Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

63. La revuelta en las minas

La refrescante brisa de la tarde golpea la amargura de mi rostro mientras voy bajando, a gran velocidad, la interminable escalinata del Dominio Élite; detrás de mí viene corriendo Neefar, grita mi nombre e intenta detenerme, pues es evidente lo irritado que estoy, quiero partirle la cara al infeliz de Handul, y ahora cuento con un motivo adicional para hacerlo. 

Al pisar el suelo de los senderos del asentamiento, se escucha el crujido que las piedrecillas hacen con cada una de mis aceleradas pisadas, provoca que varios obreros que rodean el almacén giren la mirada para curiosear quien se aproxima; desde aquí veo como se transporta el oro desde los vagones que transitan sobre la línea del riel que conecta con el almacén, la fricción que hacen las ruedas de los vagones se escucha por con un rústico y leve sonido metálico.  

Si sigo la línea del riel llegaré hasta las minas, donde de seguro está Handul, pues por lo que dijo Neefar, esa zona está caldeada, y como es su deber mantener el orden, de seguro está vigilando esa zona.  

—¡Kiharu, por favor, detente! —los pasos de Neefar se escuchan más apresurados, y así logra alcanzar mi brazo, hala de él y me detiene. 

—Neefar, no interfieras, no quiero que salgas lastimada —con rudeza me libro de su agarre y avanzo hasta dejarla atrás. 

—¡¿Lastimada?! —la escucho correr, y al alcanzarme empieza a caminar a mi ritmo—. ¡¿Qué pretendes hacer con tu hermano, Kiharu?!  

Me detengo para responderle:  

—¡Ese Maldito me…! —quedo pausado luego de ver pasar sobre el riel un vagón de madera vacío y todo destruido.  

Neefar se percata de mi asombro, y da media vuelta para ver que es lo que me tiene anonadado. 

—¡¿Qué carajos…?!  

Enfoco mi visión a lo lejos, justo en los vagones que le siguen, y me quedo aún mas sorprendido, pues los próximos dos vagones también vienen destruidos.  

—Kiharu, como que algo no anda bien en las minas…  

—¡Vamos!  

Ambas naves de encuestan sobrevolando sobre las cortas llanuras próximas al asentamiento, justo donde combatimos a Trox; bajo nosotros está la larga línea del riel que da a las minas, cada vagón que alcanzamos está completamente destruido, es como si los malhechores usaran alguna especie de instrumento o algún tipo de arma para romper la madera. En todo lo que hemos explorado del planeta, no fue encontrado algún tipo de ser vivo que tenga la fuerza para hacer algo así, los únicos que tienen el poder para hacerlo son los Tiakamitas, y no creo que sean ellos. 

A lo lejos ya se puede divisar la zona minera, y lo que mis ojos encuentran es un completo desastre, los mineros y los soldados de la fuerza armada están en medio de un disturbio, entre ellos han fomentado una batalla campal.  

—¡Neefar, esto se ha salido de control. Hay que llamar al resto de la élite! —le ordeno desde el sistema de transmisión de la nave.  

—¡Entendido!  

Al sobrevolar la zona minera, me percato de como los vagones están siendo destruidos por los mismos mineros, lanzan rocas y le golpean con… ¿Partes de la maquinaria de perforación? … ¡¿Cómo Handul ha permitido esto?! 

Activo la zona de evacuación, cruzo el portal del interior de la nave y aparezco bajo la luz del portal que hubica mi aterrizaje sobre el terreno; veo que Neefar aún no evacúa de su nave, levanto la mirada y observo que su nave aún está alumbrando bajo un cielo que apenas empieza a oscurecer, de seguro ella aún está contactando a la élite, así que decido ser yo quien empiece a controlar esta situación, mientras llegan los demás, lo primero es encontrar a Handul y así entender que fue lo que desató todo esto. 

—¡¡HANDUL!! —grito logrando que los Mikadeanos más cercanos se percaten de mi llegada. 

Corro hacia el centro de la revuelta, y al ir avanzando entre la multitud, siento como alguno se estrellan contra mí cuerpo mientras se mantienen participes de la sanguinaria batalla; es la fuerza armada quien se impone sobre los mineros, algo evidente, tienen mejores armas, con las cuales lastiman y hasta aturden a los mineros.  

Me agacho frente a un cuerpo y rápidamente compruebo sus signos vitales… este sigue vivo; levanto la mirada y observo como otro de los mineros alza un gran tubo metálico, golpea sobre la nuca de un soldado y de inmediato este cae sobre el suelo.  

–¡¡ALTO!! —halo al minero por su ropa y lo aparto del soldado, quien aun sigue consiente, y al verme frente a él de inmediato se levanta del suelo. 

—¡¡Señor Kiharu!! —me hace una reverencia un tanto tambaleante, puedo ver como desde su boca desciende un hilo de sangre—, bienvenido de vuelta a Tiakam, señor.  

Lo agarro del cuello de su oscuro uniforme y con rudeza lo acerco hacia mí.  

—¡¿Dónde carajos está Handul?!  

—N-No está, señor —se escucha nervioso—. Dejó al superior Krame como encargado de la situación.  

