El sol apenas comenzaba a despuntar sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos morados y dorados. El viaje había sido largo, y los signos ya se sentían lastrado por el peso de la incertidumbre. A cada paso, la sensación de ser observados crecía. Pero no había nada visible, solo un aire inquietante que los rodeaba. **Leona**, al frente del grupo, sentía la presión aumentar con cada día que pasaba. La advertencia de **Libra** resonaba constantemente en su mente: el enemigo no era solo físico, sino algo más profundo, algo más cercano de lo que podían imaginar.
Se detuvieron para tomar un breve descanso, y el ambiente en el campamento era extraño, cargado con una tensión palpable. Los signos se dispersaron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. **Leona** caminó hacia un rincón apartado, buscando algo de tranquilidad, pero algo la hizo detenerse. Frente a ella, una piedra brillante, casi luminiscente, sobresalía de entre las raíces de un árbol. Era el tipo de piedra que nunca había visto antes, y su brillo inquietante parecía llamar su atención, como si fuera un faro en medio de la oscuridad.
Con cautela, se acercó y, al tocarla, un estremecimiento recorrió su cuerpo. La piedra comenzó a vibrar, y en el instante en que lo hizo, un resplandor cegador envolvió su visión. **Leona** retrocedió instintivamente, pero no pudo evitar mirar el resplandor que emergía del objeto. Cuando la luz se desvaneció, lo que quedaba frente a ella no era simplemente una piedra. Había algo más: un espejo. No un espejo común, sino uno que parecía estar hecho de cristal negro, con destellos de luz rojiza que se movían por su superficie.
Al mirarlo, una visión se desplegó ante ella. No era el futuro ni el pasado, sino algo que estaba mucho más cerca de lo que imaginaba: su propio reflejo. Pero no era ella. **Leona** vio una versión distorsionada de sí misma, sus ojos llenos de sombras y dudas, su rostro marcado por cicatrices, y una expresión de angustia profunda. Aquella imagen no solo la observaba, sino que hablaba, sus labios moviéndose en silencio, como si intentara comunicarse.
"**Leona**... ¿estás lista para ver la verdad?"
Las palabras resonaron en su mente, aunque no eran habladas en voz alta. El espejo estaba conectado a algo mucho más profundo, algo que se movía dentro de ella. La imagen de **Leona** en el espejo le sonrió, pero la sonrisa estaba vacía, como si supiera algo que ella aún no entendía.
De repente, el reflejo de ella en el espejo cambió, y en su lugar, apareció la figura de **Escorpio**, oscuro y enigmático, su rostro atrapado en una expresión que **Leona** no reconoció.
"**Escorpio**... no es lo que parece", dijo la figura en el espejo. "Nada es lo que parece. Todos guardan secretos que no pueden ocultar por mucho tiempo."
**Leona** sintió el corazón acelerarse. ¿Qué significaban esas palabras? No podía apartar los ojos del espejo, pero sabía que lo que estaba viendo era una distorsión de la realidad, algo que mostraba no solo lo que estaba, sino lo que podía llegar a ser. Estaba viendo una versión de sí misma que no quería aceptar.
Un ruido detrás de ella la sacó de su trance. **Escorpio** apareció en el borde del claro, observando la escena con una mirada penetrante. Su expresión era seria, como si supiera exactamente lo que estaba sucediendo, pero no dijo nada. **Leona** rápidamente apartó la vista del espejo, escondiéndolo detrás de su cuerpo, aunque no podía sacudirse la sensación de que lo que había visto en él era algo más que una visión.
—¿Estás bien? —preguntó **Escorpio**, acercándose lentamente.
**Leona** asintió con rapidez, aunque sus ojos no dejaban de moverse hacia el espejo oculto. —Sí, solo... un momento de confusión. Nada que no pueda manejar.
Pero **Escorpio** no parecía convencido. Su mirada se desvió hacia el lugar donde **Leona** había estado, y luego a la piedra, que ahora parecía ser solo una piedra ordinaria, sin brillo ni misterio.
—¿Qué fue eso? —preguntó, sin apartar la vista de la piedra.
**Leona** frunció el ceño. —No lo sé. Algo... extraño. Un reflejo, una visión de algo que no comprendo. Pero no es lo importante.
**Escorpio** la observó por un largo momento, como si estuviera valorando sus palabras. Finalmente, su voz se suavizó. —Lo que vimos en ese espejo... no es un accidente. Este viaje va mucho más allá de lo que pensamos. **Moros** no fue solo un obstáculo. Hay algo más grande, más profundo. Y parece que estamos a punto de enfrentarlo. Todos tenemos algo que ocultar. Y tal vez, ahora sea el momento de que esos secretos salgan a la luz.
**Leona** lo miró con una mezcla de incredulidad y temor. ¿Estaba diciendo lo que pensaba que estaba diciendo? ¿Escorpio también estaba cargado de secretos oscuros? No podía soportar la idea de que eso fuera cierto, de que todos estuvieran ocultando algo que podría destruir la frágil unidad que habían logrado.
Justo cuando iba a responder, un grito resonó desde el campamento, rompiendo la tensión del momento. Todos los signos comenzaron a correr hacia la fuente del sonido, dejando atrás el espejo y la piedra. **Leona** sintió que algo se desmoronaba en su interior. Había algo que se estaba rompiendo, algo que no podía reparar.
Al llegar al campamento, encontraron a **Sagitario** luchando con una figura encapuchada. La figura, ágil y rápida, parecía ser parte de un grupo que los había estado siguiendo. Sin embargo, lo que sorprendió a todos fue la rapidez con la que la figura se movía, casi como si tuviera el mismo poder que ellos. **Leona** se adelantó, pero antes de que pudiera intervenir, **Escorpio** la detuvo.
—Es un juego de sombras. No podemos caer en sus trampas.
Pero **Leona** sabía que el enemigo ya no estaba oculto en las sombras. Había salido a la luz, y esta batalla sería mucho más peligrosa que cualquier otra que hubieran enfrentado antes. No solo luchaban por el futuro de los reinos, sino también por las sombras que cargaban en sus propios corazones.