Zion

Capítulo tres

Me sentía tan parte del lugar que parecía mío... Aunque, en cierto modo, lo era.

 

Capítulo tres

 

Shawn

—Hola, Peach —saludó una chica bajita, de ojos grandes y con mucha emoción encima, y me abrazó. Estaba desayunando con los Todd, los padres de Georgia, y de pronto este personaje apareció.

—Hola...

—¿Cómo que hola? ¿Así saludas a tu prima favorita?

—¡Pam, lo siento! —Sonreí y me levanté para saludarla. Le llevaba al menos una cabeza. Era genial ser alta.

—Mucho mejor. ¿Lista para nuestro último año?

—De hecho, lo estoy.

—Genial, porque oí que han aceptado a varios nuevos este año. Hola, tíos.

—Vaya, por fin se dio cuenta de que existimos —exclamó Arnold mientras Katherine reía.

—Hola, mi amor. ¿Tus papás? —preguntó mientras Pam los saludaba.

—Están bien, llamaron y ya llegaron a casa del abuelo, vienen en una semana.

—¿Y vas a estar sola?

—Pues sí, ya estoy acostumbrada.

—Pero si quieres, puedes quedarte aquí, es obvio que Gia no tiene problema.

¿En qué momento decidí que Pam se quedaría con Georgia?

Oh, claro. El día que me quedé sola en casa y no tenía a nadie con quién hablar.

¿Por qué tenía que reflejar mis necesidades en el libro?

—No tengo ningún problema, prima. Mi casa es tu casa.

—Bueno, llamaré más tarde a mis papás para avisarles.

—No te preocupes, yo llamo a tu mamá. —Katherine se levantó para tomar su teléfono y caminó hacia la cocina.

—¿Desayunaste? —preguntó Arnold.

—Sí, antes de venir, gracias. Pero puedo aceptar jugo. —Sonrió sirviéndose en un vaso.

—Yo no te dije que podías tomar, solo pregunté si habías desayunado.

—Lo siento, Arnold. Ya lo hice. —Pam rio y bebió.

Había olvidado varias cosas, como el hecho de que Arnold era un amor de persona, pero le gustaba molestar a la gente.

—Bueno, ya está. Estarás con nosotros una semana. —Katherine volvió y se sentó frente a nosotros para luego tomar de su taza de café.

—Gracias, tía. —Pam terminó el jugo y me miró—. ¿Lista, Peach?

—Sí. —Asentí y tomé la mochila nueva que me había regalado Nana.

Nos despedimos y caminamos hacia la estación que nos llevaría a la escuela.

—¿Viste a ese chico? —preguntó la prima de Geor... mi prima.

—¿Cuál de todos? —Disimulé. Hablaba del chico que estaba a la derecha, tres filas antes que nosotras.

—El único que llama la atención en este bus lleno de viejos.

—Baja la voz, Pam.

—Es lindo.

—Lo es. —Sonreí.

Sabía lo que venía.

—Vamos, esta es nuestra estación. —Toqué el botón para que el bus se detenga y, casi al mismo tiempo, el chico se levantó.

—No me digas que es de los nuevos, se ve más grande —susurró mi prima mientras caminábamos, entonces el chico giró a verme y se movió para que pasemos antes.

—Todos se ven más grandes para ti.

Pam me dedicó la mirada y seguimos con nuestro camino hacia esa gran escuela.

Estuvimos en la inauguración del año escolar, nos entregaron los horarios y algunos útiles con el nombre del colegio, incluso una camiseta.

—Amo esta escuela, pero mira qué camisetas tan bonitas —hablé señalando el logo que citaba «Hamilton» junto a un águila en el centro. Tal vez estaba tan emocionada porque yo misma había diseñado todo. Pasé horas y horas eligiendo cómo sería el uniforme de la escuela y finalmente Marcel me ayudó con el dibujo.

—Ya, prima. Demasiado amor, empiezas a asustarme, hacen esto todos los años. —Rio a la vez que yo guardaba la camiseta en mi mochila.

Mientras caminábamos a los casilleros, los cuales nos hacían vecinas, alguien chocó conmigo y boté mi teléfono.

—Wow, no le pasó nada al móvil. Necesito este tipo de tecnología en la… —hablé levantándome y Pam se quedó quieta.

—Perdón por empujarte —interrumpió él. Tenía una voz grave y atrapante, sonreí y negué.

—No pasa nada, Shawn.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó confundido.

Oh, el futuro padre de mis hijos (o de Georgia), llamados Tyler, Gabrielle y Josh, me estaba mirando. Se suponía que no sabía su nombre.

—Lo... oí. Lo oí en la inauguración.

Percibí un sonido dentro de mi cabeza, algo como un «ding» y el tiempo pareció moverse.

—Oh, cierto. Nombraron a los nuevos —comentó mi prima apoyando su brazo en mi hombro.

—Claro... Bueno, te veo después. —Shawn me guiñó el ojo y se fue.

—¿Tiene un problema en el ojo, o lo guiñó? —Pam me miró alzando las cejas.

—Vamos a clases. —Intenté no sonreír mientras caminábamos hacia el salón 208.

Me tomó unos días acostumbrarme a la situación, recordaba todo perfectamente. Me sentía tan parte del lugar que parecía mío... Aunque, en cierto modo, lo era.

Un día estaba ensayando en el estudio de ballet donde practicaba a diario y alguien me hizo pegar un buen susto.

—Hola.

Nota mental:

Anotar bien hacia dónde van los personajes para no hacerlos aparecer por arte de magia.

—Uhm, hola...

—¿Qué haces aquí sola? —El chico se sentó en el piso, cerca de mí.

—Estaba practicando...

—Estabas. —Me miró. Unos segundos después asentí para luego pararme y me dirigí hacia mi maleta.

—Sí, creo que ya terminé por hoy. —Corrí —o, mejor dicho, hui— hacia los vestidores y cerré la puerta con seguro para cambiarme.

Al salir, lo encontré apoyado en el marco de la puerta y pegué un brinco.

—¿Te asustaste? —preguntó.

«No, hijo... Solo me gusta saltar cuando veo a la gente, ¿sabes? Es mi forma de saludar».

—No, uhm... Ya me voy. —Tenía que seguir el juego. Georgia en verdad era tímida.

—Pero ¿por qué te vas? —Tomó la correa de mi maleta y esta resbaló con rapidez por mi brazo haciendo que me detenga.

—Solo quiero irme...




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