La noche envolvió al Palacio de Leo en un manto de estrellas titilantes, cada una de ellas un recordatorio de los antiguos pactos que habían mantenido a los reinos en equilibrio. Sin embargo, la atmósfera se había vuelto densa con la incertidumbre. Leona se encontraba en su alcoba, inmersa en pensamientos sobre la reunión y el inquietante susurro de Escorpio. La luna llena iluminaba su rostro, acentuando su belleza feroz y su determinación.
Mientras el fuego crepitaba suavemente, Leona se preguntaba si realmente podía confiar en los demás signos. La historia estaba llena de traiciones y alianzas que habían fracasado en el pasado. Recordó las leyendas sobre la antigua guerra entre los reinos, donde la ambición había llevado a la destrucción casi total. El eco de las batallas resonaba en su mente, recordándole que cada uno de ellos estaba motivado por sus propios intereses.
De repente, un golpe sutil interrumpió sus pensamientos. La puerta se abrió y entró Escorpio, envuelto en un aura de misterio y seducción. Su presencia llenó la habitación con una energía intensa que hizo que Leona sintiera un escalofrío recorrer su espalda.
—No puedo dormir sabiendo que la oscuridad ha comenzado a despertar —dijo Escorpio, acercándose con pasos silenciosos—. Hay secretos que debemos compartir si queremos enfrentar lo que se avecina.
Leona lo observó con desconfianza. Su voz era suave como el veneno, pero su mirada era penetrante, como si pudiera ver a través de las defensas que ella había levantado.
—¿Por qué debería confiar en ti? —replicó ella, intentando mantener la firmeza en su tono.
Escorpio sonrió, un gesto que tenía tanto de encanto como de peligro. Se acercó más, hasta que las sombras danzaban entre ellos.
—Porque yo sé cosas que los demás ignoran. No todos los signos están dispuestos a luchar por la paz; algunos buscan el caos para ganar poder. Y tú... tú eres la clave para mantener el equilibrio.
Leona sintió una mezcla de curiosidad y recelo. La manipulación era una herramienta común entre los signos; cada uno jugaba su propio juego mientras ocultaba sus verdaderas intenciones. Pero había algo en Escorpio que despertaba su interés.
—¿Qué sabes? —preguntó finalmente, sin poder evitarlo.
—Hay un antiguo artefacto, el Cetro del Destino —comenzó Escorpio—. Se dice que otorga un poder inimaginable a quien lo posea. Si cae en manos equivocadas, podría desatar la calamidad sobre todos nosotros.
Leona frunció el ceño, recordando antiguas leyendas que había oído de niña sobre ese cetro: un objeto perdido en las profundidades del tiempo y custodiado por fuerzas desconocidas. Su existencia siempre había sido considerada un mito.
—¿Y quién lo busca? —inquirió ella, sintiendo cómo su corazón aceleraba ante la posibilidad del peligro inminente.
—Los seguidores de una sombra antigua han comenzado a moverse —respondió Escorpio con seriedad—. Ellos creen que el cetro les pertenece por derecho y están dispuestos a destruir todo lo que se interponga en su camino.
Leona se levantó bruscamente, el fuego reflejando su determinación ardiente. La idea de una amenaza tan poderosa era demasiado real para ignorarla.
—Entonces debemos actuar rápido —declaró—. No podemos permitir que esto se convierta en otra guerra entre nuestros reinos.
Escorpio asintió, pero sus ojos brillaban con una intensidad oscura. Había algo más detrás de su propuesta; algún deseo oculto que Leona no podía descifrar del todo.
—Te propongo una alianza secreta entre nosotros dos —sugirió él—. Juntos podemos encontrar el cetro antes de que otros lo hagan y desbaratar sus planes antes de que sea demasiado tarde.
Leona sintió un torbellino en su interior: formar una alianza con Escorpio significaba aceptar no solo sus habilidades y conocimientos, sino también su naturaleza intrigante y peligrosa. Pero también sabía que estaba luchando contra un enemigo desconocido y necesitaba toda la ayuda posible.
Finalmente, extendió su mano hacia él.
—De acuerdo —dijo con firmeza—. Pero recuerda esto: no me traiciones ni te atrevas a jugar conmigo. Si hay algo más detrás de tus palabras, lo descubriré... y no dudaré en actuar.
Escorpio tomó su mano con una sonrisa astuta y una chispa de admiración en sus ojos oscuros.
—Prometo ser leal... mientras nuestros intereses coincidan —respondió él, dejando caer esas palabras como una advertencia velada.
A medida que sus manos se separaban, Leona sintió que un nuevo capítulo empezaba no solo para ella sino para todos los reinos zodiacales. Una danza peligrosa comenzaba entre ellos: poder, ambición y deseo entrelazados como hilos invisibles que podrían definir el destino del mundo conocido.
Mientras la noche avanzaba y las estrellas brillaban intensamente sobre el Palacio de Leo, ambos sabían que la verdadera batalla apenas estaba comenzando...