Zion

Capítulo cinco

«Mis decisiones traían consecuencias, y necesitaba empezar a ser más cuidadosa con lo que hacía o decía».

 

Capítulo cinco

 

Causa y efecto

—Georgia...

—¿Eh? —Giré a mirar a Shawn y gruñó.

—¿Quién es ese?

—No lo sé. —Volví mi vista a Alec—. Pero está loco. —Reí y luego caminé con el chico malo siguiéndome.

—Pero ¿quién es?

—Ay, ¡por favor! No tengo idea, lo conocí hace tres horas.

—¿Y te gusta?

—¿Estás demente o comiste bazofia? ¿No escuchas lo que digo? Y en caso de que sí, ¿a ti qué te importa?

—Mira, Georgia. —El chico se enderezó y yo alcé una ceja cruzando los brazos.

—Sí, dime.

—¿Eh?

—Dime, ¿qué vas a decir?

—Que eres mía.

¿Eh?

***

—¿Suya? —preguntó Alec mientras se embutía un emparedado en la cafetería.

—Sí, dijo que era suya.

—¿Y qué hiciste? —Me miró expectante, lo estaba disfrutando, podía verlo en su mirada socarrona.

—Lo mandé a freír monos.

—¡¿Qué?! ¡Los monos son adorables!

—No en modo literal, obviamente. Le dije que yo no le pertenecía a nadie y que primero aprendiera a sonarse bien los mocos antes de venir con esas tonterías. —Suspiré mirándome las uñas.

—Oh, por Dios. —Me aplaudió sujetando el emparedado con la boca—. ¡Soy tu fan!

—El punto es que...

Estuve a punto de hablar sobre el libro. Debía aprender a callarme algunas cosas.

—Yo creo que lo que hiciste está bien.

—Sí, yo también. Es solo que ahora no deja de mirar para acá.

Alec, sin disimulo, giró el cuello como una paloma y luego volvió a mí.

—Sí, nos está mirando.

—Oh, gracias. No me había dado cuenta.

—Tu sarcasmo me lastima. —Tomé un poco de jugo.

—Oye, Alec... Tengo dudas.

—Si está en mí, intentaré resolverlas.

—¿Tú dejaste un sobre en mi silla ayer?

—Sí, en efecto.

—¿Y lo dices así? ¿Tan directamente?

—Por supuesto. Nunca me quedo callado; si necesito expresar algo, siempre habrá palabras mías de por medio. Ya sea hablando, escribiendo o citando.

—¿Y dices que te gusta cuando estoy callada? —dije, y provoqué que empiece a reír.

—Yo lo interpreto más desde el modo en que... Hace días te vi por primera vez, y no digo que creo en el amor a primera vista porque es una ridiculez. Creo, en realidad, que «me gusta cuando callas porque estás como ausente» porque estabas lejos y no me notabas, pero cada vez que te veía, yo sonreía. Y no quiero sonar a acosador, porque ese es trabajo de Shawn, así que dejaré de hablar ahora. —Puso su mano casi desde la frente y la fue cerrando mientras bajaba hasta el mentón y cerraba los ojos al instante.

—¿Eso quiere decir que te gusto?

—No, pero digamos que si el mundo fuera un pañuelo, tú serías mi moco favorito.

—Ah, qué romántico. —Reí apoyando los codos sobre la mesa.

—Lo sé, soy un romántico empedernido.

Y lo raro es que no me sentía incómoda con tan extraña confesión. Incluso me atraía seguir hablándole. Alec era el extra de libro más genial que había conocido. Aunque, siendo sincera, era el único. Tal vez al «romper» la burbuja aquella vez, había dado pie a que entraran más personajes al mundo de Georgia. Mis decisiones traían consecuencias, y necesitaba empezar a ser más cuidadosa con lo que hacía o decía.

Al terminar las clases, Alec se despidió con el saludo vulcano, cosa que empezaba a ver como algo normal, mientras me dirigía a la biblioteca.

—Georgia, ¿podemos hablar? —preguntó Shawn deteniéndome en el pasillo.

—Oh, apareció el señor pertenencia.

—Bebé...

—No me llames así, por favor.

—Lo siento, todo esto es nuevo para mí... Por favor.

Tomé aire y giré a mirarlo.

—¿Y qué hago con eso? —Me reí cruzando los brazos.

Aunque, en realidad, era mi culpa. ¿Por qué veía atractiva aquella actitud? «Eres mía». ¡Pura basura!

—Podemos volver a empezar, ¿te parece?

—Está bien. Volvamos a empezar.

Y ese «ding» sonó más fuerte dentro de mi cabeza. Sentí que caía al piso y todo se puso oscuro. No sabía cuánto había pasado, pero estaba en casa de Georgia. Lo noté al abrir los ojos cuando oí una voz.

—¡Amor! —gritó alguien de lejos y alcé la vista—. Georgia, cariño... Baja a desayunar. —Tocaron la puerta—. ¡Acto de presencia parental! ¡Buenos días!

—Papá, ¿y Pam? ¿Mis tíos?

—Pam debe estar en camino para que se vayan a la escuela, y tus tíos... No lo sé, ¿pasa algo?

—Eh, no... No.

—Bueno, baja a desayunar. —Se encogió de hombros y salió a los saltos de la habitación.

Yo no podía relajar el rostro, fruncía el ceño intentando buscar una explicación. Me cambié rápido y tomé la mochila mientras buscaba el teléfono. Lo que encontré fue un modelo mejor que el que tenía en la vida real y lo solté en la cama. No entendía nada. Me sentía peor que cuando había «llegado».

Bajé a desayunar con los Todd. Estaban tan tranquilos, como si no hubiera pasado nada.

—Hola, Peach —saludó Pam y me abrazó luego de entrar.

—Hola, Pam...

¿Debía preguntar por sus papás?

—¿Cómo que «hola»? ¿Así saludas a tu prima favorita?

—Sí, lo siento, es que tengo sueño...

—Pero, niña, no nos vemos desde hace dos meses, actívate un poco. —Rio moviéndome.

¿Dos meses?

—¿Lista para nuestro último año? —preguntó sentándose junto a mí. Aunque todo era muy confuso, sentía que ya conocía esa escena.

—De hecho, lo estoy. —¿Por qué dije eso?

—Genial, porque oí que han aceptado a varios nuevos este año. Hola, tíos.

¿Se había reiniciado todo?

—Vaya, por fin se dio cuenta de que existimos —exclamó Arnold mientras Katherine reía.

¡Definitivamente se había reiniciado todo!

—Hola, mi amor. ¿Tus papás? —preguntó mientras Pam los saludaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.