Desde que tengo memoria he estado teniendo el mismo sueño una y otra vez.
Sucede una vez cada mes; es extraño, pero no sé en qué momento esta Anormalidad se volvió Normal para mí.
En mi sueño, despierto acostado sobre pasto verde y suave que se extiende hasta el infinito. No hay nada más a parte del camino que se encuentra a mi lado. Un camino de piedras con formas y tamaños aleatorios.
Doy pasos siguiendo en alguna dirección, y es como andar en una caminadora. No parece que me esté acercando o alejando de algún punto.
Cierro mis parpados para concentrarme en una extraña voz que causa eco y resuena en mi cabeza.
Solo son unos segundos, luego un chasquido de dedos me hace abrir mis ojos de inmediato para encontrarme con una figura frente a mí.
Sobre el camino que no tiene fin, parada a pocos metros está esa misma chica que he visto siempre.
Una chica con piel blanca y tersa, cabello tan negro que no refleja la luz, ojos violetas como su vestido que llegaba por encima de sus rodillas.
Mueve los labios pero el sonido no aparece.
Parece querer decirme algo, pero su voz no me alcanza, solo unos leves susurros que no me permiten percibir alguna palabra.
Señala con su dedo desesperadamente y expresa una cara de preocupación como si algo estuviese detrás de mí. Luego, sus susurros se vuelven siseos.
Cuando me doy vuelta, una serpiente negra con el vientre rojo está enrollada sobre mi hombro derecho.
En cuanto hacemos contacto visual, se abalanza sobre mi rostro y—
— ¡¡AAAAAAAAHHHHHH!!
De nuevo aquel sueño…
6:30 am
Despierto con el sonido del reloj de muñeca que me regaló mi padre. Me encontraba cubierto de sudor y con mis manos temblando ligeramente.
— Debo prepararme para ir a la preparatoria o de lo contrario mamá volverá a enojarse conmigo.
Soy Hiroshi Nagomu. Estudante de 3er año. Tengo 16 años y como toda persona normal de mi edad, debo cumplir con mi jornada escolar.
No soy bueno socializando, pues me cuesta llevar una conversación larga y suelo perder el interés. Como suelen decirme “Hombre de pocas palabras”. Además de todo eso, mi maldita timidez.
— ¡El desayuno está listo cariño!, ¡baja por favor!
Y ella es mi madre.
Takiame Nagomu. Una mujer de 37 años, empleada en una empresa de telecomunicaciones.
Suele estar trabajando todo el día, por lo que no tenemos mucho tiempo para compartir juntos. No desde que tenía 6 años. Cuando mi padre falleció.
Después de la muerte de mi padre, lentamente fui desarrollando una enfermedad, la cual, se dio a conocer hace un par de años luego de caer desmayado durante un evento deportivo en mi escuela.
El doctor me diagnosticó Arritmia Cardiaca. Un problema en el corazón que no tiene cura y que es producido por el mal funcionamiento de los impulsos eléctricos del órgano.
— ¿Ya te tomaste los medicamentos?
Después de los primeros efectos de la enfermedad, mi sistema inmune y físico decayeron drásticamente convirtiéndome oficialmente en un ser inservible.
Desde entonces he tenido que cuidar mi salud. Evitando el estrés, emociones fuertes y sobre esfuerzo.
Sin embargo, a pesar de todos los inconvenientes que he tenido que sufrir, mi vida es la más normal fuera de esta enfermedad que no tiene cura.
— Si mamá, lo hago todos los días al levantarme. No te preocupes.
Luego de cepillar mis dientes, me dirijo a la preparatoria caminando.
El doctor Gotaro me recomendó caminar más seguido para fortalecer mis pulmones. Como si eso fuese a curar esta maldita enfermedad.
Mi vida social también se vio afectada por mis restricciones, llevándome a perder a casi todos mis amigos. Es decir, ¿Quién se va a hacer amigo de un chico que no puede salir al parque, divertirse un poco y que además, está muriendo lentamente?
Ese tipo de pensamientos cruzaban mi mente al ver sus rostros observarme con lastima. Como el que ve un perro malherido en la calle.
Desde luego no todo se perdió. Aun pude conservar a mi mejor amigo.
— ¡Hola Hiro!, ¿Cómo estás amigo?
Esperándome en la entrada de la preparatoria, la cual tenía a cada lado de las puertas unos enormes arboles de Cerezo, estaba él.
Mi mejor amigo. Yanamo Shoziro. Un chico de mi clase que estuvo conmigo desde la infancia. Tiene pelo castaño corto, cuerpo algo obeso y usa lentes cuadrados. Es Otaku.
Ha sido como un hermano desde que lo conozco.
Su personalidad es simple: Le gustan las chicas 2D, ama el anime y manga, y al igual que yo, es pésimo para interacciones sociales. Simplemente somos dos asociales sin amigos. Pero así está bien, me siento cómodo.
— Hola Yan, todo bien como siempre. ¿Qué tal tu día?
Ante mi pregunta, acomodó sus lentes a modo que la luz del sol se reflejó y ocultó sus ojos para luego esbozar una sonrisa.
— Si alguien más lo viese con esa cara, definitivamente desconfiaría de él.
Hurgando en su mochila, sacó un objeto del tamaño de una libreta y lo acercó a mi rostro.
— ¡Por fin conseguí el manga de Kimi no hadowari to areoguto na sensei sama tsuki ramone dasu ka tirashini wa okitotsuni gawana. Del autor P.S
Sinceramente me sorprende lo buena memoria que tiene para recordar los nombres de sus series favoritas.
Aun manteniendo su cara lasciva y con una línea de saliva deslizándose por su boca, prosiguió con su explicación.
— Es un manga de romance donde el protagonista debe de tener una cita con 10 chicas. La cúspide de las técnicas para enamorar. Es arte puro, un mundo totalmente hecho para mí. Si tan solo fuese real.