Después de la confrontación con Moros, los signos avanzaban con una mezcla de tensión y unión renovada. Sabían que cada paso los acercaba a la Llama Suprema, pero también a mayores pruebas, y que Moros volvería con nuevos engaños y trampas. La próxima parada en su viaje era el Bosque de los Ecos Perdidos, un lugar que, según Capricornio, era conocido por albergar antiguas voces que susurraban los secretos de quienes entraban.
La leyenda contaba que aquellos que escucharan los ecos de sus propios miedos podrían perderse en el bosque para siempre, atrapados por las visiones de sus pasados y de sus deseos más oscuros. Era un sitio en el que las verdades ocultas y las dudas latentes se manifestaban, y aunque temían enfrentarse a sus propios secretos, sabían que el bosque guardaba algo crucial para completar su misión.
—Debemos avanzar con cautela y recordar que lo que escucharemos aquí no es toda la verdad, sino los ecos de nuestras propias emociones —advirtió Virgo, siempre analítica, mientras cruzaban la entrada del bosque.
A medida que se adentraban en el bosque, la luz del sol desaparecía, y un denso silencio los envolvía. Sin embargo, pronto ese silencio se vio interrumpido por susurros y ecos que parecían salir de las sombras entre los árboles. Cada uno comenzó a escuchar palabras familiares, pero distorsionadas, como si vinieran de una versión alterada de sí mismos.
**Leona** fue la primera en escuchar su propio eco. La voz le hablaba con dureza, cuestionando su liderazgo y su fuerza. "¿Qué pasará si fallas? ¿Cómo podrías sostener el peso de la responsabilidad? ¿Y si todo esto es una ilusión que solo te destruirá?"
Apretando el Cetro del Destino, Leona intentó concentrarse en la realidad, repitiéndose a sí misma que los ecos no podían quebrarla. Pero la duda se plantaba en su mente como una semilla que amenazaba con crecer.
Al mismo tiempo, **Escorpio** escuchaba ecos de su propio pasado, voces que le recordaban sus secretos más oscuros, aquellos que siempre había mantenido ocultos. "Eres una sombra entre las sombras, nadie confía en ti realmente. ¿Cuántas veces has traicionado en silencio, cuánto de tu lealtad es una mentira?"
La voz lo hacía tambalearse, pero se obligó a recordar el sacrificio que había hecho junto a sus compañeros. Él era parte de algo más grande ahora, y no permitiría que sus propios miedos lo derrumbaran.
Por otro lado, **Libra** escuchaba sus propios susurros, dudando de su capacidad para encontrar el equilibrio en un mundo donde la lucha y la magia dictaban las reglas. "¿Cómo puedes balancear algo tan caótico? ¿Cómo puedes ser fiel a tu esencia en medio de tanta oscuridad?"
A pesar de los ecos, Libra mantuvo la calma, recordando las palabras de Géminis sobre equilibrar el caos y la armonía. Sabía que debía confiar en sus habilidades, en su capacidad de ver ambos lados y no caer en la tentación de solo un extremo.
Mientras tanto, **Acuario** se encontraba en una lucha interna al escuchar voces que le cuestionaban su individualismo. "Siempre has estado solo, siempre serás diferente. ¿Qué haces en este grupo, en esta misión que nunca ha sido tuya?"
Estas palabras le hicieron dudar, pero luego recordó que el sacrificio que había hecho no había sido solo por él, sino por algo que iba más allá de sus propios deseos. Supo que su individualismo no era un obstáculo, sino una fortaleza que aportaba algo único a la misión.
En medio del bosque, **Aries** y **Sagitario** compartieron una mirada de desafío. Los ecos intentaban jugar con su naturaleza impulsiva, acusándolos de ser demasiado volátiles para mantener el compromiso. Sin embargo, su energía ardiente les permitió resistir, apoyándose mutuamente y reafirmando su lealtad.
Géminis, con su dualidad, escuchaba dos voces distintas en su interior, cada una cuestionando una parte de él. Pero en vez de dejarse abrumar, decidió que esta vez no permitiría que su naturaleza dividida se convirtiera en una debilidad. Los ecos solo lograron hacer que se sintiera más seguro de su capacidad de adaptarse, convirtiéndose en una chispa de luz en medio de la oscuridad.
Finalmente, **Tauro y Capricornio**, con su determinación de acero, avanzaron juntos, bloqueando los ecos con su voluntad implacable. Ellos sabían que sus dudas siempre habían estado ahí, pero su resolución y compromiso con el grupo eran inquebrantables.
Sin embargo, mientras todos enfrentaban sus propias visiones y sombras, **una voz externa se hizo presente**, distinta de los ecos que provenían del bosque. Era Moros, quien, oculto entre los árboles, observaba con una sonrisa fría y peligrosa.
—Veo que han superado los susurros del bosque —dijo Moros, su voz resonando en cada rincón del bosque—. Pero no olviden que, aunque ustedes callen sus propios miedos, estos siempre estarán ahí, esperando el momento de surgir.
Leona, sosteniendo el Cetro del Destino con firmeza, enfrentó a Moros con una determinación inquebrantable. —Ya no somos prisioneros de nuestras sombras, Moros. Puedes intentar sembrar la duda cuantas veces quieras, pero no lograrás quebrarnos.
Moros la observó, y en sus ojos se encendió una chispa de desafío. —¿De verdad crees que lo que han visto aquí es todo? La verdadera oscuridad no es lo que llevan dentro, sino lo que los rodea. Los haré enfrentar una prueba más… una en la que deberán demostrar si son capaces de sacrificar no solo sus miedos, sino también aquello que aman.
Con un gesto de su mano, Moros invocó una figura espectral que se movía entre las sombras. Era una sombra que tomaba diferentes formas, reflejando los rostros de seres queridos que cada signo había dejado atrás. Las figuras se acercaron, extendiendo las manos en un gesto que suplicaba por ayuda, llenando a los signos de confusión y vulnerabilidad.
—¿Están listos para sacrificar aquello que más desean? ¿Para olvidar a aquellos que alguna vez amaron? —preguntó Moros, sus ojos oscuros observando cada reacción con atención.