Zodiac Chronicles

Capítulo 10: Llamas Prohibidas

El campamento estaba en calma después de la aparición de la Guardiana de los Secretos Antiguos. Todos estaban profundamente impactados por la profecía de las Doce Llamas y el peligro que representaba cualquier fractura en su unión. Sin embargo, aquella noche también trajo un cambio sutil, un despertar entre ellos que trascendía la simple camaradería.

Leona, tras meditar en soledad, regresó al campamento, su piel aún cálida y electrificada por el contacto con el Cetro del Destino. Sentía cómo la energía fluía en su interior, haciéndola más consciente de sí misma y, de algún modo, de quienes la rodeaban. Al llegar, sus ojos se cruzaron con los de Escorpio, quien estaba reclinado contra un árbol, observándola con una intensidad que la hizo detenerse.

—¿Esperabas a alguien? —preguntó Leona, intentando ocultar la sensación que le recorría la espalda.

Escorpio sonrió, sus ojos oscuros reflejaban un interés que iba más allá de las palabras. —Quizá a ti. Después de todo, somos guardianes de un mismo destino, ¿no?

Leona sintió que el pulso le palpitaba con fuerza. Había algo en la mirada de Escorpio que la atraía de una manera difícil de explicar. Sabía que no era el único que la observaba de esa forma, pero en ese momento parecía imposible resistirse a su presencia.

Al otro lado del campamento, Aries intercambiaba una mirada cómplice con Sagitario. Aries era fuego, pasión pura, y Sagitario respondía a su intensidad con un encanto despreocupado y una sonrisa que prometía diversión. Era como si la energía que compartían todos los signos no solo los uniera en la misión, sino que los empujara hacia algo inevitablemente tentador.

—Veo que no soy el único que siente este cambio en el aire —comentó Sagitario, acercándose más a Aries, su mano rozando casualmente el brazo de ella.

Aries sonrió con picardía, inclinándose ligeramente hacia él. —No suelo ser de las que se contienen. Y tú tampoco pareces tener mucha resistencia.

—Lo justo para saber cuándo es mejor ceder —respondió Sagitario en un susurro, mientras sus miradas se encontraban en un desafío silencioso.

La tensión crecía en el ambiente. Alrededor de la fogata, Tauro y Virgo compartían una conversación en voz baja, sus manos casualmente unidas en un gesto que ninguno de los dos parecía dispuesto a soltar. Virgo, normalmente reservada y analítica, sentía que con Tauro las barreras se desvanecían, dejándola vulnerable y deseando algo más que la simple amistad.

Los signos, unidos por el Cetro y la profecía, parecían también ligados por una atracción más íntima. Era como si el poder mismo del Cetro del Destino hubiera despertado en cada uno de ellos una chispa de deseo, un anhelo de conexión física y emocional que no podían ignorar.

Géminis, quien había sido tan decisivo en guiar al grupo en la búsqueda del cetro, observaba todo desde una distancia prudente, sus ojos brillando con una astucia juguetona. Podía sentir la energía que vibraba entre sus compañeros, un fuego que él mismo no tardaría en explorar. Observó a Libra, quien había estado observando el cielo, abstraída en sus pensamientos, como si buscara respuestas entre las estrellas.

—¿Necesitas compañía en tus pensamientos? —preguntó Géminis, acercándose con su carisma innegable.

Libra le sonrió, aunque en su mirada había algo desafiante. —Quizá… aunque prefiero compañía que me ayude a mantener el equilibrio.

—Entonces, tal vez no soy tu opción ideal —respondió Géminis, riendo suavemente, antes de tomarle la mano en un gesto tentador—. Pero quién sabe, podríamos descubrir juntos cómo equilibrar el caos y la armonía.

Mientras tanto, Escorpio se había acercado aún más a Leona, su voz baja y cautivadora. —Sé que lo sientes… esta conexión entre nosotros. Nos hace más fuertes y vulnerables al mismo tiempo.

Leona sintió que sus defensas flaqueaban. La intensidad en los ojos de Escorpio le provocaba un deseo que no había sentido antes. Era consciente de los riesgos, de la advertencia de la guardiana sobre mantener la unidad y evitar las distracciones… pero en ese momento, el peligro parecía una razón más para seguir sus impulsos.

—Eres tan peligroso como estas sombras, Escorpio —susurró, permitiendo que sus dedos se enredaran en los de él.

Escorpio se inclinó hacia ella, su aliento cálido rozando su piel. —Tal vez sea el tipo de peligro que necesitas ahora mismo.

Esa noche, las Doce Llamas brillaron no solo en la unión mágica que compartían, sino en el deseo que ardía entre ellos. Sabían que la batalla que les aguardaba exigiría toda su fortaleza, pero en ese momento, en medio de la intensidad que los envolvía, se permitieron dejar atrás las dudas y confiar en lo que sentían.

Estaban unidos por el destino, por el Cetro y, ahora, también por la atracción que el poder de las llamas había despertado.




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