Lo suelto del cuello y de inmediato empiezo a buscar al superior Krame por todas partes.  Él es quien está por debajo de Handul, tiene muy bien ganado su puesto, es gran estratega, sabe analizar la situación y sus ordenes siempre son acertadas, me sorprende que esté permitiendo esto, no es propio de él.  

Mi búsqueda por Krame finaliza al encontrarlo agresivo y despiadado sobre el cuerpo de un minero, lo golpea desenfrenadamente, un golpe tras otro, ya el minero se está viendo muy mal, está próximo a perder el conocimiento. 

Rápidamente corro hacia Krame y le halo del hombro para tenerle.  

—¡¿Qué crees que haces, Krame?!  

—Señor Kiharu —se escucha agitado—, solo estoy siguiendo ordenes del señor Handul.  

—¡¿Qué?!... ¿Acaso te ordenó atacar a los minero?  

—Me dijo que si se reusaban a trabajar, que usáramos la fuerza contra ellos… que si nos atacaban, le atacáramos de vuelta, que nos diéramos a respetar.  

—¿Y crees que toda esa mierda dicha por Handul es correcta?  

Por el gesto en su rostro, se nota que no era su intención llevar a cabo esa orden, se ve descontento y algo avergonzado por sus acciones .  

—El señor Handul me lo ordenó… y mi posición dependía de ello.  

—¿Y donde está mi hermano? —pregunto frunciendo el cejo.  

—Nadie sabe, señor. Lo último que me dijo es que estaría muy ocupado en cosas más importantes. 

Es increíble como mi hermano prioriza por encima de la vida de los mineros, me pregunto dónde estará metido… ¿Qué podría ser mas importante qué este caos? Es su deber estar aquí controlando la situación, supongo que seré yo quien tranquilice los ánimos de todos estos mikadeanos. 

—Bien, ordena la retirada de la fuerza armada, yo me encargo del resto.  

—¡Entendido!  

Krame ingresa un código desde un brazalete exclusivo de la fuerza armada, enseguida se transmite hacia los demás brazaletes unos zumbidos con tonos blancos que simbolizan un estado de paz, es la señal de la retirada. Todos los soldados se percatan de la señal y detienen su ataque, pero los mineros insisten en continuar la batalla, todos los soldados retroceden y se resguardan tras mi espalda y tras Krame. Al verme frente a la armada, los mineros se detienen, aún se ven molesto, aprietan sus mandíbulas para contrarrestar sus furias.  

—¡¡Tienen energía para entrar en batalla, pero no para trabajar!! —grito furioso—, ¡¡Necesito explicaciones!!  

Uno de los mineros avanza frente a todo su grupo, antes de hablar respira profundo para controlar su ira.  

—Ayer notificamos al Señor Handul todas nuestras molestia dentro de las cavernas de la mina, y aún así no hizo nada, nos dio a entender que no le importaba nuestras condiciones.  

—Apenas llegué, Neefar me puso al tanto. 

—Sí, fue la señorita Neefar quien intentó abogar por nosotros, pero el señor Handul no cedió, se encerró en su idea de que vinimos aquí a trabajar.  

—Lamento lo sucedido con mi hermano, prometo buscar una solución.  

—Es muy tarde para lamentarlo, señor —me dice cabizbajo—, hoy detuvimos los trabajos de las minas, y protestamos debido a una tragedia…  

—¿Qué tragedia? —mi corazón gana fuerza y aceleración.  

—Hoy murió un minero, y quien lo mató no solo fue un golpe de calor, fue la decisión de su hermano, señor. El pobre de Tihám empezó a marearse y decidimos sacarlo de inmediato de la mina, y mientras salíamos a toda prisa, Tihám empezó a quedarse sin respiración… cuando por fin salimos al exterior, ya era demasiado tarde, él empezó a convulsionar y no demoró mucho cuando murió.  

Tiham…  

Él esta… ¿muerto?  

—¡Se detienen los trabajos! —trato de parecer fuerte para no mostrar mis tristeza, justo ahora siento un nudo en la garganta—. Nadie entrará a esa mina hasta que encontremos una solución.  

Doy media vuelta y luego me alejo del centro de todos, voy triste y cabizbajo, caminando hacia donde está Neefar, y como era de esperarse, la encuentro atendiendo las heridas de los mineros y los soldados. 

—Murió un minero —me agacho a un lado de ella y termino sentado sobre el césped, con mi mirada distante—, él era mi amigo.  

Neefar ha dejado de atender la herida del minero para regalarme un corto abrazo.  

—No quiero a tu hermano como futuro rey…  

Fue mi hermano quien envió a Tihám aquella vez a recogerme en el centro médico de Mikadea, y ahora por culpa de él se ha ido. Siento mucho coraje, hasta siento ganas de llorar, pero de la rabia… Handul me ha hecho odiarle, y ya no temo defenderme frente a él, aunque eso signifique terminar con su vida.  

«Tihám, fuiste quien siempre estaba disponible para irme a rescatar en su nave de corto viaje... ¿Allá donde estás puedes volar hermosas naves? No… De seguro tienes alas para volar».  




 




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