Zodiac Chronicles

Capítulo 11: La Llamada de los Secretos

La mañana siguiente amaneció silenciosa, casi solemne, como si la misma naturaleza hubiera percibido el cambio en el aire. Las Doce Llamas, aunque unidas bajo la profecía, habían comenzado a reconocer los vínculos únicos que compartían entre sí. Y en medio de ese despertar, se perfilaba un nuevo desafío que pondría a prueba no solo su fuerza, sino la voluntad de cada uno.

Leona fue la primera en despertar, sus pensamientos aún nublados por la cercanía de Escorpio la noche anterior. Había algo peligroso y magnético en él, una atracción que la inquietaba y que aún le erizaba la piel. Mientras caminaba por el campamento, vio a sus compañeros, algunos en silencio, otros intercambiando miradas que revelaban más de lo que las palabras podrían expresar.

Antes de que pudiera meditar más en lo sucedido, una energía familiar pero inquietante invadió el campamento. En el centro de la fogata, apareció la silueta etérea de la Guardiana de los Secretos Antiguos, flotando en un tenue halo de luz. La misma presencia que la noche anterior les había advertido sobre la profecía de las Doce Llamas, ahora regresaba con un semblante más sombrío.

-El tiempo se agota, hijos del zodiaco -pronunció con una voz que resonaba como un eco en sus mentes-. El Cetro del Destino ha comenzado a activar los sellos que cada uno de ustedes porta, pero también ha liberado sombras antiguas que se alimentan de sus emociones más profundas. Cada deseo no confesado, cada miedo reprimido, será su mayor enemigo.

Tauro, firme pero siempre sereno, dio un paso adelante. -¿Qué significa eso, Guardiana? ¿Estamos en peligro por el simple hecho de sentir?

La Guardiana lo miró con una mezcla de comprensión y advertencia. -El poder de las Doce Llamas es un vínculo inquebrantable, pero si sus corazones se desvían por el ego o el deseo, el Cetro perderá su propósito y los condenará.

La advertencia cayó como una piedra en el ánimo de los signos. Todos sintieron el peso de la responsabilidad que llevaban, y la tensión en el aire se volvió casi palpable. Fue Virgo quien rompió el silencio, con su tono calmado pero inquisitivo.

-Entonces, ¿qué debemos hacer para controlar estas sombras? No podemos simplemente ignorar lo que sentimos.

-Debéis enfrentar vuestros miedos y deseos -respondió la Guardiana-. Cada uno deberá viajar a su reino interior, allí donde habitan las emociones más puras y oscuras de vuestra esencia. Solo al enfrentarlas podrán domarlas y fortalecer el vínculo.

Géminis, con su naturaleza dual, miró a Libra y luego al resto de los signos, como si buscara una respuesta entre ellos. -Así que debemos confrontar nuestras propias almas. Esto suena tanto a un castigo como a una prueba.

La Guardiana asintió, su rostro iluminado por una tenue compasión. -Es la única forma de evitar la fractura. Al caer la noche, cada uno deberá buscar en su corazón la llama que representa su poder y enfrentarse a la oscuridad que allí reside.

Los signos asintieron, algunos con determinación, otros con reticencia. Aries apretó el puño, el fuego de la decisión en sus ojos. -Si esto es lo que debemos hacer para proteger el Cetro, lo haré. No temo a mis propias sombras.

Sagitario, que siempre se había mostrado despreocupado, miró a Aries con una sonrisa de desafío y apoyo. -Entonces será mejor que nos preparemos. Quizá nuestras sombras nos muestren más de lo que queremos ver.

La Guardiana se desvaneció en una neblina dorada, dejando al grupo en silencio una vez más. Se miraron entre ellos, algunos intercambiando miradas cómplices, otros, como Escorpio y Leona, manteniendo una distancia cargada de tensión.

Esa noche, el grupo se reunió en silencio, cada uno tomando un lugar en la periferia del campamento, preparándose para enfrentar el viaje a sus reinos internos. Bajo la luz de las estrellas, cada signo cerró los ojos, dejándose llevar por la energía del Cetro que los conectaba y guiaba hacia sus propios miedos y deseos más profundos.

Leona sintió cómo su espíritu era transportado a un vasto desierto, su reino interior. Allí, rodeada de una inmensidad dorada, enfrentó sus propios temores: el miedo a la traición, a no poder proteger a sus compañeros, y a perder el control sobre sí misma. Frente a ella, apareció una versión sombría de sí misma, con los ojos tan fieros como los suyos, pero cargados de una ira incontrolable.

Escorpio, por su parte, se encontró en un océano oscuro y profundo, su reino lleno de misterios y secretos. Allí, el eco de sus deseos y dudas resonaba como olas. Vio reflejada la intensidad de sus sentimientos hacia Leona, pero también el temor de que esa misma atracción los debilitara en la misión. Se enfrentó a sus propias sombras, aquellas que le susurraban palabras de desconfianza y descontrol.

Aries, en un campo de llamas, enfrentó el miedo a ceder demasiado, a ser vulnerable ante Sagitario. Virgo, en una biblioteca infinita de conocimiento, confrontó su necesidad de control y su temor a dejarse llevar por las emociones que despertaba Tauro. Cada uno de ellos se enfrentó a su propio reflejo oscuro, sintiendo la tensión entre sus deseos y su deber.

Horas después, cuando la primera luz del amanecer iluminó el campamento, los signos fueron regresando de sus reinos internos, agotados pero más conscientes de sí mismos y de sus debilidades. Se miraron unos a otros, sabiendo que cada uno había luchado su propia batalla.

Leona y Escorpio se cruzaron la mirada, ambos comprendiendo el peso de lo que habían vivido. No necesitaban palabras para saber que, aunque la atracción continuaba allí, la sombra que había intentado tentarlos también seguía acechando.

La Guardiana de los Secretos Antiguos apareció de nuevo, mirándolos con aprobación. -Habéis dado el primer paso. Ahora, sois más fuertes, pero también más vulnerables. Las sombras de vuestro interior no desaparecen, pero habéis aprendido a controlarlas.

Con renovada determinación, los signos sabían que cada paso hacia el cumplimiento de la profecía los acercaba también a sus propios miedos y deseos. Y aunque la atracción seguía allí, ahora la entendían como una fuerza que debían respetar y no dejarse dominar. La batalla contra las sombras acababa de comenzar, y, al fin, estaban listos para afrontarla.




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