el momento en que la fascinación por el paisaje debe dar paso a la disciplina. Los obreros, que minutos antes estaban inmersos en la maravilla del exuberante entorno de Tiakam, dejan de lado su admiración y rápidamente comienzan a formar filas sobre el césped del extenso campo. El sonido de sus botas al tocar el suelo de Tiakam resuena en el aire y, con una precisión militar, forman filas sobre el manto esmeralda, el cual cruje suavemente bajo su peso. La transición es rápida y organizada, con cada uno ajustando su posición para alinearse con precisión. El campo, antes lleno de murmullos y expresiones de asombro, se convierte en un espacio ordenado y funcional, listo para comenzar el trabajo. La brisa fresca y el aroma a vegetación se mantienen en el aire, la sensación de expectación llena el ambiente.

Handul empieza a pasearse frente a todas las filas, de extremo a extremo. Su mirada fría e intimidante hace que los obreros suden exageradamente... Un momento... ¡Yo también estoy sudando!

—Para los primeros trabajos recibirán órdenes del ingeniero Brawn, él es el encargado de los proyectos de ensamblaje de maquinarias.

—¡Sí, señor! —gritan todos los obreros.

—Pero antes deben conocer un poco más sobre este planeta. Así que antes de iniciar los trabajos, van a escuchar lo que tengan que decir las chicas de la élite: Neefar, Ashtaria y Klea.

Las tres chicas pasan al frente y se detienen ante el grupo de obreros. Deben compartir información crucial sobre el planeta, pero el entusiasmo de los trabajadores parece distraído por la presencia de las tres hermosas mujeres que tienen frente a ellos. Klea y Ashtaria se muestran completamente relajadas, con una confianza evidente en sus posturas y sonrisas. En contraste, Neefar parece un poco nerviosa, sus manos se mueven inquietas mientras observa a los obreros. Este es su momento para demostrar que también tiene autoridad y liderazgo en la misión; debe superar el discurso desafortunado que dio en Mikadea, o volvería a caer en la depresión que sintió aquella vez. La presión es real, y el desafío de captar la atención de los obreros mientras impone su presencia es más grande que nunca.




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