El Templo de la Llama Primigenia se alzaba imponente ante ellos, como un coloso dormido en medio del desierto. Las antiguas paredes de piedra estaban cubiertas de símbolos arcanos y runas de energía mística, vibrando con un brillo apagado, como si solo despertaran a aquellos dignos de entrar. Los signos sabían que en ese lugar se guardaban respuestas cruciales para entender la profecía de las Doce Llamas, pero también intuían que el templo pondría a prueba su voluntad y sus lazos.
Apenas cruzaron el umbral, el aire se volvió denso y cargado de magia. El sonido de sus pasos parecía desaparecer en el vasto silencio del lugar, como si cada piedra guardara secretos de eras pasadas, esperando ser revelados. Al centro del templo, en un pedestal de mármol, una llama azul brillante crepitaba suavemente, sus llamas ascendiendo en patrones hipnóticos y caóticos.
Libra fue la primera en avanzar, guiada por su instinto hacia la llama. -Este fuego... parece vivo -murmuró, extendiendo la mano, aunque se detuvo a unos centímetros de la llama, sintiendo la intensidad del calor.
Sagitario, siempre curioso, se acercó a Libra, estudiando la llama desde un ángulo diferente. -Dicen que esta es la Llama Primigenia, el fuego que dio origen a todos los poderes zodiacales. Es la esencia de cada uno de nosotros, en su forma más pura y, tal vez, más peligrosa.
Géminis, en su tono siempre juguetón pero con un fondo de seriedad, agregó: -¿Creen que aquí es donde aprenderemos más sobre el Cetro y su propósito? La Guardiana dijo que la profecía de las Doce Llamas estaba conectada con nuestros propios poderes... y con nuestras sombras.
De repente, la llama azul se agitó, como si hubiera cobrado vida en respuesta a sus palabras. Los signos dieron un paso atrás, y ante ellos surgió una figura formada por fuego y energía pura. Era un ser de luz, que parecía flotar y cambiar de forma constantemente, uniendo las características de los doce signos. Su voz resonó en el templo, profunda y antigua.
-Bienvenidos, hijos del zodiaco. Habéis llegado al corazón de la llama, al origen de vuestro poder y al límite de vuestra comprensión. Yo soy el Guardián de la Llama Primigenia. Antes de que avancéis, cada uno de vosotros debe enfrentar una prueba. Solo quienes confronten su verdadera esencia podrán descubrir el propósito final del Cetro del Destino.
Tauro, con su fortaleza y determinación, se adelantó, dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario. -Estamos listos para cualquier prueba. No nos detendremos ahora.
El Guardián de la Llama lo miró con una mezcla de desafío y respeto. -Tu prueba será la paciencia, Tauro. Eres fuerte, pero el verdadero poder reside en la capacidad de controlar tu ímpetu.
Antes de que Tauro pudiera preguntar, la llama se extendió hacia él, envolviéndolo en una visión. Tauro se encontró en un vasto campo verde, enfrentando una tormenta que lo empujaba hacia adelante, obligándolo a resistir y a mantenerse firme. Cada vez que intentaba avanzar, el viento lo arrastraba hacia atrás, como si le recordara que no siempre podía depender solo de su fuerza.
Mientras tanto, el Guardián llamó a Aries. -Tú, hija del fuego, debes aprender a controlar tu deseo de vencer y quemarlo todo. No siempre se gana en la lucha. A veces, el mayor triunfo es la rendición.
Aries fue rodeada por la llama, llevándola a un campo de batalla. Frente a ella, una figura familiar: su propio reflejo, empuñando una espada de fuego. Aries luchaba contra sí misma, incapaz de vencer, pues cada golpe que daba solo fortalecía a su oponente. Al final, entendió que su mayor desafío no era ganar, sino aceptar la tregua y contener su impulso de dominar siempre.
Leona observaba con atención, sabiendo que pronto llegaría su turno. Cuando el Guardián la llamó, su voz resonó de forma diferente, casi con una compasión ancestral. -Tú, Leona, tienes el corazón del líder, pero temes la traición y la soledad que conlleva ese poder. Tu prueba es enfrentar la duda y aprender a confiar.
La llama la envolvió y la llevó a una visión en la que se encontraba sola, observando cómo los otros signos se alejaban, cada uno desapareciendo en la oscuridad. Sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, la necesidad de protegerlos, de guiarlos, pero también el dolor de verlos marchar. Su prueba era confiar en que, aunque no siempre estuvieran a su lado, su vínculo seguía intacto.
Acuario, Sagitario, Virgo, Capricornio y el resto de los signos también fueron llamados uno a uno, cada uno enfrentando una parte de sí mismos que había evitado o reprimido. Géminis tuvo que enfrentar la dualidad de su propia alma, comprendiendo que su lado oscuro no era su enemigo, sino una parte esencial de su identidad. Virgo enfrentó su necesidad de perfección y aprendió a aceptar la imperfección como parte de su humanidad. Capricornio confrontó su miedo al fracaso, mientras Acuario enfrentaba su temor a conectar profundamente con los demás.
Por último, el Guardián miró a Escorpio. Su tono se volvió grave, pues sabía que la prueba de Escorpio sería una de las más difíciles. -Escorpio, tu poder reside en la intensidad y en la conexión profunda, pero esa misma intensidad puede volverse destructiva si no la controlas. Deberás enfrentarte a tu propio deseo de dominio y aprender a liberar.
La llama lo envolvió, llevándolo a una visión en la que estaba frente a Leona, sus emociones tan intensas que se convertían en cadenas, atándola a él. En ese instante, comprendió que su deseo de protegerla podía fácilmente convertirse en posesión. Su prueba era soltar, entender que el amor y la lealtad no significaban control.
Cuando cada uno hubo completado su prueba, el Guardián de la Llama Primigenia los miró con aprobación, la llama en sus ojos ahora más cálida y cercana. -Habéis enfrentado el fuego de vuestras almas y superado la prueba. Ahora sois dignos de entender el propósito del Cetro del Destino.