El camino hacia lo desconocido se extendía ante ellos como un manto oscuro y vasto, cubriendo lo que quedaba de la esperanza en sus corazones. El aire era denso, casi opresivo, mientras los signos avanzaban en silencio. **Leona** encabezaba el grupo, su mente llena de preguntas sin respuesta. La profecía, las sombras del pasado que nunca parecían desvanecerse, el Cetro del Destino… todo estaba entrelazado en una red que se volvía cada vez más intrincada y peligrosa.
El tiempo de las batallas externas había quedado atrás, pero el peso de lo no resuelto, de las heridas que se negaban a sanar, se cernía sobre ellos. Mientras caminaban, **Leona** no podía evitar la sensación de que algo mucho más grande que ellos se estaba gestando, una amenaza más antigua que **Moros** misma. Los ecos de sus dudas y miedos resonaban en su mente, pero había algo más, algo que no lograba identificar, algo que no podía ignorar.
El campamento de la noche anterior había quedado atrás, pero la sensación de calma engañosa persistía. **Escorpio**, a su lado, observaba el horizonte con una atención casi obsesiva, como si estuviera buscando algo que solo él podía ver. **Sagitario**, más al frente, parecía estar absorbiendo la energía del paisaje con su habitual despreocupación, mientras que **Géminis** caminaba a paso rápido, lanzando miradas furtivas a cada uno de ellos, como si todo estuviera conectado de alguna manera.
—La tranquilidad antes de la tormenta, ¿verdad? —comentó **Escorpio** en voz baja, sin mirarla, pero sabiendo que sus palabras la alcanzarían.
**Leona** asintió con suavidad. —Lo siento, Escorpio. Hay algo en el aire, algo que no puedo ignorar. Las sombras... aún nos acechan.
**Escorpio** finalmente se detuvo, sus ojos fijos en los suyos. —Lo sé. No se trata solo de lo que está afuera. La oscuridad más peligrosa es la que llevamos dentro. Y todos lo sabemos. Pero debemos seguir adelante. No tenemos otra opción.
Al escuchar sus palabras, **Leona** sintió una punzada de incertidumbre en su pecho. **Escorpio** tenía razón. Las sombras del pasado no solo estaban relacionadas con los enemigos que habían enfrentado, sino con los secretos guardados en lo más profundo de cada uno. Cada signo, incluso ella misma, ocultaba algo. Y eso, aunque no lo dijeran en voz alta, los perseguiría siempre.
Fue entonces cuando una sombra se movió en el borde de su visión. **Aries** se adelantó, llamando la atención de todos.
—¡Deténganse! —su voz era urgente y llena de determinación.
Los signos se agruparon rápidamente, el aire se tensó de inmediato. **Leona** frunció el ceño al ver la expresión de **Aries**. Algo no estaba bien. **Sagitario** y **Géminis** se colocaron a su lado, esperando instrucciones. La sensación de alerta creció entre ellos, como si estuvieran a punto de ser atacados, aunque no había nada visible en los alrededores.
—¿Qué sucede? —preguntó **Leona**, su voz grave, con la misma intensidad que su mirada.
**Aries** señaló hacia un pequeño claro en el bosque. —Lo vi. Un movimiento. No es uno de nosotros. Algo o alguien nos está siguiendo.
El grupo se preparó para lo peor, sabiendo que la lucha podría ser inminente. Pero en el mismo instante en que **Leona** iba a dar una orden, una figura emergió de entre los árboles, tan silenciosa como una sombra.
Era **Libra**.
—¿Libra? —**Leona** no podía esconder la sorpresa en su voz. —¿Dónde estabas? Nos preocupaba tu ausencia.
**Libra** se acercó con pasos tranquilos, pero sus ojos mostraban una preocupación que no había estado allí antes. Su cuerpo estaba cubierto con polvo y ramas, como si hubiera estado ocultándose.
—Lo siento por la demora. —La voz de **Libra** sonaba diferente, más grave, casi como si hubiera experimentado algo que la había cambiado. —Había algo que necesitaba investigar por mi cuenta. Algo relacionado con los ecos de **Moros**. Las huellas que dejamos atrás aún están frescas, y no todos los peligros han desaparecido.
**Leona** sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. —¿Qué encontraste? —preguntó, con voz baja, consciente de que **Libra** nunca hablaba de manera tan seria a menos que algo estuviera muy mal.
**Libra** miró a su alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera cerca, antes de hablar en un susurro. —Lo que encontré... no son huellas comunes. Lo que sigue a **Moros** es algo mucho más antiguo. Alguien o algo está manipulando las energías de los reinos. Algo que lleva siglos esperando el momento adecuado.
Un silencio pesado cayó sobre ellos. Los signos intercambiaron miradas llenas de dudas y miedo. **Leona** sabía que las palabras de **Libra** no eran fáciles de ignorar. Si **Moros** no había sido el final, ¿qué podría ser lo que los acechaba ahora?
**Escorpio** dio un paso al frente, su rostro sombrío. —¿Qué más sabes? ¿Quién está detrás de esto?
**Libra** vaciló un momento, como si luchara con la decisión de revelar lo que había descubierto. Finalmente, sus palabras fueron claras y directas, pero llenas de un miedo palpable. —No sé quién está detrás de todo esto, pero sé que lo que sigue será aún más peligroso que **Moros**. Y esta vez, el enemigo no será visible. Se esconde en los rincones más oscuros de cada uno de nosotros.
**Leona** sintió que el aire se volvía más espeso, la presión de la revelación pesando sobre su pecho. Sabía que algo había estado acechando más allá de lo que podían ver, pero nunca pensó que sería una amenaza interna. Algo que jugaba con sus miedos, con sus inseguridades, y que los iba a obligar a enfrentarse no solo a sus enemigos, sino también a las sombras de su propio ser.
—Nos están manipulando —dijo **Géminis**, con un tono grave que rara vez usaba. —Lo que sigue será más psicológico que físico. Un enemigo que sabe cómo mover las piezas desde las sombras.
**Leona** cerró los ojos por un momento, respirando profundamente. —Entonces, tenemos que estar más unidos que nunca. No solo por lo que vemos, sino por lo que no vemos. Lo que está oculto, lo que cada uno lleva dentro.