El aire en el campamento estaba tenso, cargado de una electricidad anticipatoria. Habían recorrido un largo camino, y aunque la Llama Suprema estaba más cerca que nunca, todos sabían que el destino les había reservado una última prueba, una prueba que pondría a prueba todo lo que habían logrado hasta ese momento. La profecía hablaba de un sacrificio final, y aunque los signos sabían que no podían fallar, la incertidumbre pesaba sobre sus corazones.
**Leona** se levantó antes que nadie, su figura esbelta recortada por la luz tenue del amanecer. El Cetro del Destino brillaba débilmente a su lado, como si estuviera en espera de la última orden. Mientras contemplaba el horizonte, la sensación de que algo monumental se avecinaba la recorrió. Miró al cielo, sintiendo cómo una corriente de poder fluía a través de ella, tan profunda que casi podía oír las voces del pasado resonando en su interior.
**Escorpio** se unió a ella, su presencia a veces desconcertante, pero siempre confiable. La miró con una intensidad que parecía comprender su incertidumbre. Había algo en sus ojos, un brillo de entendimiento compartido, como si ambos supieran que la última prueba no solo pondría a prueba sus habilidades, sino sus almas.
—¿Estás lista? —preguntó Escorpio, su tono grave, como si la pregunta fuera más que un simple cuestionamiento.
Leona lo miró con seriedad. —Nunca lo estuve más en mi vida. Sabemos lo que tenemos que hacer. Pero no puedo evitar preguntarme, Escorpio, ¿qué sacrificaremos en el camino?
Escorpio sonrió con una ironía amarga, aunque sus ojos estaban oscuros. —El sacrificio siempre tiene un precio. Pero lo que ganemos lo valdrá.
Mientras la conversación se desarrollaba, el resto de los signos se reunían alrededor del campamento, cada uno con la misma expresión de determinación pero también de duda. Sabían que la oscuridad no se detendría, que Moros los acechaba, esperando su oportunidad para dividirlos. Sin embargo, su vínculo era más fuerte que nunca, y no pensaban dejar que nada lo quebrara.
Fue entonces cuando **Géminis** apareció, avanzando con su habitual carisma, pero su mirada tenía un toque de seriedad que no pasaba desapercibido.
—El momento ha llegado —anunció, y todos se reunieron en silencio a su alrededor.
El pergamino que Virgo había conseguido del Refugio del Conocimiento Prohibido estaba en sus manos. Al desplegarlo ante ellos, los signos vieron las palabras escritas en una lengua aún más antigua que la de las runas del bosque. El pergamino hablaba de un sacrificio no solo de cuerpo, sino también de corazón, de la entrega de lo que cada uno más valoraba para encender la Llama Suprema.
**Virgo** tomó la palabra con su tono calmado pero firme. —El sacrificio no será individual. La Llama Suprema solo se encenderá si todos entregamos algo de nosotros mismos, algo profundo y valioso. Si alguien se aparta, la llama se apagará para siempre.
El grupo se miró, una mezcla de comprensión y miedo en sus ojos. Cada uno sabía lo que significaba entregar una parte de sí mismo, pero ninguno quería enfrentarse a la posibilidad de fallar.
Alrededor de ellos, el viento comenzó a soplar con fuerza, como si la naturaleza misma estuviera en anticipación. **Tauro** y **Capricornio** intercambiaron una mirada cargada de entendimiento. Habían estado al frente de cada desafío, liderando con su fortaleza. Sin embargo, ahora la prueba era diferente. El sacrificio debía ser de corazón, un acto de entrega total que ni el poder ni el deber podrían garantizar.
**Aries** se adelantó, su rostro iluminado por la determinación. —No nos rendiremos. No importa el sacrificio, lo haremos juntos. Esta Llama es nuestra, y no vamos a dejar que Moros la apague.
**Sagitario**, siempre audaz y desinhibido, asintió con una sonrisa traviesa, pero en su mirada había una seriedad indiscutible. —Nada nos va a detener. Hemos llegado demasiado lejos como para flaquear ahora.
Entonces, **Libra**, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso adelante. Sabía que el sacrificio no era algo que pudiera eludir. Con su capacidad de ver todos los lados de la balanza, ella también comprendió lo que estaba en juego.
—Lo haremos como una unidad, y con esa unidad será suficiente para que la Llama arda —declaró, con una firmeza que sorprendió incluso a ella misma.
En ese instante, un extraño estremecimiento recorrió el suelo bajo sus pies. Un **rayo de oscuridad** descendió del cielo, y de entre las sombras emergió **Moros**, su figura encapuchada, envuelta en un aura de maldad palpable. La risa suave y gutural del enemigo resonó, burlándose de la determinación de los signos.
—¿Creen que podrán realmente encender esa llama? —preguntó Moros, su voz llena de desdén. —Cada sacrificio que hagan los debilitará, y cuando lo hagan, será demasiado tarde. El precio de la Llama Suprema es más alto de lo que creen.
**Leona** dio un paso al frente, levantando el Cetro del Destino hacia el cielo. —Estamos dispuestos a pagar ese precio. No nos importa lo que nos cueste. No permitiremos que tu sombra consuma nuestros mundos.
**Moros** levantó una mano, y de repente, las sombras se alzaron alrededor del campamento, formando figuras fantasmales que buscaban invadir sus corazones. Los signos sintieron cómo sus propias sombras se retorcían, y cada uno de ellos fue envuelto en una batalla interna. Moros intentaba romper su unidad, sembrar la duda y el miedo, pero los signos resistieron, aferrándose a lo que los unía: el propósito común, el sacrificio compartido.
En ese momento, el **Cetro del Destino** comenzó a brillar con una intensidad cegadora, respondiendo al poder de su unión. Leona, sintiendo el impulso del cetro, extendió su mano hacia el grupo.
—Este es nuestro sacrificio —dijo en voz baja, y todos comprendieron. No importaba lo que perdieran, no importaba lo que el sacrificio exigiera. Juntos, eran invencibles.