Durante estos días, he saboreado cada instante de cercanía que Neefar me ha permitido compartir con ella. La intimidad que hemos construido ha demostrado ser no solo un refugio, sino una necesidad vital. Con el tiempo, ella ha comprendido que nuestra unión es esencial para enfrentar a Trox. La situación demanda que estemos siempre juntos; el enemigo no debe hallarnos separados.
En cuanto a nuestra relación, Neefar ha optado por mantenerlo en secreto, reservando la revelación para el baile ceremonial de esta órbita, con el propósito de sorprender a todos en ese momento tan esperado.
«¿Sabes, Neefar?..., Días atrás creí que si llegaba al trono podría tenerlo todo, eso fue hasta que me enamoré de ti; ahora que estás conmigo, siento que lo tengo todo».
Cada día, mi interés por Neefar se manifiesta en cada acción que tomo. Cuando exploro el planeta, la distancia no hace sino intensificar mi deseo de saber cómo está. La llamo constantemente, susurrándole palabras de aliento y cariño, asegurándome de que cada detalle de su seguridad esté en orden.
Algunas veces, cuando regreso de mis expediciones, mi primer impulso es invitarla a explorar los fascinantes lugares que he descubierto en mis exploraciones. Conozco cuánto valora los paisajes deslumbrantes, y sé que compartir esos rincones secretos con ella será un regalo invaluable. Quiero que vea los lugares que me han dejado sin aliento, esperando que esta experiencia enriquezca aún más los momentos que compartimos, que queden grabados lindos recuerdos en su mente y que me sonría con esa emisión que amo ver en sus ojos.
En ciertas oportunidades, me ofrezco para ayudarla con sus análisis médicos, no porque me lo exija, sino porque su bienestar y su trabajo también son importantes para mí. Y son estos momentos, cuando estamos a solas, que no puedo evitar robarle un beso, un gesto espontáneo que busca recordarle cuán grandiosa, hermosa e inteligente es. Y a medida que estos momentos se acumulan, la sombra de Ashtaria va desvaneciendo, relegada a los recuerdos del pasado. Ashtaria, aunque siempre tendrá un lugar en mis recuerdos, ya no ocupa el centro de mis pensamientos.
Diez días desde nuestro mágico momento en Tiakam, Neefar aparece en la puerta de mi habitación. Sin decir una palabra, entra y cierra la puerta detrás de ella. Nuestros ojos se encuentran, la chispa es inmediata y clara. Nos miramos, sabiendo que los responsables de este ardiente deseo son nuestras singularidades, sabiendo este es el camino que nos toca tomar. Sin decir una palabra, nos abrazamos y dejamos que nuestros cuerpos hablen por nosotros. Comparto mi cama con ella, nuestros suspiros y gemidos llenan el silencio. Es otro de esos momentos perfectos.
...
«Ese sonido... es la alarma sonando».
Despertar y encontrarla tan serena, acurrucada sobre mi pecho, me hace sentir como un pétalo recién desprendido por el viento, ligero y libre, dispuesto a enfrentar cualquier cosa con tal de mantenerla cerca, a mi lado.
Su brazo se extiende sobre mi pecho y su rostro descansa plácidamente sobre mi hombro mientras acaricio y juego con los rizos de su cabello. Ella sigue dormida, y yo me acomodo para quedar frente a ella, abrazándola por la cintura y entrelazando mis piernas con las suyas bajo las sábanas. Este momento me hace entender cuán breve es nuestro descanso; desearía poder permanecer así, con ella, durante todo un día.
A medida que comienza a despertar, sus ojos neones se asoman con una suavidad encantadora.
—Hola, buen día —susurra con una sonrisa, apartando el cabello que cae sobre mi oreja.
—Buen día, corazón —respondo, mi voz llena de ternura.
—Deberíamos de empezar a arreglarnos, es hora de salir a Tiakam.
—¿No podemos quedarnos así un rato más? —pregunto, haciendo un puchero y mirándola con una expresión de súplica.
—No —responde con voz suave, tan cerca de mis labios que hasta siento el calor de su aliento.
Difícilmente, nos levantamos de la cama y comenzamos a prepararnos para salir hacia Tiakam. Un par de minutos después, el aroma a té de hierbas, que Neefar suele preparar todas las mañanas, llena la habitación. Ella está en la cocina, se ha ofrecido a cocinar algo para comer.
—Daría cualquier cosa por despertar todos los días con este aroma —digo, abrazándola por la espalda mientras ella trabaja en la cocina.
—¿Me estás pidiendo indirectamente que pase todas las noches contigo? —pregunta con una sonrisa traviesa.
—¿Tan obvio soy? —beso suavemente la parte posterior de su oreja, haciéndola estremecerse por el cosquilleo.
Después de terminar de comer, tomamos nuestros equipos y nos disponemos a salir de la habitación. Al abrir la puerta, nos sorprende ver a Ashtaria y a Handul saliendo de la habitación de enfrente.
—¡Vaya, vaya, qué sorpresa! —exclama Handul, su mirada delata que ha captado lo que sucede entre Neefar y yo. Ashtaria, por otro lado, parece completamente sorprendida, como si acabara de presenciar la escena de su propia muerte. Su mente debe estar en plena confusión, preguntándose mil cosas.
—¡Por favor, chicos, no digan nada! —implora Neefar, su rostro mostrando una mezcla de nerviosismo y urgencia.
—Tra-Tranquila... Ahora compartimos secretos —intenta sonreír Ashtaria, pero su sonrisa se ve forzada y distante.
«¿Qué está ocurriendo, Ashtaria? Espero que no te armes un drama por esto. No deberías hacerlo».
Los cuatro caminamos en silencio, sin atrevernos a cruzar miradas. El pasillo que nos conduce a la plataforma de despegue se llena con el eco de nuestros pasos, resonando con un ritmo monótono que acentúa la tensión del momento. La atmósfera es densa, cargada de un aire que parece pesar más con cada paso que damos.
Neefar y yo avanzamos al frente, intentando mantener la calma a pesar de la incomodidad. Ashtaria y Handul siguen unos pasos detrás, sus rostros implacables y sus miradas fijas en el suelo. Las sombras se alargan a lo largo de las paredes, proyectadas por las luces de emergencia que parpadean de vez en cuando. El silencio se convierte en un manto que cubre nuestras palabras no dichas, haciendo que el murmullo de nuestros pensamientos sea el único sonido que nos acompaña.