Los portales absorbieron a cada uno de los guardianes del cetro, transportándolos a un mundo oscuro y personal donde sus mayores miedos y debilidades cobrarían forma. Leona, Aries, Escorpio y Géminis se encontraban ahora en lugares diferentes, aislados y sin saber si sus amigos también estaban a salvo. Era la primera prueba de la verdadera fortaleza que necesitaban para enfrentar la oscuridad que se avecinaba.
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**Leona: El Rostro del Sacrificio**
Leona emergió en una versión sombría y distorsionada del salón real de su infancia. Las paredes que una vez fueron resplandecientes ahora parecían estar cubiertas por sombras que fluían como agua negra. En el centro de la sala, vio a una figura conocida: era ella misma, pero en una versión más joven y llena de miedo. La imagen de la joven Leona parecía atrapada, inmovilizada por cadenas de oscuridad que parecían alimentarse de su energía.
Leona avanzó con cautela hacia su yo más joven, tratando de mantener la calma. Sabía que debía enfrentar sus propias dudas y el peso de la responsabilidad que siempre había sentido por el bienestar de su reino. A medida que se acercaba, la figura de su yo más joven la miró con ojos llenos de tristeza y decepción.
—Siempre sacrificándolo todo… —susurró la joven Leona, su voz resonando en el vacío de la sala—. ¿Pero realmente sabes por qué lo haces?
Leona se detuvo, sintiendo el peso de esas palabras. Siempre había asumido la responsabilidad de proteger a otros, pero esa carga había alimentado también un vacío en su corazón, un temor de perderse a sí misma en la misión.
—Lo hago porque es mi deber —respondió Leona con firmeza—. Porque creo en la justicia y en la protección de los inocentes.
La joven Leona sonrió, aunque su expresión era amarga. —Pero eso no es suficiente. Si no puedes encontrar una razón más profunda, una razón que venga de tu propia alma, el sacrificio se volverá en tu contra.
Leona comprendió entonces que debía aceptar que su deseo de proteger a los demás también venía de su propia necesidad de sentir que tenía un propósito, de no sentir el vacío de la soledad que tanto temía. Con esta revelación, las cadenas que ataban a su yo joven comenzaron a desintegrarse, y la imagen de la niña la miró con un destello de orgullo.
—Ahora eres libre —le dijo suavemente—. Y ahora, puedo ser libre también.
La visión desapareció, y Leona sintió una paz que nunca antes había experimentado.
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**Aries: La Furia Incontrolada**
Aries apareció en un campo de batalla rodeado por humo y llamas. Este era el sitio de una de sus peores derrotas, un recuerdo que aún lo perseguía. Frente a él, aparecieron figuras distorsionadas de guerreros caídos, sus rostros llenos de dolor y reproche. Aries sentía la culpa mordiéndole el alma, y con cada paso que daba, parecía que la furia que había enterrado comenzaba a resurgir.
De repente, una figura se materializó ante él. Era él mismo, pero con una expresión de ira desmedida y un aura oscura que se alzaba a su alrededor como llamas. Su yo furioso lo miró con desprecio.
—Siempre tan impulsivo, siempre tan ciego por el deseo de ser el primero en la lucha —se burló la figura—. Por tu culpa, muchos han sufrido. ¿Quién eres tú para considerarte un héroe?
Aries sintió la acusación como una bofetada. Sabía que su impulsividad lo había llevado a cometer errores graves. Pero también sabía que esa misma energía era lo que le permitía seguir adelante, sin importar los obstáculos.
—La furia no es mi debilidad, es mi fuerza —declaró Aries con firmeza, enfrentando a su reflejo oscuro—. Pero ahora entiendo que debo controlarla, no dejar que me controle a mí.
La figura de furia vaciló, como si el reconocimiento de Aries hubiera debilitado su poder. Con un último rugido, la sombra se disipó, dejando a Aries solo, pero más fuerte y en paz consigo mismo.
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**Escorpio: La Traición Temida**
Escorpio apareció en un salón oscuro lleno de espejos que reflejaban distintas versiones de sí mismo. En cada reflejo, veía sus miedos más profundos: desconfianza, traición, soledad. Escorpio siempre había vivido con el temor de ser traicionado, de no poder confiar en nadie completamente.
De repente, uno de los reflejos cobró vida, y una versión distorsionada de él lo miró con una sonrisa fría y traicionera.
—Crees que puedes confiar en otros, pero sabes que, al final, todos te abandonarán —se burló la sombra—. Te traicionarán, y te quedarás solo, como siempre.
Escorpio sintió una punzada de dolor, pero recordó a sus amigos y a aquellos que realmente habían mostrado lealtad hacia él. Con determinación, enfrentó a su propio reflejo oscuro.
—Sé que la traición existe, pero también sé que no todos son como tú. He aprendido a confiar y a tener fe en aquellos que se han ganado mi lealtad. No tengo que temer a la soledad, porque ya no estoy solo.
La figura lo miró, sorprendida, y luego comenzó a desvanecerse. Escorpio sintió que, al aceptar su temor, había roto la barrera que lo aislaba del verdadero compañerismo.
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**Géminis: La Dualidad del Ser**
Géminis apareció en una sala interminable llena de relojes y espejos. Era un espacio etéreo, casi onírico, donde el tiempo parecía estar suspendido. Cada reflejo mostraba una versión diferente de sí mismo: algunas serias, otras risueñas, algunas llenas de ambición y otras llenas de duda. Era su naturaleza dual enfrentándose a él, la parte de sí mismo que siempre había temido perderse en la ambigüedad.
De entre los reflejos, uno cobró vida: una versión de él que parecía dudar constantemente, insegura y atrapada en sus propios pensamientos.
—¿Cómo puedes confiar en alguien que cambia con cada instante? —le preguntó la sombra—. Nunca podrás tomar una decisión real. Estás destinado a ser una máscara sin identidad.
Géminis lo miró, conociendo esa voz interna que a menudo le decía que no era suficiente. Pero esta vez, en lugar de temerla, decidió aceptarla.