Narrado desde la perspectiva de Handul.
Un dispositivo que se conecta con las glándulas cerebrales encargadas de desarrollar y entender el lenguaje; este es el invento en el que Brawn ha estado trabajando junto con Neefar, y están a punto de convertirse en los más grandes científicos de nuestra raza. Desde nuestro primer contacto con los tiakamitas, supimos que sería imposible comunicarnos y entendernos con ellos debido a su bajo nivel intelectual. Lo más cercano que tienen para comunicarse son esos extraños dibujos plasmados en rocas, y no es como si pudieran transmitir mucho con eso.
Ha pasado un día más sin la presencia de Kiharu. Hoy comienzan los trabajos en las minas y todo transcurre con normalidad bajo las órdenes de Kimku, como debería ser. Pero los tiakamitas se han convertido en un problema; están robando nuestras cosechas y no hay forma de hacerles entender que no deberían hacerlo. Si siguen así, no tendré más opción que robarles la vida, uno por uno, hasta que comprendan que no se puede jugar con nosotros.
Ayer logré contactar a Brawn para preguntar sobre los avances del aparato de conexión vocal. Me dijo que hoy podríamos empezar a hacer pruebas; también mencionó que necesitaríamos un tiakamita para ello, y que Neefar sería la encargada de ir a la aldea y buscar al más saludable, uno que pueda soportar la cirugía.
Justo ahora me encuentro en la nave nodriza, caminando junto con Polh por el pasillo que conecta con los laboratorios científicos. Queremos estar presente cuando se entable la primera conversación con el tiakamita.
—Hola, Brawn —lo saludo al abrir la puerta del laboratorio quirúrgico—. ¿Cómo va el primer prototipo del nanochip vocal?
—Hola, Handul, Polh. Justo acabo de terminar con los últimos tejidos de fibras que irán conectados al diencéfalo del tiakamita.
—Entonces, ¿ya estamos listos para instalar el nanochip? —pregunta Polh.
—¡Sí, y no saben lo feliz que me hace! Este se ha convertido en uno de mis mejores inventos —se ve realmente emocionado.
—Felicidades, Brawn, es un gran logro —le digo.
—Neefar salió rumbo a la aldea junto con Ashtaria —Klea aparece en la puerta; parece que nadie quiere perderse este momento—. Puede que les tome un rato analizar cuál de los tiakamitas es el más apto para convertirse en el vocero de su raza; ellas deben encontrar al líder de la aldea.
«Neefar y Ashtaria juntas… Me pregunto qué podría estar pasando por la mente de Ashtaria en estos momentos».
Mi brazalete de transmisión empieza a sonar, interrumpiendo mis pensamientos. Es una llamada de Yazu, el capitán de la nave nodriza y miembro de la élite. Respondo de inmediato y un holograma con su rostro se proyecta sobre mi brazalete.
—Hola, Handul —saluda Yazu, su expresión tranquila.
—Hola, Yazu. ¿Cómo va todo? —pregunto, curioso por la llamada.
—Bien, ya todos almacenes de oro ya están listos para empezar a recibir las cargas.
—Genial.
—También te contactaba para notificarte que el Gran Halu ha enviado un mensaje desde Mikadea. Cuando quieras, puedes pasar por la cabina de mando para escucharlo desde el intercomunicador de la nave —añade, su voz más seria.
—Un mensaje de mi padre… Genial —murmuro, con una mezcla de expectativa y cautela—. Gracias por notificarme, Yazu; voy enseguida.
Camino rápidamente por los pasillos, familiarizándome con la fría y eficiente arquitectura de la nave nodriza. Las luces blancas y brillantes, los paneles de control alineados con precisión, y el constante murmullo de actividad técnica me envuelven.
Finalmente, llego a la cabina de mando. La puerta se abre con un leve zumbido, revelando una sala espaciosa y ordenada. En el centro, una gran consola de control domina la habitación, rodeada por pantallas holográficas y terminales de comunicación. Al fondo, el inmenso ventanal ofrece una vista impresionante del espacio exterior, con las estrellas parpadeando en la lejanía.
El capitán Yazu está allí, revisando algunos datos en su terminal. Levanta la vista cuando entro, su rostro iluminado por el resplandor de las pantallas.
—Hola, Yazu —saludo, avanzando hacia él.
—Handul, me alegra verte —responde, dejando a un lado su trabajo y girándose hacia mí—. Te dejo solo para que escuches el mensaje del Gran Halu.
—Sí, por favor.
Yazu asiente, se despide con un gesto cortés y se retira de la cabina de mando junto con su equipo de pilotos, dejándome solo en la sala. El sonido de sus pasos se desvanece mientras me acerco al centro de mando y activo el sistema de transmisión.
De inmediato, un holograma emerge del tablero de control, proyectando el rostro de mi padre. La figura etérea se ilumina con un brillo suave pero definido, y su voz resuena con la autoridad y el cariño que siempre me ha brindado.
—Saludos desde Mikadea, Handul —comienza, su voz clara y firme—. Espero que te encuentres bien. Estás haciendo un trabajo excelente. El último informe que me llegó fue muy positivo; incluso, recibí una propuesta por parte de Neefar que me pareció muy conveniente para la misión. Es por eso que te estoy contactando. Quiero que le comuniques a la élite que estaré llegando dentro de tres días para conocer el nuevo asentamiento y para dar las órdenes a seguir.
Mi padre hace una breve pausa, y su mirada parece volverse más introspectiva.
—Cuando escuches este mensaje, yo estaré en medio del viaje y muy cerca de llegar al sistema planetario. Nos vemos pronto, hijo. Sigue trabajando como lo has estado haciendo; la misión va tal cual se ha planeado.
El holograma se desvanece lentamente, dejando tras de sí un leve resplandor. Me quedo frente al centro de mando, procesando las palabras de mi padre. Su mensaje es un recordatorio de la importancia de nuestra misión y de las expectativas que tiene sobre mí. El desafío no hace sino intensificarse, y la llegada del Gran Halu en tres días marca un nuevo hito en nuestro esfuerzo por consolidar el éxito del asentamiento.
Mi padre llegará a Tiakam en tres días. No creo que sea necesario enviar un informe adicional; es mejor esperar a su llegada para poner al tanto de los detalles. Espero que para entonces Kiharu haya despertado y esté en condiciones de recibirlo.