Zinko era un niño de baja estatura, ojos verdes, cabello negro, y, le gustaba jugar al fútbol. Un domingo despertó para ir a una escuelita de fútbol, que se encontraba a nueve cuadras de su casa, se puso la ropa, sus botines, agarró una botella de agua y salió a la calle.
En el camino, Zinko había aplastado diferentes hormigueros: pequeños, medianos y grandes, pero, se encontró con uno muy grande, y decidió aplastarlo. Infinitas hormigas salieron de allí, todas se dirigían hacia Zinko. Él intentó escaparse, pero no pudo, casi 200 hormigas estaban en todo su cuerpo, le dolía y le picaba todo.
Cuando las hormigas se fueron, Zinko sacó su móvil, abrió mapas, y empezó a caminar hacia el hospital. En el camino se encontró más hormigueros, pero no los aplastó, él no quería que le pase lo mismo.
Llegó al hospital, sacó un turno, y el doctor lo llamó, -Deberás quedarte en tu casa, descansando- dijo el doctor, -No me gusta descansar- respondió Zinko.
Salió del hospital, muy enojado, ¡No tuvo que pisar ese hormiguero!
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Moraleja: Nunca pises un hormiguero
Editado: 04.10.2018