Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

95. Eternidad

Las coordenadas me dirigen hacia el lado oscuro de Tiakam, no demoro en cruzar la atmosfera del planeta e inmediatamente me adentro a la oscuridad de la noche, a mi alrededor se observa como los relámpagos cruzan de nube en nube y como la brisa hace danzar a la lluvia de un lado a otro. El clima no es muy bueno, pero eso no me detiene en la búsqueda, daré con ella, aunque me amenace la peor de las tempestades. A esta lejanía ya debería de sentir el poder de atracción de Neefar, pero no lo siento, lo que significa que ella ha fallecido.

 

«El corazón aprieta con fuerza por el simple hecho de saber que te ya no estás viva, y eso me da coraje, porque sé lo mucho que duele alcanzar la muerte».

 

Bajo la nave se presenta un mar sin fin, todo lo que en algún momento caminé ha quedado inundado, y mientras voy sobrevolando tal siniestro veo como el agua va regresando a los niveles que anteriormente ocupaba en el océano. En el horizonte se ven las coloridas luces que adornan cientos de naves mikadeana, estas transitan alumbrando con faros blancos sobre el mar. Esa es la flotilla que está liderando Kimku, así que activo el sistema de transmisión de la nave y contacto con él.

 

—Kimku, ya puedo verlos. Voy con ustedes.

 

—Kiharu, ¿crees que puedas ir con un grupo de mikadeanos a explorar los ríos que están a cinco kilometros de aquí? Tengo a varios buscando por las desembocaduras.

 

—Sí, es buena idea.

 

—Hay altas probabilidades de que el cuerpo de Neefar haya sido arrastrado hasta alguna de esas zonas. Hay que buscarla hasta en aquellos puntos donde pudo llegar la corriente del tsunami.

 

—Sí, no dejemos lugares inexplorados.

 

Kimku me hace llegar las coordenadas que me ha tocado visitar, no pierdo tiempo y doy la orden a la nave para seguir dicha ruta. Las altas velocidades de la nave me permiten llegar en menos de un minuto a la desembocadura de un amplio río donde también azota el diluvio. Activo el portal de evacuación y al instante se despliega una luz amarillenta bajo la nave, me paro sobre el portal e inmediatamente me teletransporta al exterior. Mis pies caen sobre un blando fango y mi cuerpo se empapa en agua de lluvia, la brisa de la noche insiste en quedarse, haciendo más fría la exploración de esta noche, más fatigante.

De repente, sobre mi cabeza se posan unas cuatro naves mikadeanas, estos son los soldados que van a hacer la expedición bajo mi mando. Los portales de evacuación se encienden, y así uno por uno empieza a evacuar las naves, las cuales quedan suspendidas en el aire.

 

—Señor Kiharu, exploraremos bajo su orden —dice una de las soldados de la fuerza armada.

 

—Bien, vamos a tener que separarnos, así la encontraremos más rápido —los cuatro soldados empiezan a divisar todo el panorama a su alrededor, sus rostros no se ven muy contentos, no les agrada la idea de recorrer el bosque solos—. Es cierto que el bosque es peligroso debido la cantidad de seres salvajes que habitan aquí, pero no tenemos opciones ni tiempo, solo vayamos con mucho cuidado y mantengámonos en contacto, ¿ok?

 

—Entendido, señor —todos responden a mis órdenes.

 

—Ustedes dos adéntrense más hacia centro del río, los otros se quedarán conmigo para iniciar la búsqueda desde la desembocadura.

 

—¡Sí, señor!

 

Los dos soldados activan la zona de abducción junto con las coloridas luces de sus naves. Los veo partir sobre la espesura del bosque.

 

—Soldado, necesito que busques por toda la orilla del mar —ordeno a la soldado que tengo a mi lado, luego giro la mirada buscando al otro que nos acompaña—, tu vas a recorrer la orilla derecha del río, yo buscaré del lado izquierdo.

 

—¡Ok!

 

 

El satélite se levanta en medio del cielo nocturno y en medio de un diluvio que pronostica no querer detenerse, ya han pasado varias horas desde que empecé a recorrer la orilla del río y aún no encuentro rastros de Neefar, el tiempo transcurre y en su paso deja ansias y estrés. Me desquito todos estos sentimientos de impotencia cortando cada maleza, rama o arbusto que se cruce en mi camino, y mientras más avanzo más tristeza se tranca en mi garganta.

 

Tengo que encontrarla, no puedo fallarle.

 

Aún recuerdo sus palabras en aquella tarde que nos encontrábamos tomando té en el extraño restaurante:

 

«Sí llego a morir en algún momento, vas a revivirme y nadie deberá enterarse, ese será nuestro secreto», luego de proponer tal acuerdo, ella me sonrió bajo la dorada luz de la gigante roja. Hacerla feliz se sintió tan bonito, que hasta terminó empujándome hacia el rosado mar del amor, y desde entonces me encuentro sumergido en ella.

 

Oh, Neefar… Te extraño tanto…

 

Mi caminata continúa bajo la lluvia y a la orilla del río, desesperado y con el llanto asechando bajo mis parpados, con cada paso que doy me repito mentalmente «no voy a darme por vencido», «tengo que encontrarla», pero… y si ella no aparece ¿mi corazón podría aceptarlo? No lo creo.

 

De pronto, mis ojos se fijan en la parte baja del barranco que está a la orilla del rio, a lo lejos y sobre un alfombrado de rocas ovaladas se ve algo brillar, el satélite logra reflejarse en aquello que pareciera metal o cristal. Mis pies reaccionan a voluntad propia, a pasos largo y luego me hacen correr desesperado entre la maleza y sobre los charcos de lodo, bajo por el barrando a todas prisas y sin preocuparme de perder el equilibrio o resbalar sobre la corriente de agua que desciende en ella, por tal razón termino cayendo de pecho por toda la pendiente hasta llegar a la orilla del rio. Me he rasgado la ropa, tengo raspado el pecho y los codos, pero justo ahora ni siquiera siento el ardor, todo el dolor que pudiera sentir en estos momentos podría desvanecerse luego de comprobar si realmente es ella.




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