La batalla estalló sin previo aviso. **Sagitario** luchaba con una velocidad impresionante, sus flechas volando con precisión letal, pero la figura encapuchada parecía anticipar cada movimiento. **Leona** se adelantó, su espada lista, pero una extraña sensación de impotencia la invadió. La figura no parecía un enemigo común. Había algo oscuro en su energía, algo que resonaba en los mismos rincones oscuros de su alma.
**Escorpio** se mantuvo a su lado, atento, su mirada fija en el atacante, pero sin moverse. La pelea no era solo física. Algo más profundo estaba en juego, y él lo sabía. Este ataque no era una simple emboscada. Era una prueba, un recordatorio de que lo que enfrentaban era más que solo magia y violencia. Era el despertar de lo que cada uno de ellos llevaba oculto dentro.
—¡No cedas! —gritó **Leona**, sin apartar la vista de la figura encapuchada. La energía en el aire se volvía más densa, como si el tiempo mismo se hubiera detenido por un momento.
De repente, la figura encapuchada se detuvo en seco, su cuerpo envuelto en sombras densas que lo hacían casi invisible. Pero su voz, cuando habló, fue clara, resonando en las mentes de todos.
—La oscuridad que temen... no está fuera de ustedes, sino dentro. Cada uno de ustedes guarda secretos, heridas, traiciones no resueltas. Yo solo soy un reflejo de lo que ya está aquí.
**Leona** dio un paso atrás, su mente girando con las palabras de la figura. No podía ser. **Escorpio** la observó, su expresión grave.
—Es una ilusión, **Leona**. Una forma de manipularnos. Lo que más tememos, eso es lo que vemos ahora.
La figura rió suavemente, y las sombras se disolvieron por un momento, revelando su rostro. **Leona** se quedó paralizada al ver los ojos de la figura: eran los mismos ojos que había visto en el espejo, los mismos ojos que pertenecían a la versión distorsionada de ella misma.
—¿Qué es esto? —susurró **Leona**, sus piernas temblando. La visión del espejo, el reflejo distorsionado, había cobrado vida ante ella.
La figura sonrió, una sonrisa vacía que reflejaba una oscuridad insondable. —La verdad siempre nos encuentra, **Leona**. No importa cuán lejos huyas, los secretos siempre encuentran su camino hacia la luz. ¿Creías que el Cetro del Destino te daría poder sin consecuencias? Cada uno de ustedes lleva consigo las sombras de su propia alma. Y yo soy el guardián de esas sombras.
**Leona** sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a ceder, como si la realidad misma se estuviera desmoronando. Todo lo que había hecho, todo lo que había luchado por proteger, parecía desmoronarse frente a ella. Las palabras de la figura le quemaban el alma, como una marca indeleble.
—¡Basta! —gritó **Leona**, su voz resonando con fuerza, aunque en su interior sentía el peso de la verdad de las palabras de la figura. Ella sabía que no solo luchaban contra un enemigo externo. Esta era una lucha interna, una lucha que desenterraría todos los secretos que habían permanecido ocultos.
La figura encapuchada se desvaneció en un susurro, dejando a los signos en un estado de shock, inmóviles por un momento. El aire estaba cargado de tensión, y el campamento entero parecía estar envuelto en un silencio absoluto.
**Escorpio** se acercó a **Leona**, su mirada suave pero firme.
—No dejes que te engañen. Lo que vimos no es más que un reflejo distorsionado de nuestros miedos. La oscuridad nunca puede ganar si no le damos poder sobre nosotros.
**Leona** respiró con dificultad, su mente en caos. Las palabras de la figura seguían dando vueltas en su cabeza. ¿Qué secretos guardaban? ¿Qué sombras las amenazaban desde el interior?
**Sagitario** se acercó a ellos, con la misma expresión de preocupación. —¿Todo bien? ¿Qué era eso? —preguntó, aún sin entender por completo lo que había sucedido.
**Leona** levantó la vista, tratando de recuperar el control. —Era una prueba. Una manifestación de lo que tememos. Pero no es real. No lo es. —Dijo esas palabras, pero dentro de ella sabía que la lucha no había hecho más que comenzar.
**Géminis**, que había estado observando desde el borde del campamento, se acercó en silencio. —No es solo una prueba, **Leona**. Esto va mucho más allá. La figura que vimos… es una manifestación del Cetro. Nos está forzando a confrontar lo que más tememos. Lo que está dentro de nosotros. Cada uno de nosotros tiene algo que temer, algo que esconder.
**Leona** sintió un escalofrío recorrer su espalda. La verdad estaba saliendo a la luz, y no podía ignorarla. Cada uno de los signos llevaba consigo un secreto, una herida no sanada. Y lo que el enemigo estaba haciendo ahora era obligarlos a enfrentarse a esas sombras.
—No podemos seguir huyendo de nosotros mismos —dijo **Leona**, su voz más fuerte ahora, como si la determinación comenzara a tomar forma en su interior. —Es hora de enfrentarlo. Todo lo que hemos hecho hasta ahora, toda nuestra lucha, no tiene sentido si no somos capaces de enfrentarnos a lo que somos realmente.
**Escorpio** asintió lentamente, su mirada fija en ella. —Exacto. La oscuridad nunca desaparecerá hasta que aceptemos que forma parte de nosotros. Solo entonces podremos controlarla.
La atmósfera comenzó a cambiar, y aunque la lucha había sido frenada por la desaparición de la figura, el sentimiento de que algo mucho más grande se avecinaba no desapareció. La amenaza no era solo externa. Había algo dentro de ellos que necesitaba ser confrontado. Y no solo ellos. También los demás signos.
**Leona** miró a su alrededor, viendo las caras de los otros. Sabía que esta batalla iba a ser diferente. No solo tenían que salvar los reinos. Tenían que salvarse a sí mismos.
Mientras los signos se preparaban para continuar su viaje, el aire alrededor de ellos parecía estar cargado de una energía oscura, casi palpable. El Cetro del Destino les había otorgado poder, pero también los había marcado. Ahora debían enfrentarse a las sombras que habían estado evadiendo.